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MEDIO MINUTO

Paso corto, luces largas

Pedro Sánchez deja al partido peor de lo que se lo encontró. Con menos votos y muy herido. Con razón estatuaria o sin ella, el secretario general tiene más responsabilidad que el resto y debió evitarle a la organización al esperpento del comité federal

Medio minuto: 'Paso corto, luces largas'

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Madrid

Consumado el sábado negro del socialismo español, llega el tiempo de sacar conclusiones. Lo más grave que le ha pasado al PSOE es que cuando ha tenido que tomar una decisión crítica respecto a la gobernabilidad de España le ha cogido sin un liderazgo sólido que, más allá de la obviedad de que ningún socialista quiere que Rajoy en el Gobierno, haya sido capaz de hacer política grande explicando que abstenerse cuando no se puede formar un gobierno alternativo no es una traición sino un uso democrático que se adapta a la realidad. Pedro Sánchez se atrincheró en un ¨no¨ irreversible y los barones fueron incapaces de jugarse el tipo ante la militancia para defender lo que de verdad creían que tocaba. Y así hemos llegado hasta aquí.

Foto de archivo de Antonio Hernández-Rodicio

Foto de archivo de Antonio Hernández-Rodicio / CADENA SER

Foto de archivo de Antonio Hernández-Rodicio

Foto de archivo de Antonio Hernández-Rodicio / CADENA SER

Pedro Sánchez deja al partido peor de lo que se lo encontró. Con menos votos y muy herido. Con razón estatuaria o sin ella, el secretario general tiene más responsabilidad que el resto y debió evitarle a la organización al esperpento del comité federal. Ha sido incapaz de entender que por encima del juego de mayorías y minorías tenía un problema político que como se ha demostrado era irresoluble. Aunque si está pensando en las primarias ya tiene su relato: decir que lo quitaron para favorecer la abstención. De nuevo, combustible inflamable para los militantes, que son los que votarán. Aunque dependerá de la fecha del congreso y la velocidad de combustión del sanchismo, que no tiene poder institucional para resistir más que lo justo. Y el ya ex secretario general deja una bomba de racimo colocada en el PSOE: la idea de que los barones, que tienen que administrar poder real, son poco menos que subalternos del PP. Un regalo envenenado y difícil de gestionar.

El llamado sector crítico también ha formado parte del problema. Contribuyeron a la desestabilización, a lo que Pedro Sánchez respondió de la peor forma: enrocándose y quemando los puentes. El frente opositor, visualizado en Susana Díaz y el resto de barones, fue sumando al resto de referentes del partido. Pero, salvo Fernández Vara, nunca expresaron con claridad sus posiciones. No quisieron asumir el desgaste y propiciaron la operación final para montar una gestora. De entrada, tienen mucha responsabilidad en la elección de un líder en el que no creían. Y hay responsabilidad compartida en llegar al comité federal sin la tarea de los procedimientos hecha.

En lo formal, esta crisis ha tenido el aroma de los peores congresos de Juventudes Socialistas. Ha faltado el poso, la experiencia y la sensatez que hemos visto aún en los episodios más críticos del PSOE contemporáneo. Una generación que hasta ahora se ha mostrado incapaz de resolver los problemas que ellos mismos han creado. Además el PSOE ha dilapidado su capital colectivo: una forma de hacer las cosas que hasta ahora les evitaba el ridículo y la tragedia.

Y ahora, paradójicamente, viene lo más difícil: la revisión del papel del PSOE respecto a la investidura de Rajoy. De momento, el PP con ventajismo descarado empieza a exigir al PSOE que además de la abstención incluya en el paquete básico la aprobación de los presupuestos. Pero es que el PP sigue teniendo en sus manos el botón de las terceras elecciones, que en las circunstancias actuales puede laminar al PSOE, un partido inhabilitado hoy tanto para plantear cualquier alternativa como para encarar un proceso electoral. El deseo de Pedro Sánchez de ensayar un gobierno alternativo estaba fuera de la realidad. En cambio, la realidad resultante es que el PSOE está abocado casi con toda seguridad a cambiar su posición, lo que conlleva explicar esa decisión a sus militantes y votantes, ejecutarla con un grupo parlamentario dividido e intentar evitar que Podemos patrimonialice la oposición.

Sin embargo, el partido que ha construido la España de derechos y libertades es imprescindible. Necesita un programa común y la generosidad de todos para alcanzar la unidad de acción y consensuar sus nuevos retos. Ahora le conviene hacer las cosas bien antes que deprisa. Pero para volver a dialogar con los ciudadanos primero necesita volver a dialogar consigo mismo.

 
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