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Cuatro guardias civiles relatan los abusos en un cuerpo con un 6,7% de mujeres

Agentes de la Guardia Civil relatan en la Cadena SER su experiencia tras 25 años de servicio en los que han vivido situaciones de acoso laboral, ninguneo, malos tratos e intentos de agresiones sexuales

Las agentes piden mejorar el protocolo actual que les obliga a denunciar un caso de acoso ante el mando directo

Diálogos | Ser mujer en la Guardia Civil

Diálogos | Ser mujer en la Guardia Civil

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Madrid

La Guardia Civil no es el cuerpo con más facilidades para la incorporación y normalización de la mujer en puestos reservados a los hombres hasta hace pocas décadas. A pesar de los avances de los últimos tiempos, sólo el 6,7% de la plantilla son mujeres y en las escalas superiores hay una única teniente coronel en toda España. Además, una vez superadas las pruebas de acceso, se impone una realidad más dura: las dificultades para llevar a cabo el trabajo del día a día únicamente por su condición de ser mujer.

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Para contarnos su experiencia han acudido a los estudios de la Cadena SER cuatro agentes de Madrid, Valladolid, Castellón y Salamanca con más de veinte años de experiencia en la Guardia Civil. Puedes escuchar la conversación completa (audio) y leer a continuación algunas de las vivencias de un diálogo en el que reconstruyen los episodios de acoso más duros de su carrera y recuerdan con humor la evolución en una plantilla donde hace veinte años no tenían ni siquiera indumentaria.

Acoso y discriminación por ser mujer

La agente Alicia Sánchez se hizo conocida al afrontar una instrucción por un delito militar por vestir su propio chaleco antibalas frente al oficial, que no se adaptaba a su anatomía y por tanto no la protegía. El chaleco era tan grande que le tapaba el arma, los grilletes y las herramientas de trabajo. "Cuando mi superior se da cuenta en mitad del control me llama aparte, me pregunta por qué no me lo he puesto y me abre un procedimiento judicial por insubordinación, lo que conlleva una pena mínima de seis meses de cárcel y un máximo de seis años". Alicia Sánchez pudo ir a prisión pero la causa se archivó. Aun así, fue sancionada con cinco días de sueldo.

Con dos décadas en el cuerpo, ya había denunciado al mismo superior en otra ocasión. En junio de 2013, un año después de que se incorporara como jefe de la compañía, registró una queja por discriminación sexual. "Hasta en tres ocasiones me dijo que no era capaz de hacer algo por ser mujer. Una de sus frases fue, si hay una pelea quédate en el cuartel por si te pegan". Los superiores metieron la queja en un cajón. "Pongo otra al General de la zona y tampoco ven discriminación. Viví un calvario. Me sentí perseguida" recuerda.

Alicia rememora también un intento de abuso sexual en su año de prácticas. “Yo era joven, tenía 20 años, y había un superior mío al que yo le debía de gustar. Antiguamente en los cuarteles dejábamos las llaves puestas en las viviendas. Un día se coló en la mía mientras salía del baño, me enganchó del brazo y me tiró de la toalla. Él tiraba por un lado, yo por otro, di voces. Me metí en la habitación y candé mi dormitorio con el pasador. Él se coló por el balcón. Los compañeros salieron, él se fue a su casa corriendo y ya está. Cuando se lo comuniqué al sargento me dijo que seguramente yo le gustaba al superior y no sabía cómo decírmelo y si denunciaba, seguramente no saldría de guarda profesional".

- Carmen, ¿tú has tenido un episodio parecido?

Nada más entrar. Me planteé seriamente dejarlo e irme a mi casa. Pensé, si esto es la Guardia Civil, no lo pensaba ni por asomo. Me destinaron a mí y a otra compañera a un pueblecito de Teruel, todo lo que habían allí eran hombres. De hecho en el pueblo estaban alucinados con ver mujeres guardias. Además, ahí plantadas con nuestras falditas, nuestros taconcitos, parecíamos dos floreros. El caso es que teníamos dos compañeros. El sargento que teníamos no se metía en nada, si nos violaban o si nos mataban, le daba igual, mientras no le diéramos problemas era suficiente.

Uno de estos compañeros estaba alcoholizado y cuando salíamos de servicio iba borracho. Su mujer estaba embarazada y en más de una ocasión le pegó. Una de las veces casi aborta, tuvo que venir una ambulancia al cuartel, un cristo aquello. Así que cuando me tocaba salir de servicio con él yo me negaba, no me iba a montar en el coche porque iba bebido y haciendo eses. Tuvimos nuestros más y nuestros menos, y al final esos días él se esperaba hasta que se le pasaba un poco.

Pasó el tiempo, cogió confianza y te empezaba a decir que estabas muy buena o que vaya piernas que tenías. Al ser un entorno tan rural, casi todo lo que había era coto de caza. Un día se sobrepasó. Lo amenacé con el arma y le dije que o me quitaba las manos de encima o me lo cargaba. No sé ni cómo reaccioné. Me bajé del coche. Me volví a subir. Era o quedarme allí en el monte o ir en el coche con él. Volvimos al puesto y le montó un cirio al sargento diciéndole que si yo decía algo se armaba.

El sargento evitó ponerme más con esta persona y empezó a hacérselo a la otra chica. Sé que se lo hacía porque subía llorando casi todos los días. A mi marido, que entonces era mi novio, yo también le llamaba llorando todos los días. Me quería ir de ahí, quería pedir baja. Gracias a un sargento, que era una persona maravillosa, continué. No sin antes dar cuenta de todo esto. Llegó un momento en el que ya no pude más, concluye Carmen.

- ¿Del acoso sexual a los casos de moobing laboral?

Se quieren hacer los graciosos contigo, les replicas y ya van a por ti. Te dicen que lo haces todo mal, te quitan la calefacción del coche para que te mueras de frío y no lo puedes cambiar, empiezan a llamarte chivata, mala persona, te dicen que no sabes hacer ninguna diligencia. En mi caso, hubo un superior que siempre hacía comentarios del tipo 'las mujeres para mí solo sirven para follar y para fregar'. Y claro, yo me rebelaba, había más chicas allí, pero se callaban, también eran más jóvenes. Yo le decía, si no quieres estar aquí con nosotras vete que estábamos antes que tú.

Sé que a una de ellas le mandaba mensajes guarros por teléfono. Nunca quiso dar cuenta, pero ha llorado muchísimo, y terminó yéndose de allí. Pero es que llega un momento que dices ¿Por qué me tengo que ir yo si he llegado antes? Este es mi sitio, tengo aquí mi casa ¿Para qué esta persona no me acose me tengo que ir yo?

- ¿Los posibles casos de acoso sexual es algo que sucede cuando las agentes acaban de llegar?

Alicia continúa. "No, a día de hoy hay muchos casos, lo que pasa es que no se atreven a denunciarlo y salir a la luz. Hay mujeres veteranas que sufren acoso sexual. No puedo dar datos ni nombres, pero a día de hoy hay mujeres que llevan muchos años en la Guardia Civil y te toca un depredador y te tocó, tengas la edad que tengas. Lo que pasa es que actúas diferente con veinte años que con cuarenta".

Carmen sigue. "Cuando eres joven y acabas de llegar, entre que todo te asusta mucho, que no sabes cómo funciona el tema, no sabes qué hacer. Tienes miedo a que te expedienten, a que vayan a por ti. Habrá mujeres que no le ha pasado nada de esto, no dudo que haya sitios donde sí, pero te llega una persona de esta calaña y acaba con el sitio entero.

Querer ser "uno más"

Eva, destinada en Madrid con 17 años en la Guardia Civil, hoy en una especialidad de armas y hasta hace dos años en Seguridad Ciudadana, escucha impactada a sus compañeras. "No me han pasado casos tan fuertes como a Alicia y Carmen, pero dependiendo de algún compañero sí notas ese machismo con la mujer. En el puesto donde yo estaba, muchas veces hemos salido dos compañeras juntas y no lo veían bien, creían que no íbamos a ser capaces de enfrentarnos a cualquier problema. En la Guardia Civil no todo es fuerza física, a veces hablando con el ciudadano evitas muchas situaciones.

Y recuerda. "Hace poco, en una detención a una persona en un estado de drogadicción muy alto, nos agredió y terminamos rodando por el suelo. Al final lo detuvimos sin problemas, podía habernos lesionado como a un compañero más porque su estado era muy agresivo, pero como a uno más".

Silvia, la más veterana, es de la cuarta promoción y ahora destinada en el Seprosa de Valladolid. "Lo que están contando mis compañeras lo conocemos todas. Otra cosa es que se denuncien los casos o lleguen a algún sitio. Treinta años después, vas a una ciudad donde no están acostumbrados a ver a las mujeres guardias y se siguen quedando alucinados, como si vieran a un extraterrestre. Hemos evolucionado en muchísimas cosas y en otras seguimos estancadas".

Silvia explica la actitud de muchos de sus compañeros en los veinticinco años que lleva de servicio. "O te encontrabas el típico que se creía que era tu padre, o el que dice mejor quédate aquí que ahora salgo yo. Y una de dos, o estás ejerciendo un paternalismo conmigo, malentendido porque no lo necesito, o me estás ninguneando o menospreciando como persona. Eso sigue ocurriendo incluso con compañeros de tu misma edad".

Alicia responde. "¿No os ha pasado nunca…? Yo trabajaba en el aeropuerto, en Palma de Mallorca, y escuchar ‘Dile a la niña que baje que hay que cachear a una señora’ ¿La niña? La niña llevaba una pistola en la cintura".

Carmen continúa. "A mí también me pasó cuando estábamos en la localidad de Rosas. Tuvimos una revuelta, necesitaban apoyo y nos llamaron a un montón de unidades. Estaban repartiendo cascos y escudos y yo era la única mujer, se me quedó mirando el capitán y me dijo, a ti no te voy a dar escudo, tú te quedas ahí detrás no vaya a ser que te peguen".

Silvia hace hincapié en las dificultades ante casos de acoso para interponer quejas o denuncias. "En estos treinta años ha habido casos suficientes para que hubiera un protocolo específico y externalizado. El protocolo de la Guardia Civil si tienes un problema de acoso sexual o laboral a quien le tienes que trasladar ese problema inmediato es al mando, precisamente quien puede estar produciendo o encubriendo ese acoso. Y la mayoría se calla por eso, como no hay ninguna vía para poder solucionarlo, puedes agravar el problema. O lo que decía Carmen, pedir otro destino..."

Para Carmen no es la víctima quien tiene que marcharse. "Cuando tienes una familia, una casa, unos colegios, unos niños… dónde vas, si fueras tu sola, coges y te vas. Pero cuando te encuentras en una situación en la que no puedes irte, qué haces".

"Parece que casi siempre, digo casi siempre porque no es en todas las situaciones, eres tú la que provoca, que te los estás tomando muy a pecho, o que no te ha querido decir eso, estás muy sensible y te lo has tomado de esa manera… A lo mejor sí, pero otras no. A lo mejor no soy yo la culpable porque no es a mí únicamente a la que le está pasando. El mutismo que quieren imponer, el acallarlo, no entiendo por qué. Estamos viendo que ahora mismo están saltando casos de acoso en todas las esferas sexuales, dentro del cine, presidentes de Gobierno… Pues si está pasando vamos a atajarlo y solucionarlo, no silenciarlo, que parece que es lo que quieren hacer aquí."

¿Dónde está la brecha salarial?

Las agentes defienden que en la Guardia Civil no hay brecha propiamente dicha al tratarse de escalas oficiales, sin embargo, cuando empiezan a tener hijos, dejan automáticamente de ascender. Según Eva, "ese paso cuesto hasta que los hijos se hacen mayores, cuando quieres darlo o ya te ves mayor o ya cuesta. Que tu pareja o tu marido se haga cargo de los hijos es imprescindible, que el hombre de un paso a un lado y apueste por el ascenso de su pareja. La mayoría estamos en la parte baja porque las circunstancias mandan. De hecho, solo hay una teniente coronel en la Guardia Civil, ojalá se ascienda más porque es necesario. Tenemos diferente forma de empatizar y llevar el mando".

Para Silvia, la brecha salarial que existe es indirecta. "En la medida en la que la mayoría de las reducciones de jornada son de mujeres y las especialidades también son ocupadas por hombres, acaban ocupando los puestos de más salario ellos".

Silvia se hace una pregunta de mayor calado ¿Facilita la Guardia Civil la incorporación de la mujer? "Después de 30 años no llegamos al 6,7% de plantilla. Dicen que hemos entrado tarde pero la Policía Nacional lo hizo diez años antes y están casi en el doble; en el Ejército, y ambos pertenecemos al ministerio, nos triplican. Esta mañana hemos escuchado en una ponencia que la Guardia Civil no debe ser atractiva para las mujeres, yo tengo otra opinión, la Guardia Civil no quiere a las mujeres".

Si se presentan todos los años a las oposiciones un 22% y solo llega a hacer el curso de capacitación un 6% cada año, si treinta años después seguimos en las mismas cifras es que la Guardia Civil no quiere que la mujer esté en el cuerpo, no hay otra explicación. No es una cuestión de que no pasemos las pruebas, hay un cupo vedado y no entramos, continua.

Para Alicia "Hay una criba y no sabemos dónde está. Creemos que está en la entrevista psicológica porque los conocimientos y la física lo pasamos".

Armas en bandoleras

Otro asunto crucial es el material de trabajo. Las agentes recuerdan, entre risas, la evolución de indumentaria femenina. "La ropa que nos dieron cuando empezamos era muy ridícula, hay que decirlo (risas). Teníamos una faldita-florero, una falda pantalón con tacones y un bolso de bandolera que yo guardo todavía. Sal así corriendo detrás de un chorizo".

O cuando te quedas embarazada, recuerda Carmen. "Me dieron un traje que era, como si tuviera obesidad mórbida, mi sargento cuando se lo enseñé, me dijo, no te irás a poner eso, casi prefiero que no trabajes".

Silvia también tuvo a su primer hijo con la indumentaria oficial de los noventa. "Entonces no existía el pichi y me tuve que arreglar una chaqueta y un pantalón de mi marido que medía 1,90 cm y pesaba 100 kilos".

"Yo me acuerdo que en el aeropuerto de Palma venían los alemanes y te señalaban con el dedo" apunta Alicia en referencia al pichi con bandolera. "Ahora nos reímos, y yo me he reído porque hay que aprender a reírse, pero hemos pasado lo nuestro…".

 
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