Ocio y cultura
Carlos Ruíz Zafón

Hoy volveré al Cementerio de los libros olvidados

Barcelona es una ciudad de dragones y Carlos Ruiz Zafón los coleccionaba

Carlos Ruiz Zafón (archivo). / EUROPA PRESS

Barcelona

Sin tiempo para asimilar todavía las muertes de Pau Donés y Rosa Maria Sardà, llega la noticia de la muerte de Carlos Ruiz Zafón. Y como si de un familiar o de un amigo se tratara, llegan los mensajes al WhatsApp de aquellos con los que compartimos la emoción de la lectura de sus novelas.

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Porque La sombra del viento es un libro que te recomendaban y que tú también recomendabas. Para los que amamos la literatura fue un regalo. No es de extrañar que arrasara en España y en medio mundo.

La sombra del viento fue y es algo más que un libro. Aunque Zafón residía en Los Ángeles, nació en Barcelona y es en la Barcelona de la primera mitad del siglo XX donde está ambientada su novela más conocida. Hoy, para recordarle, volveré al Cementerio de los libros olvidados y, aprovechando que los turistas nos han devuelto la ciudad a los barceloneses –al menos por ahora–, aprovecharé para pasear por La Rambla, la Plaça Reial, por Avinyó, Sombrerers…

Me daré un paseo por las páginas y las calles de La sombra del viento siguiendo los pasos de Daniel Sempere, Julián Carax o Fermín Romero de Torres. Desde la calle de Santa Ana, donde estaba ubicada la librería Sempere, hacia la Plaza Sant Felip Neri, el Arco del Teatro o Els Quatre Gats.

Me hubiera gustado hacerle más entrevistas, pero sí recuerdo que pude contar con él en Cap nen sense joguina, el programa solidario de la noche de Reyes en Radio Barcelona. Para recaudar dinero con el que comprar juguetes a niños sin recursos, organizamos una subasta con objetos cedidos por las personalidades más relevantes del año. Y naturalmente Carlos Ruiz Zafón no podía faltar.

Coleccionaba dragones, así que en el 2012 le pedimos uno sabiendo que haríamos feliz a algún lector, primero, y a muchos niños después con lo conseguido en la puja. Barcelona es una ciudad de dragones, que adornan o vigilan muchas de sus fachadas, pero el de Zafón, el de Ninguna niña sin juguete llegó a Barcelona desde Los Ángeles.

Admiro de él que fuera capaz de renunciar a un trabajo bien remunerado como director creativo en una agencia de publicidad, dispuesto a conseguir su sueño literario. Y un cinéfilo como él no podía encontrar mejor ciudad que Los Ángeles, desde donde nos llega la noticia de su muerte con sólo 55 años.

Por favor, que el cáncer nos de una tregua.

 
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