La lista de Sánchez... contra la militancia

Parafraseando a Chesterton, el periodismo consiste en contar que Nacho López va de nº1 al Congreso por Málaga a gente que no sabía quién es Nacho López.

Sospecho, eso sí, que a ningún ciudadano le preocupa mucho eso. Tampoco si Heredia va al Congreso o al Senado.

O si la número 2 en la cremallera es o no es cuota de Susana. Nadie recordará nunca –si es que llegan a saberlo– que se llama Fuensanta Lima.

O si Josele Aguilar ennoblece la lista del Senado a pesar de quienes manejan el partido.

Seguramente a estas alturas, treinta segundos después, muchos ya ni se acordarán que el nº 1 se llamaba… ¿recuerda usted cómo? Nacho López, era Nacho López. Tampoco les importará demasiado que vaya ahí por orden de Sánchez, aunque sea por orden de Sánchez y no por deseo de la militancia.

No es que nada de esto sea irrelevante. En realidad no lo es. Los partidos son, según el artículo 6 de la Constitución, el instrumento fundamental para la participación política, y, por tanto, depositarios del pluralismo. Claro que también sostiene la Constitución que su funcionamiento deberá ser democrático, y a la vista está. Todos los partidos actúan con las reglas de las cortijadas, también el PSOE, que trató de marcar un camino de cierta democracia interna que otros –sobre todo el PP– nunca se han molestado en aparentar. Pero esto es lo que hay: Sánchez triunfó en las primarias con el mensaje populista de devolver el partido a la militancia, y ahora impone a los suyos en las listas desoyendo a la militancia con, el cesarismo tradicional más descarado. ¿Cómo reprochar a la ciudadanía que mire para otro lado, harta de tanto cinismo? Si mirasen, su decepción sería aún peor.