Ocio y cultura

Santiago Lorenzo: "El verdadero patriotismo es nuestra cultura, no las banderas a media asta"

El autor de 'Los asquerosos' reflexiona sobre la importancia de la cultura y critica a la ultraderecha: "Esa purria va a ir cayendo"

Santiago Lorenzo / Cecilia Díaz Betz

Madrid

Santiago Lorenzo (Portugalete, Vizcaya, 1964) es escritor, guionista y director de cine. Autor de las novelas Los huerfanitos, Los millones y Las ganas. En 2018 publicó, también en Blackie Books, Los asquerosos, la historia de un tipo que abandona la gran ciudad y se va a un pueblo perdido y vacío para hacer de la austeridad y el aislamiento una forma de vida, como hizo el propio autor en 2012. Dice Santiago Lorenzo que su vida en la aldea no ha cambiado demasiado con el confinamiento y que le "cae bien" esta España que se queda en casa y que está más cerca del finlandismo que del landismo. Eso sí, echa pestes sobre el comportamiento de la oposición -"gente con vidas afectivas y sexuales que tienen que ser horrorosas"- , sobre la mochufa de ultraderecha y defiende que la cultura es  "nuestro verdadero patriotismo, y no la mierda esa de las banderas a media asta, que no van a curar a nadie ni a corto, ni a medio, ni a largo plazo". 

Preguntarle a usted, que lleva desde 2012 aislado en un pueblo de veinte habitantes, cómo lleva esto es un poco marciano, pero se lo voy a preguntar igual… ¿Cómo lleva el confinamiento?

Bueno, no son 20, son 16 y conmigo 17. Lo llevo bien, a mí me ha cambiado muy poco. Pero es distinto estar confinado por obligación que estarlo por decisión propia.

¿Observa las medidas de confinamiento, a pesar de estar en un lugar tan poco poblado?

A mí me interesa mucho hacer las cosas no porque te las mandan, sino porque tú las decides, utilizar bien tu propia libertad y, si hemos quedado en que nos quedamos aquí, hay que acatar las normas cuando están basadas en el sentido común. Aquí, en mi aldea, ha habido gente que ha hecho como que le pillaba aquí el estado de alarma, gente que no vive aquí, son los que peor se están portando y lo suyo es que cogieran el bicho, no los que mantenemos las normas.

Usted está muy acostumbrado a gestionar la austeridad…

Me entretiene, como en su día me entretuvo mucho tirar el dinero, me interesa ensayar cosas nuevas y me gusta pensar que cenar pan es una gozada de cena, sobre todo si te has inflado de percebes en los años anteriores. Si te vienes a vivir a un pueblo, la idea es vivir como se ha vivido siempre, donde las circunstancias son otras, y cuando te quieres dar cuenta estás adoptando usos que se pegarían de tortas con lo que sería la vida cotidiana en unan gran urbe. Porque yo vivía muy cerca de donde estáis, en Gran Vía 32, en el centro de Madrid, y era una gozada, pero si vas a cambiar tienes que cambiar, si no, no merece la pena.

De todas maneras, en los pueblos está más interiorizada la austeridad, está más incorporada a la vida cotidiana… Si hay tomates, estupendo, pero si no, hay cebollas, y no pasa nada

Sí, lo podríamos sintetizar en la expresión ‘mira, menos tonterías’ y con eso queda todo dicho.

¿Está escribiendo?

No.

¿No ha vuelto a sentarse a escribir con vistas a publicar desde que terminó Los asquerosos?

Es que yo no sé si escribo sentado, creo que no. Yo hago mi vida, me van ocurriendo cosas y no puedo dejar de pensar en memeces, en mis chorradicas. Pero nunca estoy sentado. Las voy apuntando, tengo una casa llena de papelitos. Donde vivo hay una cosa muy barata, que es el espacio y vivo en una casa muy grandona, y voy apuntando cosas. El primer año después de publicar una cosa no te sientas nunca, estás pensando en paridas que pueden convertirse en novelas o no. Pero en el año 14, cuando empecé Los asquerosos, ni yo sabía que se iban a convertir en una novela esas bobadas que estaba pensando. Igual ahora, de repente, la parida que estaba pensando antes de que habláramos o la parida que voy a pensar después, coge y entra en una novela. Pero eso de sentarse y pensar que habría que escribir, no, no ni pa dios. La técnica es justo la contraria, olvidarse todo el tiempo de escribir y, cuando te das cuenta, tienes una novela entre manos. Es una cosa más rara…

¿Está leyendo? ¿Hay algún libro que le haya dejado bobo últimamente, como usted dice?

He estado leyendo una novela gráfica de Alfonso Zapico, una novela gráfica sobre la revolución de Asturias. Fue uno de los últimos libros que compré antes del confinamiento, en Swinton & Grant, de Lavapiés, y es una gozada.

No sé si sale a aplaudir a su balcón o no, si es que lo tiene… Pero me pregunto cómo cambian las acciones cuando uno está solo, como usted, o cuando uno está arropado por el colectivo… Son las mismas acciones, pero quizá cambian de significado

Son las mismas, es verdad, y estoy seguro de que son muy diferentes si las vemos desde un dron, pero a pie de tierra nos van a parecer las mismas. La verdad es que no me lo he planteado. A mí, lo que me gusta pensar es que las actividades colectivas de la ciudadanía en general me están dejando bastante sorprendido. El hecho de que hayamos quedado en quedarse en casa y la gente se quede, eso me sorprende positivamente. Tenemos la tendencia a pensar que este es el país del viva la virgen y que estamos a ver si nos ponen una norma para ver cómo la incumplimos y el que más la incumpla será el más listo. No. Ya era hora que quedáramos en hacer algo que tiene sentido, que tiene fundamento lógico, que es quedarse en casa cuando hay un pandemiaco como este que hay. Y que, en efecto, la gente en términos generales lo respete, se quede y España demuestre, como tantas veces, un sentido de comunidad, de trabajo en común. Hay una palabra en euskera que es auzolan, el trabajo comunal, que se haga un poco de auzolan, y que nos parezcamos un poco a Finlandia por una vez. Finlandismo en vez de landismo.

Es posible que tengamos demasiados prejuicios sobre nosotros mismos y el tipo de sociedad que somos y quizá esta situación actual esté desmintiéndolos

Estoy de acuerdo y tenemos que pensarlo más y dejarnos de pañoladas de oe, oe, oe. Déjate de oe, tío, que hay que pensar un poco las cosas y hay infinidad de personas que están demostrando una manera de estar en el mundo un poco normal. Hay que dejar de ir por la vida como si fuéramos Esteso y Pajares, no ellos, sino sus personajes, que ellos seguro que son unos tíos estupendos. Y con excepciones, porque también se están viendo cosas… Hablábamos antes del auzolan, el trabajo comunal, y me estoy encontrando la oposición esta de marras que parece como si estuvieran con ganas de dispararse en la cara ellos mismos, estamos viendo actitudes que no son de políticos, son frustrados de la vida, gente con vidas afectivas y sexuales que tienen que ser horrorosas a juzgar por su forma de apoyar la empresa común de salir de esta.

Quizá esta situación esté demostrando el poder de lo colectivo frente a ese individualismo con el que convivimos desde hace tanto tiempo

Yo es que vivo totalmente solo y hablando de comunidades me siento un poco raro. Bueno, qué bobada. Es todo tan relativo porque, en efecto, estás todo el día aquí solo, pero antes me has preguntado qué libro estaba leyendo y todos los libros que yo leo hablan de comunidades o de personajes colectivos. Pero desde mi aldea y lo que veo por Internet, lo que sí creo es que esto podría estar siendo muchísimo peor y me está cayendo muy bien España. A mí España en general me cae siempre muy bien, pero quitando esas excepciones que te decía antes… Ese que se dejó la barba, la del pescuezo, esa gente, esos frustrados, quitando esas excepciones, si este país ya me caía bien, ahora me esta cayendo mejor.

En este reseteo que vivimos, ¿cree que se están poniendo en crisis determinados valores y que ello nos conducirá a algún tipo de cambio?

La respuesta es sí y, además, la palabra reseteo es muy impresionante, está muy bien traída porque a mí me tocó alguna vez resetear el módem o como se llame y se parece mucho a eso. Todo el tiempo, todo lo que pasa, nos obliga a micro reseteillos, lo que pasa es que esto sí que es un cambiazo con el que yo, a mis 55 años, nunca me había encontrado. Lo que pasa es que todavía no sabemos cuáles van a ser esos cambios, pero creo que va a haber mucho negocio tonto que va a desaparecer y me voy a alegrar mucho.

¿Como cuál?

Esa porquería que tiene que ver con crearte la ilusión de que tú, durante un viernes, vas a vivir en un medio rural poco menos que medieval. Esas imbecilidades, por ejemplo, se van a ir a la mierda. Espero que se vayan a la mierda esas marranadas que te dicen que si te metes plastilina en los morros vas a ligar más, esas putas cerdadas de ponerse labios o tetas, esas cerdadas espero que se vayan al cuerno porque son una guarrada.

¿Qué le parecen todas esas iniciativas de compartir música, libros o teatro en redes sociales que se han producido estas semanas?

A mí me ha caído bien. La cultura, su consumo, no te voy a decir que es tan importante como el agua, el aire, el sueño o la comida, pero en una segunda instancia, es de una importancia capital. Es decir, a mí siempre me ha sobrado mucho tiempo, pero cada semana tengo un instante de necesidad de que me cuenten cosas, y la necesidad que se tiene de ese producto se está viendo aquí, por si hacía falta, en este confinamiento, la demostración de que es de una grandísima importancia. Tú no te mueres si no follas, pero hay una segunda instancia de necesidad como sería la sexual, y esta del entretenimiento, de consumir eso que se llama cultura, de comértela o de bebértela, estaría, para mí, a la misma escala de necesitud, después de las fundamentales que tienen que ver con nutrir el cuerpo. ¿Te acuerdas de que desde el año 2002 o 2003 había una especie de corriente de gente que odiaba el cine español? Yo recuerdo que un día estábamos rodando una cosa para televisión en la Casa de Campo y pasó uno en bici y nos insultó. Pues a esa gente que se metía con el cine español tú les dices que se ha roto la tele y se tiran por la ventana, aprovechando el aplauso se tiran por la ventana.

Esa gente es la que piensa que en la cultura solo hay subvencionados, ese prejuicio sigue existiendo

Sí, pero tú quítaselo, que mata al cónyuge. Es como si, de repente, nos dicen que van a quitar las vacaciones. En principio nadie se muere, pero sin vacaciones nos acabaríamos muriendo. Pues sin esto de las películas, los libros, los tebeos, los discos, los conciertos, las obras de teatro, los programas de la tele, los más idiotas y los más nobles, la radio más estúpida, la radio más fenomenal… Sin eso, la gente la palma. Y la próxima vez que alguien se vaya a meter con esto, que se lo piense. Las películas están menos subvencionadas que los pimientos verdes y mucho menos que los automóviles fabricados por empresas privadas. Y luego está el hecho de que ni tú ni yo podemos explicarnos a nosotros mismos sin Velázquez, nos podemos explicar pensando en Blasco Ibáñez, en Unamuno, en Buñuel. Incluso podemos explicarnos en negativo, por el asco que nos pueden dar Buñuel o Unamuno, pero nos estaremos explicando en torno a esas figuras. Pero insisto, esto del confinamiento nos está demostrando que (la cultura) nos hace mucha más falta de lo que pensamos y que no hace falta que la subvencionen o la dejen de subvencionar, que la financien o la dejen de financiar. Es una necesidad. Este es un país que tendría motivos específicos para su patriotismo, pocos países han generado un idioma como este, por ejemplo. Nosotros no éramos muy buenos como científicos, pero éramos muy buenos pintando cosas y escribiendo teatro y novelas. Ese es el patriotismo verdadero y no la mierda esa de las banderas a media asta, que no van a curar a nadie ni a corto, ni a medio ni a largo plazo.

¿De quién cree que es la responsabilidad de que no hayamos abanderado ese patriotismo con nuestra cultura? ¿De los gestores políticos, que no han sabido entenderlo? ¿Del propio sector, que no ha sabido explicarlo? ¿De nuestro sistema educativo, que no lo ha incorporado?

Esos movimientos de los que hablas son de arriba abajo, y va a ir de abajo a arriba, como los movimientos de verdad. Siempre que relacionamos cultura y patriotismo me acuerdo de un tío que viene aquí los veranos, que vota a Vox y que apenas sabe leer. Que, por supuesto, no sabe dónde está Alicante y va con la banderita de España en el coche. Esa purria va a ir cayéndose de los hombros como la caspa del cabello.

¿Usted cree que eso va a pasar o es lo que le gustaría que sucediera?

Mira, yo no sé si va a pasar, pero a mí me pasa. Yo desprecio a esa gente. En Los asquerosos se habla mucho de ellos. En la medida en que cada uno somos un país, en mi país no entran. En la medida en que yo no tengo ningún trato con esa gentuza, que ese es el mensaje de Los asquerosos, que a mucha gente le ha caído fatal, vas como si no existieran. Eliminas de tu vida a esta gente que va con la bandera a todos lados y que no tiene ni zorra idea de dónde está Villanueva de la Serena, por ejemplo.

 

 
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