No sin mi Albert

Madrid

Fracasar en la investidura ha sido para Pedro Sánchez y Albert Rivera como fracasar en la boda tras el éxito de la pedida de mano y el reparto de la dote. Normalmente las parejas, si se rompen en la iglesia, no se reconducen, pero si son los invitados los que destrozan la ceremonia, se hacen más fuertes.

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El PP no quiere que Ciudadanos esté con el PSOE y Podemos no quiere que el PSOE esté con Ciudadanos. Montescos y Capuletos vienen a decir que ese amor es contra natura. Así que cuando Pablo Iglesias dice que invita a Pedro Sánchez a su casa, pero sólo si viene solo, Sánchez responde: “No sin mi Albert”. Y he aquí la frase fundacional de la nueva estrategia socialista.

El PSOE ya ha comunicado que tiene 131 escaños, más que el PP. Haciendo suyos los escaños de Ciudadanos. Eso ha despistado a Ciudadanos, porque de repente el PSOE le ha dado rango de confluencia. De tal manera que sólo falta que Sánchez le prometa a Rivera un Ministerio de Plurinacionalidad. Algo que estoy seguro haría colapsar al líder de Ciudadanos.

El partido de Rivera sin embargo ya no se siente, o eso parece, tan amarrado al PSOE. Porque el PSOE tenía ‘charm’, tenía rollo. Sánchez era el candidato a formar gobierno. Tenía tierras. El rey estaba de su parte. Ahora ha regresado a su condición plebeya. Por lo tanto Rivera de alguna forma vuelve al punto de partida. Hay una relación más frágil. Que sin embargo se estabiliza con los ataques desde el exterior.

Tengo la sensación de que cuanto más quieran romperlos el PP y Podemos, más juntos van a estar PSOE y Ciudadanos. Aunque no tengan ganas, aunque quizás llegue un momento en que no se soporten. Todos hemos estado enamorados en este estudio, también fuera, en la cabina de sonido. Incluso me atrevería a decir que en la calle hay gente que se ha enamorado alguna vez. ¿Y qué hacen los amores prohibidos? Quererse hasta diluirse sin ideologías.

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