La tragedia de los procesos de paz
Claro que las diferencias entre el proceso de paz colombiano y el fin de ETA son gigantescas. Nadie lo duda. Pero hay, en el fondo, una reflexión similar en cómo combinar perdón y justicia

Madrid
Dejemos por un momento a esa gestora del PSOE en su laberinto, encerrada en la ambigüedad del sí pero no, insufrible matraca que esconde el resultado final, y vayámonos hasta Colombia, donde un puñado de votos ha echado por tierra el camino hacia la paz que había tardado años en construirse.


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Se multiplicarán los análisis y se destacará, con justicia, la escasa participación en un referéndum que la mayoría de los colombianos ni tan siquiera ha considerado merecedor de acercarse a la urna para votar. Inaudito. Pero a veces es útil ajustar bien la vista de lo que ocurre fuera para que juzguemos mejor lo que ocurre dentro.
Claro que las diferencias entre el proceso de paz colombiano y el fin de ETA son gigantescas. Nadie lo duda. Pero hay, en el fondo, una reflexión similar en cómo combinar perdón y justicia, en cómo equilibrar cesiones de una y otra parte. Por eso es oportuno recordar a quienes hicieron posible que ETA acabara como acabó, de forma unilateral. Y diga lo que diga nuestra montaraz derecha, sin concesiones por parte del Gobierno de Zapatero y Rubalcaba. Ni una sola.
Claro que fue fundamental la presión de la sociedad y la actuación de las fuerzas de seguridad, segando todas las salidas a la organización terrorista. Pero también hubo una visión política que hizo posible aquel final. Deberíamos valorarlo.




