Ocio y cultura

Cinco meses de política cultural de Andrea Levy: ceses, dedazos e injerencia

Directores y gestores como Ernesto Caballero, Juan Carlos Martel, Alfredo Sanzol, Fefa Noia o Manuel Llanes reflexionan sobre la situación de inseguridad que vive el sector teatral tras los ceses y nombramientos realizados por el Ayuntamiento de Madrid

Andrea Levy, en el estreno de la obra 'La fiesta del chivo' / Carlos Alvarez Getty Images

Madrid

El pasado domingo, tras ser cesados de forma fulminante al frente de la dirección del Centro Cultural Conde Duque de Madrid, Isla Aguilar y Miguel Oyarzun hacían público un comunicado en el que ya apuntaban lo que sucedería un día después, el lunes, cuando Andrea Levy hiciera público el nombre de su sustituto: "La designación de una persona que sustituye un cargo legitimado por concurso público, resuelto antes de tiempo, de manera unilateral, pone a ese profesional en una situación muy delicada, obligándole a entrar en el juego de la injerencia política".

Ese lunes, el Área de Cultura del Ayuntamiento de Madrid anunciaba que Natalia Álvarez Simó estaría al frente de Conde Duque. La que fuera directora artística de los Teatros del Canal desde 2016 cesó en su cargo en agosto de este año, con el cambio del equipo de gobierno en la Comunidad. Gran parte de la profesión teatral firmó un manifiesto en el que pidió a Marta Rivera de la Cruz la continuidad de su proyecto, su renovación al frente del teatro. La consejera de Cultura designó sin concurso público a Blanca Li. Entre los firmantes de ese manifiesto estaban Isla Aguilar y Miguel Oyarzun.

Antes del nombramiento de Álvarez Simó, Andrea Levy había revertido la decisión del ayuntamiento de Manuela Carmena de separar el Teatro Español y las Naves dec Matadero y volvía a fusionar ambos espacios, anunciaba a sus directores -Carme Portaceli y Mateo Feijóo- que no prorrogaría sus contratos y nombraba a Natalia Menéndez directora de los dos teatros. Otro nombramiento efectuado a dedo por Levy, con el apoyo de Ciudadanos y VOX, fue el de Laila Ripoll para dirigir la programación escénica del Teatro Fernán Gómez, arrinconando a Nacho Marín a la oferta musical del centro. Y a los nombramientos directos, sin concurso público, se sumó también la salida de Soledad Gutiérrez de CentroCentro, tras anunciarle que podía terminar su contrato pero sin poder desarrollar el proyecto con el que ganó el concurso público porque el ayuntamiento había decidido "redefinir" la línea de este espacio. 

“Desde nuestro sector debemos fomentar el respeto y la independencia de la Cultura sin entrar en clientelismo, ni en la intromisión partidista en las tareas artísticas. ¿Qué futuro nos espera si colaboramos con estas prácticas?”, planteaban también Oyarzun y Aguilar en su comunicado. Y esa pregunta ha estado estos días muy presente en la conversación del sector de las artes escénicas, no solo en Madrid. En la Cadena SER hemos pedido a gestores culturales y directores de teatros o festivales un análisis, una radiografía de la situación de incertidumbre, inseguridad y vulnerabilidad del sector tras las últimas decisiones políticas en Madrid en materia de Cultura.

Ernesto Caballero, dramaturgo, director de escena, director del Centro Dramático Nacional: “La tentación del político de utilizar la cultura en beneficio propio y hacer un uso sectario o partidista siempre ha existido y sigue existiendo. La cuestión es que, hace unos años, se llegó al acuerdo de desligar la lucha partidista de la gestión cultural y se establecieron códigos de buenas prácticas y concursos públicos, en la línea de que el político tenía que dar un paso atrás, sabedor de que los proyectos culturales cifran sus objetivos a medio y largo plazo y que no pueden estar pendientes de los cambios, y menos ahora, que tenemos cambios de gobierno cada seis meses. Era un acuerdo tácito entre la clase política y los gestores y creadores. Y en un momento dado, hace un tiempo, se empezó a tambalear este sistema y parece que nadie se lo creyó. Parte de la responsabilidad la tenemos los propios creadores, gestores, que somos cortoplacistas, que buscamos intereses inmediatos y no hacemos valer nuestra voz. Si fuera así, los políticos darían un paso atrás. Creo que, así como la sanidad o la educación la tienen que diseñar los expertos en sanidad y educación, las políticas culturales las tienen que diseñar los expertos en la materia. Y dejar que los proyectos, no las personas, se desarrollen. Y, evidentemente, pedir cuentas por esos proyectos y, si no dan los resultados esperados, nuestros representantes (políticos) tienen que tomar cartas en el asunto y plantear recambios, pero a partir de resultados que deben estar enunciados en un programa de gestión cultural.

Tendríamos que reflexionar todos y evitar el cortoplacismo y las tentaciones partidistas porque el político sólo entiende la cultura como propaganda, y eso es de vía estrecha. Si (el político) entendiera que la cultura forma parte del vigor ciudadano, otro gallo nos cantaría, pero hoy nuestra clase política no pasa por su mejor momento en lo que a ilustración se refiere”.

(Ernesto Caballero fue el primer director del Centro Dramático Nacional elegido por concurso público en 2012. Abandonará su cargo el próximo 31 de diciembre para ser sustituido por Alfredo Sanzol)


Juan Carlos Martel, director del Teatre Lliure de Barcelona: “El tipo de contratación que se está llevando en las instituciones de Madrid es absolutamente anómalo, no permite estrategias y el desarrollo de políticas culturales. Es anómalo que personas con reputación profesional tengan que ser autónomos para ejercer, después de haber pasado por un concurso. Además, estamos viviendo en un país donde la política cultural es absolutamente inexistente. La injerencia de la política en la cultura no tiene sentido en el desarrollo de proyectos culturales que requieren de tiempos que no tienen absolutamente nada que ver con los calendarios políticos. Se hagan concursos o no se hagan, la sociedad requiere de políticas culturales. Si estas no existen, no existirán proyectos que se puedan desarrollar y, si eso va a ligado al calendario político, no tiene sentido. El problema es de democracia, de saber qué significa y saber que no existen verdades sino veracidades, y para ser veraz, hay que ser honesto con los demás y con uno mismo”.

(Juan Carlos Martel fue elegido director del Teatre Lliure tras ganar un concurso público en enero de 2019)

Miguel del Arco, director de escena, codirector del Pavón Teatro Kamikaze: “Todavía estamos esperando a que los políticos que llegan a su cargo lo primero que hagan no sea descabezar equipos, sino intentar consolidar la independencia de las entidades de producción. Eso es lo que me parecería lo lógico. Elige a dedo o elige concurso, a mí me parecen bien ambas posibilidades, pero hay que ser consecuente con lo que se dice cuando se está en la oposición y hay que ser consecuente cuando se está en la dirección de los centros, con las cosas que se piden o se dejan de pedir y que luego, cuando uno es el elegido, callamos. Pero creo que los políticos deberían hacer todo lo posible para que las entidades de producción artística sean entidades independientes. Para que sean independientes de ellos. Lo que deberían a ver es intentar que tengan más medios económicos, y que un director saliente no sea un corte en seco y allá te las den. ¿Por qué no puede haber un tiempo en que una dirección entrante y una saliente puedan convivir para que se expliquen, para que compartan lo bueno y lo que se puede mejorar?”

(Miguel del Arco dirige y gestiona el Pavón Teatro Kamikaze junto a Israel Elejalde, Jordi Buxó y Aitor Tejada desde el año 2016)


Manuel Llanes, director del Teatro Central de Sevilla: “Creo que, en líneas generales, en España no estamos situados a los niveles de normalidad de Europa. Los proyectos en teatro público requieren bastante tiempo para ponerlos en marcha y para fidelizar a las audiencias porque es muy frágil abrir nuevos espacios. Y nosotros, los directores, necesitamos mucho tiempo para hacer nuestra labor de intermediación entre artistas y público. (En España) somos excepcionales, pero no en ese sentido de la excepción cultural francesa, que respeta los proyectos a muy largo plazo. Los cambios permanentes en los proyectos culturales, en los equipos que están al frente de esos espacios, me parecen contraproducentes. Otra cosa es cómo se nombre a los directores y equipos de dirección. Se dice que los concursos son transparentes, pero hay otras maneras. Yo he asistido en Francia a cambios de dirección en el Théâtre de la Ville o en el Festival de Aviñón en los que ha habido un acompañamiento durante los últimos 4 o 5 años de mandato por parte de alguien de su confianza para que el proyecto siguiera en la misma línea. Pero para eso hay que contar con la confianza de los dirigentes políticos.

Creo que hay una cultura extendida desde hace muchos años, muy metida en la sociedad española, sobre la dirección de los espacios culturales. En Europa se ha hablado siempre de autonomía de gestión, presupuestaria y artística, cuando se nombra a alguien con confianza, y mantener la confianza en alguien al frente de un espacio cultural púbico parece que todavía es difícil”.

(Manuel Llanes, que comenzó a dirigir el Teatro Central de Sevilla en 1992, es el director artístico de los Espacios Escénicos de la Junta de Andalucía)


Fefa Noia, exdirectora del Centro Dramático Galego: “Respecto a los últimos cambios y nombramientos en las direcciones de los teatros, yo trato de hacer un ejercicio de empatía, entender a quienes se incorporan los cargos, a los que se ven forzados a abandonarlos y a los políticos que deciden propiciar estos cambios. Es innegable que cuando te incorporas a una administración quieres dejar huella, marcar, y a veces el equipo que encuentras no te parece el idóneo. Pero es cierto que yo echo de menos un ejercicio de generosidad sobre la continuidad de la institución o los proyectos que te has encontrado y que necesitan más aire y más tiempo para respirar, y ver qué repercusión y qué recepción han tenido. Y, en ese sentido, yo creo que, en la última época, ha habido proyectos en Madrid que se merecían más tiempo porque habían tenido una repercusión positiva en la ciudad y no ha sido así.

Respecto a las personas que cesan en el cargo, claro que tienen no sólo el derecho a la pataleta, sino también su necesidad de manifestar su desacuerdo con esas decisiones políticas y defender su proyecto. Sobre los que se incorporan, es comprensible que quieran hacerlo con un proyecto nuevo, que no sea lastrado por la forma de acceder al cargo, sino empezar de cero. Y, por otra parte, yo estoy segura de que estas personas que se están incorporando van a tener la generosidad para saber cómo dar continuidad para que no todo sea borrón y cuenta nueva y van a saber jugar a favor de las instituciones.

Lo que sucede en España, en las políticas culturales, es la ruptura constante, hay una interrupción más habitual de lo deseable: hay proyectos que le dan personalidad y sentido a una institución y deberían pararse a pensar cuál es la naturaleza de esta institución y elegir qué líneas de acción, aunque vengan del pasado, vale la pena continuar y seguir desarrollando”.

(Fefa Noia fue elegida por concurso público directora del Centro Dramático Galego en 2015 y hasta octubre de 2019, cuando anunció que dejaba el cargo de forma voluntaria)


Salvador Sunyer, director del Festival Temporada Alta (Girona): “En nuestro país, la relación entre política y cultura es muy difícil, casi de república bananera. Lo normal es que los políticos marquen qué sentido tiene la política cultural que debe hacerse y los gestores y directores la ejecuten. Aquí lo que pasa es que los políticos, en general, ponen y quitan a los directores en función de intereses partidistas o intereses rarísimos. No se respetan los proyectos presentados y no se respetan, normalmente, las fechas de caducidad de dichos proyectos. Lo normal sería que las instituciones tuvieran directores de media legislatura a media legislatura, para que así los gestores y los políticos trabajaran en tiempos diferentes”.

(Salvador Sunyer es gestor y productor teatral, fundador de Bitó Producciones, empresa que gestiona el Festival Temporada Alta)


Carme Portaceli, directora de escena, exdirectora del Teatro Español: “Creo que lo que no se puede es vincular los movimientos políticos con las selecciones de las personas al frente de las instituciones culturales, eso es absolutamente imposible. No podemos ser tan vulnerables. En Europa eso no pasa, los códigos de Buenas Prácticas se cumplen a rajatabla. No puede ser que tengas un tiempo que vaya con el tiempo electoral y que cuando venga un gobierno nuevo echen a la gente, la cambien… Es muy extraño y muy raro, y me sabe mal hablar así porque respeto mucho a mis compañeros y compañeras, pero esta manera de proceder no me parece justa ni lógica. Y luego está la parte humana, cómo hablan con la gente, si hablan contigo o no, cómo te lo explican, si se reúnen contigo, si te miran a la cara o no, y eso es tremendo. Creo que sí ha habido injerencia política en Madrid, y yo mantengo que va a más allá de que sea ideológica. Es política porque yo tengo la sensación de que es eso de quitar todo lo de antes y vamos a poner lo que nos interesa a nosotros, más allá de que las personas sean válidas, es eso de hacer las cosas como les da la gana. Hay unas normas, un Código de Buenas Prácticas. En los países a los que viajo -Francia, Bélgica, Portugal- están pasmados de cómo se están haciendo las cosas aquí, es muy fuerte”.

(Carme Portaceli fue elegida por concurso público directora del Teatro Español, cargo que ocupó desde 2016 hasta septiembre de 2019)


Alfredo Sanzol, dramaturgo, director de escena y próximo director del Centro Dramático Nacional: “Tenemos que ser respetuosos y defender a los profesionales de los nuevos nombramientos porque ellos no son responsables de esas políticas. Dicho esto, creo que estas políticas de cambios súbitos lo que crean es inseguridad jurídica y falta de continuidad en los proyectos de cultura, que necesitan crearse a largo plazo. Creo que tanto el Ayuntamiento de Madrid como la Comunidad sería muy conveniente que siguieran el Código de Buenas Prácticas que firmó la profesión con el Ministerio de Cultura u otro código que firmaran el Ayuntamiento o la Comunidad, o que crearan un reglamento en el que se comprometieran a crear proyectos de cultura que fueran más allá de nombramientos de confianza, que son los nombramientos normales dentro de la política pero aquí, en los proyectos de cultura, estamos hablando de otro tema”.

(Alfredo Sanzol, elegido por concurso público, se incorporará a la dirección del Centro Dramático Nacional en enero de 2020)

 
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