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"¿Cómo será vivir cuando tienes electricidad 24 horas al día?"

La crisis eléctrica que castiga a la franja de Gaza desde hace años se ha recrudecido en las últimas semanas: Hospitales, establecimientos comerciales y organismos públicos dependen de los generadores. Pero la mayoría de las familias no puede permitirse lo que cuesta y viven al ritmo de las pocas horas diarias de suministro.

Palestinos caminan en una calle del campo de refugiados de Al Shateaa durante un corte de energía hoy, miércoles 28 de junio de 2017, en la Ciudad de Gaza (Franja de Gaza). Los residentes de Gaza, que alberga a 1,8 millones de personas, experimentan unos / MOHAMMED SABER EFE

Gaza

“¿Cómo es vivir con electricidad 24 horas al día?” La pregunta de Bashar Taleb, periodista gazatí de 27 años, deja a su interlocutora desarmada.

¿Qué se siente al tocar el interruptor a cualquier hora del día o de la noche y ver una luz que se enciende? ¿O tener un frigorífico que funciona y en el que se puede guardar comida? ¿O poder trabajar ante el ordenador con internet siempre que sea necesario?”, prosigue.

Hace años que Bashar y la mayoría de los dos millones de habitantes de Gaza no conoce esas sensaciones consideradas tan normales en países como España. En este momento, en Gaza hay cuatro horas de suministro eléctrico a las que siguen 12 horas sin luz.

La crisis eléctrica lleva tiempo marcando la vida de familias, hospitales y organismos oficiales debido al bloqueo israelí sobre la franja que dura desde hace diez años. Pero se ha agravado en las últimas semanas debido a la batalla interna palestina entre el movimiento islamista Hamas, que gobierna la franja, y el presidente Mahmud Abbas.

La electricidad en Gaza procede de tres fuentes: Israel, Egipto y la central eléctrica de Gaza, que funciona gracias a combustible que llega de Egipto. Hace algunas semanas, la Autoridad Palestina dejó de pagar a Israel por buena parte de la electricidad que suministra a la franja para hacer presión sobre Hamas y la situación empeoró.

“La demanda de electricidad en Gaza es de entre 450 y 500 megavatios (MW) y esta demanda crece un 7% anualmente debido al aumento de la población. En este momento estamos suministrando un cuarto de esa demanda. Nuestra carencia supera el 75%”, explica a La SER Mohammed Thabet, portavoz de la compañía eléctrica de Gaza.

Al día de hoy Israel suministra 80 MW (frente a los 125 de hace algunas semanas), Egipto, 13 MW y la propia planta eléctrica, que funciona gracias al combustible que entra actualmente desde Egipto, produce unos 65 MW. Para este responsable, el problema de la electricidad es técnico pero sobre todo político. Israel ha reducido su suministro y la planta de electricidad, que funciona o se paraliza dependiendo del combustible del que se disponga, podría producir el doble.

“Pero en 2006 Israel bombardeó la planta eléctrica. Desafortunadamente, el daño fue grande en turbinas y transformadores y no se pudo arreglar correctamente. Se reemplazaron con piezas de menos calidad porque el bloque israelí también ha impedido que entren en Gaza las piezas adecuadas”, agrega Thabet.

El responsable también estima que internacionalmente habría que convencer a Israel para que deje entrar material y permita que otros países les ayuden a mejorar este suministro.

En los hospitales la situación es crítica y seguir atendiendo pacientes se convierte en un desafío diario, explica Mohammed Abu Silmiya, pediatra y director del hospital al Rantissi de Gaza.

“La respuesta a su pregunta de cómo nos organizamos es el ruido de fondo en esta habitación. Es el generador que está encendido unas 20 horas al día. Basta un minuto de apagón para que pacientes conectados a un respirador o niños en la incubadora mueran”, afirma.

La mayoría de las familias de Gaza no pueden pagar un generador o el combustible que necesita. Viven esperando las cuatro horas de servicio para cocinar, lavar ropa, ducharse o cargar las baterías de todos los utensilios eléctricos. La falta de electricidad merma los ya fragilizados ánimos de los gazatíes, que se dicen víctimas de Israel por un lado y de la lucha intestina entre Hamas y Abbas, por otro.

“No hay trabajo, no hay libertad, no hay electricidad. Nuestros problemas se acumulan”, lamenta Osama Abu Sakran, estudiante de la universidad islámica de Gaza.

“Se nos cae la casa encima, no sabemos qué hacer para entretener a los niños y hemos decidido venir a la playa, aunque sea a respirar, porque también es un peligro entrar al mar ya que está muy sucio”, explica Nidal Imam, madre de familia del campo de refugiados Shate.

La franja entera funciona a media máquina debido a la falta de electricidad. Organismos oficiales cierran antes, lugares públicos deciden no abrir porque no pueden hacer frente al gasto que supone activar el generador, los ascensores no funcionan y con casi 40 grados de calor, el aire acondicionado es escaso.

La falta de electricidad ahondará también la terrible pobreza de la franja, donde el desempleo roza el 60% y gran parte de la población depende de la ayuda humanitaria para comer.

La urgencia que representa esta crisis eléctrica ha sido una de las razones que han motivado un reciente acercamiento entre Hamas y Egipto, un tema que está en boca de todos en Gaza. Suenan campanas sobre un posible entendimiento entre las autoridades de El Cairo y los líderes del movimiento islamista que traería consigo una mejora en las condiciones de vida de los gazatíes. La franja comunica con Egipto al sur pero Egipto abre raramente el paso entre ambas zonas y en los últimos años se ha alineado con el bloqueo impuesto por Israel.

Los dirigentes israelíes han insistido en que no son responsables del agravamiento de la crisis eléctrica en Gaza ya que se debe exclusivamente, según ellos, a los problemas internos palestinos. “Israel no tiene ningún interés en provocar una escalada con Hamas”, declaró en estos días el primer ministro Benjamin Netanyahu.

 
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