Política
Mariano Rajoy

El que resiste gana

La investidura confirma la estrategia política que Rajoy ha utilizado en su vida política: esperar a que escampe

El que resiste gana

Rajoy, el que resiste gana / EFE / ATLAS

Madrid

Las viñetas dibujan a Mariano Rajoy en el sillón, viendo si puede una etapa ciclista. Hasta con el puro. El presidente del Gobierno presume de ser previsible y paciente y en cada crisis política, antes de actuar, espera a que escampe. Si escampa, no actúa. Criticado por esa razón, no le ha ido mal con la estrategia, que le ha servido para superar tres hitos adversos en su carrera.

El primero fue el congreso de su partido en Valencia. Tras perder dos veces les elecciones contra Rodríguez Zapatero, el sector duro del PP quiso apartarlo del poder. Entendían que había descafeinado al partido y reclamaban la vuelta a las esencias. "Hemos de ser fieles a nuestros principios", clamó José María Aznar en aquel congreso, en el que despachó con un saludo frío a quien él mismo había designado como sucesor. A Rajoy le discutieron. Lo cuestionaron. Lanzaron nombres de rivales internos. Pero Rajoy encontró un aliado fundamental: el PP valenciano, que le salvó de aquello. Allí trabó la fidelidad con Rita Barberá o con Francisco Camps, con los que pudo arrinconar a los aznaristas.

La mayoría absoluta de 2011 acalló del todo el debate interno. Lo redujo a las frases que dejaban caer José María Aznar o Esperanza Aguirre. A Rajoy ni le afectaban. En el Ejecutivo, aprobó sin consenso las reformas más impopulares, hasta que llegó Luis Bárcenas. Fue el segundo hito adverso en su etapa como líder del PP. Los papeles de Bárcenas y la publicación de los sms a su extesorero.

Aunque ahora bromee —"en Twitter voy mejorando, con los sms me manejé peor, pero también voy mejorando"— aquello fue su momento más difícil en la presidencia: el jefe del Gobierno animando a su tesorero en pleno escándalo. Pasmo en la opinión pública y en la prensa internacional. Pero Rajoy esperó. No tocó nada. No habló. Amenazado por una moción de censura simbólica —no habría prosperado—, el presidente tuvo que comparecer en las Cortes. "Me equivoqué", tuvo que reconocer en la tribuna.

La tercera gran adversidad para Rajoy fue el 20 de diciembre. Ganó las elecciones. Temió perder el poder. Le dijo que no al rey, dejó que los demás llevaran la iniciativa política e intentaran los pactos. De esa etapa salieron imágenes excepcionales, como la del presidente del Gobierno en funciones siendo recibido en el Congreso por el candidato designado por el rey para sucederle. Nada perturbó a Rajoy, que dejó que los demás fracasaran. En especial, Pedro Sánchez.

Más de 300 días de interinidad después, el PP no ha participado en grandes negociaciones ni ha lanzado grandes ofertas. El PP lo ha fiado todo a la espera. "Uno es como es para bien o para mal y lo que no puede ser es lo que no se es". Fiel a sí mismo, Rajoy ha observado la escena con una paciencia desesperante. Algunos lo llaman "paciencia estratégica". Otros, táctica y visión política. Quizá sólo sea una manera de ser. Y quien resiste gana.

 
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