"Si Madrid tuviera un alcalde decente...": Maruja Torres señala a Almeida y confiesa la "línea roja que nunca debimos cruzar"

Así que una Medalla de Madrid para la comunidad judía, patoso eufemismo de la real intención: colocarla en la pechera del Estado inversor, perdón, invasor, de Israel. Qué desperdicio.

Esta madrugada, precisamente, hora de Estados Unidos, se cumplieron 55 años desde que la Policía y posteriormente Ronald Reagan, entonces gobernador de California, iniciaron sin contemplaciones el ataque a los estudiantes y activistas que habían convertido el campus de la Universidad de Berkeley en un ágora de discusión abierta a todas las propuestas, desde la lucha por la libertad de expresión en las propias universidades hasta la protesta contra la guerra de Vietnam.

Lo recuerdo muy bien, porque la revista progresista Triunfo nos informaba de lo que sucedía fuera (era una forma de contar veladamente lo que nos ocurría a nosotros), y porque la política digamos informativa del franquismo para el exterior consistía en filtrar lo que consideraba caos en el extranjero, mientras nosotros, ay, mira tú qué paz.

Ha transcurrido más de medio siglo y ahora los estudiantes de muchas universidades del mundo, de muchas ciudades, incluidas las nuestras, vuelven a plantar acampadas para señalar, junto con otros grupos, la línea roja moral que nunca debimos cruzar: permitir el apartheid, permitir el exterminio, permitir la colaboración descarada con Israel de nuestros gobiernos y de no pocos medios de comunicación.

También los guardias van con todo a zurrar a estos chicos y chicas que dan la cara por nuestra dignidad. Benditos sean los estudiantes. Si Madrid tuviera un alcalde decente, esas serían las pecheras que debería condecorar. Por representar a quienes se esfuerzan, y se arriesgan, para despertar nuestras aletargadas conciencias.

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