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El riesgo para la salud de chupar las cabezas de las gambas

La Agencia Española de Seguridad Alimentaria aconseja dejar de chupar las cabezas de las cigalas, langostinos y gambas para reducir nuestra exposición al cadmio

Marisco fresco en el Mercado de la Boquería en Barcelona. / Getty Images

Madrid

El cadmio, un metal pesado que se encuetra asociado en la naturaleza a minerales como el cinc, el cobre o el plomo, podría ser la causa de un disgusto para muchos esta Navidad. Su presencia en la carne oscura de los crustáceos, es decir en la cabeza de las gambas, cigalas y langostinos, cuyo consumo se dispara en estas fechas, convierte la práctica alimentaria en un riesgo. La Agencia Española de Seguridad Alimentaria (Aecosan) advierte de la presencia de este metal y de sus riesgos y aconseja evitar chupar las cabezas de estos animales.

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La mayor fuente de exposición al cadmio del ser humano es precisamente la alimentación, aunque sus múltiples usos industriales -en la quema de combustibles fósiles, metalurgia o incineración de basuras- aumentan su presencia. La absorción en el aparato digestivo es baja, pero el cadmio tiende a acumularse en el organismo, sobre todo en el hígado y el riñón, y puede permanecer en el cuerpo entre 10 y 30 años.

La vida diaria ya provoca una absorción de cadmio, señala la Aecosan, en dosis bajas. La presencia de cadmio en la carne blanca de estos crustáceos, tanto del cuerpo de las gambas o cigalas, como en los apéndices de los crustáceos tipo cangrejo (buey, centollo, por ejemplo), es baja. Sin embargo, en la carne oscura, que es la que se encuentra en el cuerpo de los cangrejos, en el aparato digestivo del buey o centollo, y en la cabeza de langostinos o cigalas, hay una presencia de cadmio mucho mayor.

El cadmio es tóxico para el riñón al aumularse pudiendo causar una disfunción renal. También puede afectar a los huesos y causar su desmineralización como resultado de esa disfunción renal. Una exposición prolongada o alta puede producir que el daño tubular evolucione hasta llegar a provocar un fallo renal y, a largo plazo, cáncer. La Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC) ha clasificado el cadmio como un agente de la categoría 1 (cancerígeno para los humanos).

 
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