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Portugal

El escándalo de 'FamilyGate' daña el prestigio del Ejecutivo socialista en Portugal

Abundan los vínculos familiares entre decenas de miembros del Gobierno luso

Antonio Costa en una imagen de archivo del mes de diciembre / Pedro Nunes Reuters

Lisboa

Desde hace varias semanas en Lisboa se repite un chiste que tiene al primer ministro socialista de Portugal, António Costa, como protagonista: el jefe del Gobierno luso recibe una llamada convocándole a una reunión familiar, y él responde preguntando, “¿en casa, o en el Consejo de Ministros?”.

La broma hace referencia a FamilyGate, el escándalo en el que se ha visto envuelto el Ejecutivo este mes debido a los numerosos –y sospechosos– vínculos familiares entre los miembros del Gobierno portugués. Casi 40 altos cargos –entre ellos ministros, secretarios de Estado, altos cargos de comisiones gubernamentales y jefes de gabinetes de la administración– están conectados por matrimonio o sangre.

Dado que han llegado a estos puestos públicos por nombramientos a dedo, ha surgido la sospecha de que los socialistas lusos han aprovechado los últimos tres años y medio en el poder para colocar a sus seres queridos en cargos públicos. La revelación de estos vínculos ha hecho disparar las críticas al primer ministro, cuya popularidad se ha visto afectada por las acusaciones de nepotismo suscitadas por el escándalo.

¿Familia política, o política familiar?

La realidad de los hechos es imposible de ignorar. En el Consejo de Ministros se sienta un matrimonio –el compuesto por Eduardo Cabrita, ministro de Administración Interna, y su mujer, Ana Paula Vitorino, ministra del Mar– y un dúo padre-hija –el formado por José António Vieira da Silva, ministro de Trabajo, Solidaridad y Seguridad Social, y su hija, Mariana Vieira da Silva, cuyo nombramiento al puesto de ministra de la Presidencia en febrero generó las primeras críticas a la tendencia gubernamental–.

Esa tendencia es evidente en otros niveles del Ejecutivo, donde no resulta difícil dar con familiares de altos cargos socialistas que han sido fichados fortuitamente, cayendo en los gabinetes de secretarías de Estado o en comisiones gubernamentales poco conocidas. Entre los casos más señalados están el del hermano de la secretaria general adjunta de los socialistas lusos, Ana Catarina Mendes, que fue fichado para ser secretario de Estado para Asuntos Fiscales; el de Catarina Gamboa, la mujer del ministro de Infraestructuras, seleccionada para el gabinete del secretario de Estado adjunto para Asuntos Parlamentarios; y el de Mafalda Sarrasqueiro, mujer e hija de diputados socialistas, nueva jefa del gabinete del secretario de Estado adjunto de Modernización Interna.

También se han citado los nombramientos del esposo de Francisca Van Dunem, ministra de Justicia, a la presidencia de la Comisión de Renegociación de la Concesión de la Terminal de Sines, y el de la pareja de la veterana socialista Idália Serrão a la presidencia de la Autoridad Nacional de Seguridad Vial.

Líneas rojas

Costa inicialmente intentó restar importancia al asunto y opinó que en un país pequeño es normal que existan conexiones dentro de una misma familia política. Confiando en la integridad de su Gobierno, el primer ministro afirmó que todas las personas nombradas a cargos en su administración habían llegado a sus puestos por criterios objetivos de competencia y no por parentesco.

Pese a ello, ante las críticas tanto de la oposición conservadora –que afirma que el organigrama de Ejecutivo se asemeja a un árbol geneológico– como de sus aliados de la izquierda radical, Costa se comprometió a examinar su Gobierno y acabar con cualquier irregularidad que detectase. Como línea roja, declaró que no aceptaría situaciones en las que un alto cargo hubiese nombrado a un familiar suyo a un gabinete que dependiese de su persona.

El jueves Costa tuvo que cumplir con su palabra y pedir la dimisión del secretario de Estado de Ambiente, Carlos Martins, cuando los medios lusos revelaron que había contratado a un primo suyo para su gabinete. Si bien el primer ministro demostró su posición firme en éste respecto, también se vio obligado a reconocer que el parentesco influyó en al menos un fichaje de su Gobierno, y la oposición aprovechó su comparecencia en la Asamblea de la República por la tarde para atacarle por el desliz. El primer ministro se defendió de los ataques afeando a los conservadores por los casos similares detectados en anteriores gobiernos, pero aseguró que haría todo lo posible para acabar con la situación actual, y sugirió que en el futuro estaría bien crear un reglamento para establecer pautas firmes en el nombramiento de familiares de miembros del Ejecutivo.

Poco después de la comparecencia del primer ministro en el Parlamento, el diario Observador reveló seis nuevos casos de familiares de altos cargos socialistas colocados en puestos públicos, y el semanario Expresso desveló la curiosa trayectoria política de Ana Isabel Marrana, ex mujer del ministro de Ambiente, João Matos Fernandes. Mientras todavía era mujer del ministro, en 2015, Marrana fue nombrada jefa del gabinete de la secretaría de Estado del Ordenamiento del Territorio, departamento que dependía de su persona. Ahora, cuatro años más tarde, acaba de ser fichada como asesora de la Agencia Portuguesa del Ambiente, organismo que también cae bajo la jurisdicción de su ex esposo.

Tanto Marrana como Matos Fernandes niegan que su relación tenga algo que ver con su nombramiento a los puestos en cuestión.

 
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