Lo imposible
Que el PP utilice el adjetivo radical para meter miedo, es razonable. Que ellos, los barones socialistas, se traguen este argumento y lo metabolicen hasta asimilarlo, no lo es
Lo imposible
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Madrid
El resultado de las últimas elecciones ilumina profusamente algunos puntos negros. La primera víctima de esa luz es la falacia de las coaliciones de perdedores. Es tan evidente que la opción mayoritaria de los españoles ha sido echar al PP del poder, que al parecer su líder pretende escaquearse de una investidura condenada al fracaso. Sería un acto de cobardía que sus votantes no merecen y una gran diferencia con el proceso portugués, porque Passos Coelho tuvo la gallardía de afrontar una derrota parlamentaria.
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En el ámbito del PSOE, sin embargo, los claroscuros representan un problema para mí. No entiendo lo que debería ser obvio, y comprendo lo incomprensible. Si no queremos que los catalanes se vayan de España, lo mejor será implicarles en las instituciones nacionales, incluirlos en lugar de excluirlos, digo yo, aunque debo ser la única. Los barones socialistas que opinan lo contrario son como la gente que pita a Piqué cuando juega con la selección, un enigma irresoluble para mí. Tampoco comprendo su apetito de perros del hortelano frente a la formación de un gobierno progresista. Que el PP utilice el adjetivo radical para meter miedo, es razonable. Que ellos se traguen este argumento y lo metabolicen hasta asimilarlo, no lo es. Deberían decir, al menos, qué es lo que quieren, para que sus votantes lo tengan en cuenta. ¿Nuevas elecciones? ¿Gran coalición? Aspirar a lo imposible, o sea, que Pedro Sánchez nunca haya nacido, es el camino más corto hacia la irresponsabilidad. Y una postura tan cobarde como eludir la investidura.