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La importancia en el pasado de las minas de sal de la provincia de Cuenca

Belinchón, Monteagudo o Minglanilla son pueblos con minas de sal. Diversos documentos del Archivo Histórico Provincial relatan cómo eran y cuál fue su valor para la Hacienda real

Mina de La Pesquera. / mtiblog.com

Cuenca

En el programa Así dicen los documentos que coordina en Hoy por Hoy Cuenca la directora del Archivo Histórico Provincial de Cuenca, Almudena Serrano, hablamos esta semana de las salinas que hubo en la provincia desde antiguo.

La importancia en el pasado de las minas de sal de la provincia de Cuenca

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Las minas de sal fueron muy importantes y produjeron sal para consumir, conservar los alimentos, siendo la sal el condimento más antiguo usado por el hombre. También, con la sal se pagaron los salarios. El salarium era la cantidad de sal que se otorgaba a los legionarios romanos en forma de pago por su servicio en el ejército. Además, la sal se exportaba a muchos lugares, y gracias a la sal también se pudieron comercializar muchos alimentos.

Los datos más antiguos del uso de este producto básico datan en torno al año 3.000 a C y están localizados en China. La utilización de la sal en Roma llevó a la construcción de la Vía Salaria, que recorría más de 200 km. Además, en Francia y Alemania también hubo rutas de la sal.

La minería de la sal se explotaba en la Península Ibérica desde antes de que llegasen los romanos. La industria de la salazón fue determinante en la conservación de los alimentos y se mantiene la sal como alimento esencial en el desarrollo de la Humanidad. En realidad, se han estimado unos 14.000 usos benéficos de la sal.

Impuestos a la sal

Lógicamente, al ser un producto muy utilizado y básico era fácil grabarlo con impuestos y esto supuso un capítulo importantísimo del total de los ingresos de la Hacienda de muchos reinos durante gran parte de la Historia. Las minas de sal fueron una más de las regalías de los reyes en toda Europa.

Mina de La Pesquera. / mtiblog.com

Las regalías eran derechos exclusivos que tenían los monarcas sobre, por ejemplo, multas, acuñación de moneda, construcción de castillos, autoridad sobre caminos públicos, ríos, puertos y lugares de atraque de barcos, cobro por derechos de tránsito, sobre los bienes de los reos del delito de lesa majestad, minas, salinas y pesquerías.

En la Corona española, las minas fueron la regalía más lucrativa, y esto no tanto por lo que producían las minas de la península, como Almadén o Guadalcanal, sino muy especialmente por la riqueza de las que posteriormente se descubrieron en las Indias. Aunque la explotación de las minas se cedía a particulares, la Corona ingresó una cantidad muy importante del valor de lo que extraía de aquellas minas.

Como hemos dicho, un monopolio muy importante fue el de la sal, desde que se incorporaron las minas a la Corona, en el año 1564, lo que dio lugar a su aprovechamiento mediante concesiones en arriendo de los diversos distritos.

El monopolio de la producción y venta de determinados productos lo tuvo el Estado que, en consecuencia, trataba de impedir el concurso competitivo de los ciudadanos y la introducción ilegal de este tipo de mercancías.

MIna de MInglanilla. / mti.minas.castillalamancha.blogspot.com

La legislación sobre monopolios y regalías aparecen en Castilla en el siglo XIII. Por ejemplo, en el Ordenamiento de Alcalá, del año 1348, leemos: ‘las mineras de plata, oro, plomo o cualquier otra cosa que sean en el señorío del rey, ninguno no sea osado de labrar en ellas sin mandado del rey, y que todas las aguas y pozos salados que son para hacer sal, que todas sus rentas recudan al rey, salvo los que el rey dio por privilegio o cedió por cierto tiempo’.

Sobre las salinas, la primera organización de la renta de la sal se produjo en las Cortes de Nájera, en el año 1137, en las que el rey Alfonso VII se reservó la propiedad y renta de las salinas de la monarquía, sin perjuicio de privilegios que pudiera conceder en algún momento o que se pudieran dar en el futuro.

El precio de la sal

El precio de la sal se establecía para beneficio de la Hacienda real y de quienes tenían encomendado el arrendamiento de la explotación de la mina de sal correspondiente. Por ejemplo, durante el reinado de Fernando III, el precio de la tasa de la sal era de un maravedí de oro por cahiz.

Un dato curioso es que Alfonso VIII, en su testamento, fijó como garantía para el pago de las deudas reales, entre otros bienes, la renta de las salinas de Medinaceli, Atienza, las nuestras de Belinchón, las de Rosio y las de Espartinas. Esto nos hace tener una idea de lo importantes que eran los ingresos que derivaban de la regalía de la sal. Además, muchas mercedes o privilegios que otorgaban los reyes se establecían sobre diversas salinas y alfolíes.

Los alfolíes

Los alfolíes fueron los puntos de almacenaje y venta de la sal, que dieron problemas porque durante el siglo XIII se construyeron algunos almacenes de sal fraudulentos. En esto, la legislación fue muy dura pero el problema no se cortó porque estos fraudes se llevaron a tratar a diversas reuniones de Cortes durante el siglo XIV, lo que demuestra que el problema era grave.

En Castilla, en cada salina había un área exclusiva para la venta de la sal.

Oficios

Además de los arrendadores y los compradores al por mayor, tenemos otros oficios relacionados con la sal como los alamines que se encargaban de inspeccionar el buen funcionamiento de las salinas y de las ventas.

Otro oficio fue el de los alvareros o albaleros, que eran los encargados de entregar los albaranes o recibos que justificaban que la sal había sido comprada legítimamente y que su circulación no contravenía norma alguna.

Las minas más importantes

En el año 1338 se enumeraron con detalle las principales salinas del reino que fueron las de Atienza, Espartinas, Añana, Rosio, Poza, Treceño, Buradón, Lenis, Almalá, Medinaceli, Molina, Quero, Tires, Alcázar, Abejares, Peralejos, Seseña, Villafáfila, Riopes y las de nuestra provincia: Belinchón, Tragacete y Monteagudo.

Además, hubo multitud de alfolíes reales en la costa y en puntos fronterizos porque estaba prohibida la libre importación desde los reinos de Aragón, Portugal y Navarra.

Las minas de Cuenca

En el año 1869, en la Crónica de la provincia de Cuenca que escribió Pedro de Pruneda, se dice: ‘Esta provincia es riquísima en salinas. Toda la cuenca del Cabriel abunda en manantiales salinos. En Tragacete, Salinas del Manzano, Monteagudo y Belinchón se elabora sal por la evaporación del calor solar, y desde tiempo inmemorial se explotan las salinas de Minglanilla, cuyo extenso y potente banco no se ha podido medir todavía por no haberse llegado a su límite inferior.

En diciembre de 1837, los carlistas quemaron la escalera de caracol de 205 peldaños por donde bajaban los operarios, que hoy tienen que descender por el pozo de extracción de sales. Al pie de este pozo se encuentra la mina real que se extiende por espacio de 1.000 varas, en dirección Este. Había una concavidad que llamaban sitio de los lagos porque el agua de los diferentes manantiales, que nacen en las otras minas, se reúne allí formando vastos estanques’.

Sabemos que hasta el año 1875 existieron un total de 20 salobrales que se localizaban en los siguientes términos municipales: Minglanilla, Víllora, Monteagudo, Cañete, Valdemoro de la Sierra, Fuente del Manzano, Boniches, Salvacañete, Moya, Santa Cruz de Moya, Landete, Tragacete, Huélamo, Valdemeca, Arcos de la Sierra, Las Majadas, Valsalobre, Beteta, Villalgordo del Cabriel y Enguídanos. Todas las fincas donde se situaban estos salobrales están perfectamente descritas y localizadas.

Hasta la década de 1860, las salinas de España pertenecieron al Estado hasta que la explotación y venta de la sal fue declarada libre en toda Europa, liberalizándose en España en el año 1869. ¿Y qué sucedió entonces con todos aquellos almacenes de sal y mina? Las fincas y edificios que ocupaban las salinas se pusieron a la venta y para proceder a esta operación, el Estado tuvo que conocer cuál era la situación, mobiliario, utensilios que había en ellas, etc, y para saber de todos aquellos enseres se hicieron inventarios y relaciones circunstanciadas que nos facilitan información exacta de la ubicación de los terrenos, una descripción de los mismos y la producción de quintales de sal que en cada una de ellas había.

La salina de Belinchón

A mitad del siglo XVI se hizo una descripción de este lugar: ‘Es falto de aguas dulces, aunque salobres tienen en abundancia, aunque no beben de ella, y si beben, pocos, y van por agua dura a una fuente que está en el término de Tarancón, tres cuartos de legua de esta villa. Hay en el término de esta villa de Su Majestad unas salinas de las principales del rey. Lo que hay notable es sal bueno y mucho que tiene Su Majestad en las salinas del dicho lugar’.

Esta salina fue suprimida en el año 1866 y se procedió a su inutilización el 17 de junio de 1868, y en ella había varios edificios: la casa administración, un almacén en el que cabían 130.000 fanegas y otro almacén de 50.000 fanegas.

‘Las aguas mueras son de 24 grados’ y se conducían desde la noria a 40 vasos de cristalización por medio de canales. En esta salina, según las Relaciones Topográficas de Felipe II, se producían al año 71.680 quintales de sal.

Monteagudo de las Salinas

Esta salina producía al año 8.489 quintales de sal y el agua tenía una graduación de 18ºC. En su alfolí se podían almacenar 14.000 fanegas de sal y los utensilios que tenían en el almacén eran un peso, tres pesas que hacen un quintal, una azada, muchas espuertas y varios serones, tablillas para llevar la cuenta de las pesadas, una mesa, asientos, tintero y salvadera de hoja de lata.

Dentro de la mina tenían una tinaja de barro, zapapicos, barrón de taladrar, carretillas de mano, cilindros de madera, un nivel, picolas y una escalera de mano. Sabemos que esta salina fue suprimida por Real Orden de 4 de marzo de 1865, sin haber procedido a su inutilización. Y vamos a ver cómo funcionaba una salina a través de lo que sabemos de la de Monteagudo, que consistía en lo siguiente:

‘En un manantial salado con la forma de pozo noria que comúnmente está lleno al principio del año. Este manantial baja del cerro norte y se conceptúa en 21 pies cúbicos de agua muera, la que produce al día de la graduación de 18 ºC en su nacimiento. Toda el aguaque produce el pozo manantial se saca con una caballería de la noria y se conduce a los cocederos por canales de madera’.

Minglanilla

De estas salinas sabemos que a ella pertenecieron ‘una casa titulada de Administración, situada en la calle de su nombre y señalada con el número 8. Consta de piso bajo, principal y boardilla, con dos corrales, cuadra, cochera y otros varios departamentos, con dos puertas, una que sale a la calle de las Eras y otra a la de la Administración. El piso bajo se encuentra en buen estado, el principal se halla muy deteriorado’.

Y entre los enseres que había en la casa señalamos ‘un mostrador para contar dinero, tres pupitres cubiertos de bayeta verde, dos estantes grandes para papeles, tres escribanías de bronce incompletas, un arca de caudales de dos llaves, siete mesas de diferentes dimensiones, unas con cajones y otras sin ellos, dos sillas con asiento de esparto, pesas, azadas y salímetro…’.

La sal, alimento imprescindible para la alimentación y, sobre todo, para la Hacienda del Estado.

 
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