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Afganistán

Elecciones presidenciales en Afganistán bajo el miedo a los atentados indiscriminados

Las abstención forzosa puede ser muy elevada por temor a posibles atentados en los colegios electorales

Cartel electoral en Kabul / Gervasio Sánchez

Kabul

Las elecciones presidenciales de este sábado se celebran con varios meses de retraso y coinciden con la ruptura de las negociaciones entre los talibanes y el gobierno de Estados Unidos.

Los 17 candidatos, entre los que se encuentran el actual presidente de Afganistán, Ashraf Ghani y su jefe de gabinete (que actúa como primer ministro de facto), Abdullah Abdullah, están realizando una campaña electoral sin apenas actos públicos al aire libre por miedo a los atentados indiscriminados de los talibanes y del Estado Islámico.

El Estado Islámico de Afganistán, grupo armado nacido y desarrollado en Irak y Siria, está formado por miles de terroristas capaces de hacer explotar una bomba en una boda con un millar de invitados como hicieron a mediados de agosto, matando a más de 60 personas e hiriendo a casi 200, entre ellos decenas de niños y mujeres.

Kabulíes esperan transporte ante un cartel electoral / Gervasio Sánchez

En contraste con lo ocurrido en las elecciones presidenciales de 2004 y 2009, ninguna mujer se ha presentado como candidata presidencial. En las últimas elecciones presidenciales, celebradas en abril de 2014, la única mujer candidata fue descalificada antes del día de las votaciones.

En cambio, tal como ocurrió en las distintas elecciones presidenciales celebradas en Afganistán desde la caída de los talibanes en noviembre de 2001, algunas candidaturas están encabezadas por criminales de guerra.

El más sobresaliente es Gulbuddin Hekmatyar, uno de los máximos responsables de la guerra civil que destruyó Kabul y descompuso la sociedad afgana tras la salida de los últimos soldados rusos hace tres décadas, en febrero de 1989.

Hekmatyar, un señor de la guerra con un historial criminal difícil de superar e incluido desde el 2003 en la lista de terroristas de Estados Unidos que participaron en ataques contra intereses estadounidenses, firmó un acuerdo de paz con el gobierno afgano en setiembre de 2016.

El actual presidente Ghani, el expresidente Hamid Karzai y varios criminales de guerra afganos le dieron una calurosa y vergonzosa bienvenida en Kabul tras abandonar las armas.

El actual proceso electoral coincide con el 40 aniversario de la invasión soviética, en diciembre de 1979, que envolvió en una guerra eterna al país asiático y cuya población menor de 45 años, la mayoría de sus 38 millones de habitantes, no conoce lo que significa la palabra paz.

Un guardia de seguridad custodia un restaurante en el centro de Kabul / Gervasio Sánchez

Una red de organizaciones especializadas en observación electoral ha recomendado que las elecciones sean suspendidas durante tres semanas hasta el 18 de octubre para que los organismos electorales tomen las medidas necesarias para garantizar una elección transparente y justa.

Aseguran que el material electoral no se ha transferido a 12 de las 34 provincias del país cuando quedan cinco días para la jornada electoral. Tampoco se ha completado el reclutamiento de trabajadores electorales ni se ha movilizado a la policía femenina imprescindible para realizar labores de control en los colegios electorales.

Aunque es muy difícil saber con exactitud qué porcentaje del territorio afgano está controlado por los talibanes, se cree que un 12% por ciento de los distritos (50 de 407) están plenamente en manos del grupo armado que lucha por el establecimiento del llamado Emirato Islámico de Afganistán, y otros 200 distritos están bajo disputa permanente, tal como indicaba Georges Lefeuvre, exasesor de la Unión Europea en Pakistán, en un artículo publicado en la versión española de Le Monde Diplomatique de abril de 2019. El estado afgano y sus fuerzas de seguridad apenas controlarían un 38% de los 647.500 kilómetros de extensión (más que España y Portugal juntos).

Los talibanes han decidido boicotear las elecciones presidenciales y han incrementado el número de atentados con el objetivo de atemorizar a los votantes y convencerlos de la peligrosidad de acercarse a los colegios electorales. La abstención forzosa es posible que sea muy elevada.

 
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