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"El sistema no se queda a los mejores, sino a los más resistentes": la meritocracia inexistente en la EBAU

Un examen decide el futuro más cercano de muchos estudiantes, pero ¿todos tienen las mismas oportunidades de acceder a la universidad?

EN DETALLE | Acceso a la universidad y meritocracia

En la imagen, varios estudiantes llevan la documentación necesaria para realizar el examen de acceso a la universidad (EBAU). En el vídeo, episodio de 'En Detalle' sobre acceso a la universidad y meritocracia. / Álvaro Fuente

Madrid

Las pruebas de acceso a la universidad han comenzado y muchos alumnos se enfrentan a exámenes que decidirán su futuro, o, al menos, el más próximo. Los nervios y la presión para alcanzar una determinada nota de corte con objeto de entrar a la carrera deseada forman parte de esta experiencia por la que pasan la mayoría de los universitarios.

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Esta tensión ha aumentado en particular en el último año, cuando ciertas licencias fueron concedidas a los estudiantes para que obtuvieran el título de Bachillerato con una asignatura suspensa o pudieran elegir distintas opciones adaptadas a sus conocimientos en cada examen de la EBAU. Entre otras razones, esto hizo que se presentara mucha más gente y que la competencia aumentara, incrementando, a su vez, las notas de acceso.

"Puede ser positivo que haya más competencia porque entonces quiere decir que el sistema premia a los que lo hagan mejor", reflexiona Marina Elías, socióloga en la Universitat Autònoma de Barcelona, que piensa que el problema es que "la meritocracia no existe como tal". De hecho, esos nervios y esa presión no son los mismos para todo el estudiantado, ya que, de acuerdo con Elías, el sistema educativo "va premiando más a quien viene de una familia con más facilidades".

Y es que, a su juicio, "el hecho de que haya más competencia no hace que el sistema se quede a los mejores, sino a los que tienen más resistencia". Resistencia como la que ha tenido Belén García, estudiante de Madrid que, tras no lograr la nota que esperaba en el examen de acceso a la universidad, comenzó a estudiar un grado superior de Moda y Patronaje. Pese a todo, sigue queriendo entrar a la carrera de Diseño y por eso en 2020 se presentó a subir nota en dos asignaturas, algo que repetirá este año para asegurar su acceso en el grado universitario.

"Sales de un curso muy duro en el que tienes mucha presión porque tienes que decidir qué hacer con tu vida el resto de años a una edad en la que eres muy pequeño", señala García, a la vez que añade que la presión o las expectativas de quienes te rodean o de ti misma juegan "malas pasadas".

La EBAU es "el penúltimo obstáculo"

Al examen de acceso a la universidad la gente llega "muy seleccionada", según Elías, que sostiene que "el sistema educativo es injusto desde el principio", desde que quienes tienen opción de guardería desde pequeños pertenecen a familias más pudientes y, posteriormente, logran mejores notas.

"En torno a la mitad de las personas que crecieron en un hogar con un nivel básico de estudios no superan ese mismo nivel educativo", reza el Informe de Pobreza Infantil y Desigualdad Educativa en España, publicado en diciembre de 2020, apoyando también las palabras de Isabel Galvín, secretaria general de Enseñanza de CCOO en Madrid, para quien la selectividad es "el penúltimo obstáculo" tras numerosos escollos.

"¿Cuántos se han quedado por el camino?", se pregunta Galvín, que apunta a que, si las familias no pueden permitirse el coste de los estudios de sus hijos o ni siquiera las tasas del examen de la EBAU –llegando a realizar colectas para cubrir este gasto–, los jóvenes no se plantean siquiera la posibilidad de acudir a la universidad. "Si tú sabes que tu familia no va a poder pagar las tasas, vas tirando la toalla, te vas desmotivando y te vas desenganchando del sistema", concluye.

Varios alumnos realizan la prueba de la EBAU en Murcia, la primera región en comenzar los exámenes de acceso a la universidad en 2021 / Inma G. Pardo

Todo ello da una vivencia muy diferente a unos estudiantes frente a otros, algo que subraya Elías, que se refiere a las becas para explicar cómo el coste determina la forma de experimentar la universidad para los alumnos. "Si (un joven) suspende y sus padres pueden seguir pagando, vive la universidad de una forma. En cambio, otra gente que ya tiene miedo de conseguir la beca o no, cuando consigue entrar está sufriendo todo el rato para tener una cierta nota y aprobar porque, si no, le sacan la beca", ejemplifica la socióloga.

Además, dice Elías, al proceder de una familia con recursos económicos, "puedes pagar una privada", no solo tras el examen de selectividad, sino también antes. Esto, en especial en medio de la pandemia de coronavirus, ofreció diversas ventajas a los estudiantes que estaban en privadas y concertadas frente a quienes se encontraban en colegios públicos.

Andrea, estudiante madrileña, indica que cuando llegó la cuarentena estuvieron sin clase "mes y medio" en su instituto público, lo cual considera que le perjudicó a la hora de abordar el examen de selectividad. Ahora estudia Diseño Integral y Gestión de la Imagen en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, pero quiere volver a intentar entrar a la carrera de Diseño en la Complutense después de que la nota de corte aumentara en medio punto y ella se quedara fuera.

Y es que la ratio de alumnos y otras características hicieron que, quienes se vieran más perjudicados por la pérdida de presencialidad de las clases debido a la COVID-19 fueran las personas de los institutos situados "en zonas más desfavorecidas", incide Galvín, de CCOO, lo cual quizás explica el descenso de la nota media de Bachillerato en los centros públicos en 2020 respecto a 2019, frente al incremento constante de esa nota en los privados y concertados.

La universidad como "la vía noble" frente a otras alternativas

"A veces te preguntas por qué hay personas que para conseguir lo que necesitan tienen que esforzarse tanto y otras a las que no les cuesta nada", indica Galvín que, pese a todo, incide en que lo importante es no dejar a nadie atrás. Sin embargo, no se debe olvidar que hay vida más allá de la universidad y que hay otras opciones que escoger fuera del camino "colegio, instituto, universidad" al que apunta Belén García.

No debería ser habitual que, en caso de no acceder a la universidad, el alumno se considere "la peor persona del mundo", como señala Sofía, estudiante de Fisioterapia en la Escuela Universitaria Gimbernat Cantabria. El año en el que realizó la EBAU por primera vez no logró la nota requerida para esta carrera en la Universidad del País Vasco y optó por hacer Criminología en la Universidad de Salamanca.

"Además, todavía vivimos en un sistema que considera a la universidad como la vía noble, como la vía buena, y a los ciclos formativos como algo para aquellos que no son tan buenos", subraya la socióloga Marina Elías: "Eso va reproduciendo la familia de dónde vienes, lo que estudias, el trabajo que puedas tener".

"Me fui a Salamanca pensando que tenía que hacer algo y no era para mí", continúa Sofía, que cree que quizás habría sido mejor para ella "estar un año haciendo idiomas, currando o lo que sea" en lugar de entrar en una carrera "sí o sí". A su juicio, como al de la estudiante Belén García, falta mucha información y es necesario "visibilizar otras opciones". "Hay que reinventar un poco el sistema educativo desde las raíces", sentencia García.

 
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