"Poner fin a mi vida es el último acto de amor que me puedo dar a mí mismo"
En silla de ruedas desde 2007, decidió acabar con su vida porque creyó que había llegado el momento, que era hora de cerrar los ojos y descansar
"El dolor que conlleva esa decisión, sobre todo con tus seres queridos, es algo bastante duro"
Adelanto de la última entrega de la temporada de Tabú, el programa de Jon Sistiaga en #0. / Movistar+
Madrid
Antonio Aramayona murió el pasado 5 de julio. Desde 2007 estaba en silla de ruedas tras sufrir dos infartos y dos ictus. No sufría ninguna enfermedad terminal y podía mover el tronco y las extremidades superiores, pero decidió poner fin a su vida a los 68 años porque creía que había llegado el momento, porque sentía que estaba en el punto concreto en el que era hora de cerrar los ojos y descansar. "Es el último acto de amor que me puedo dar a mí mismo", reconoció en una entrevista con Carles Francino grabada pocos días antes de su fallecimiento y emitida este jueves en La Ventana.
Antonio Aramayona: 'Poner fin a mi vida es un acto de amor a mí mismo'
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Profesor de Filosofía, articulista y escritor, Aramayona fue un activista incansable. Luchó como miembro de Marea Verde por una educación pública de calidad y siempre defendió el derecho a morir dignamente: "Hay personas que quieren morir, sencillamente, sin hacer daño a nadie. Y un mundo, unas leyes y unas personas no les dejan ni vivir bien ni morir bien. Eso es una tragedia".
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Aramayona, al hacer balance de su vida frente a los micrófonos de la Cadena SER, reconoció que le venía a la cabeza la gente a la que quería y a la que en algún momento pudo haber hecho daño. Y se quedó con dos momentos muy especiales: "Cuando tuve a mis hijos recién nacidos en brazos. Esos son los recuerdos de los recuerdos. Y me producen una sensación de bienestar increíble".
Lo más difícil, hablar con sus familiares
Cuando Aramayona concedió la entrevista sólo su hija y dos hermanos conocían lo que iba a hacer. "El dolor que conlleva esa decisión, sobre todo con tus seres queridos, es algo bastante duro", confesó. No se atrevía a contárselo a su hijo, que atravesaba un momento de plenitud emocional porque acababa de ser padre por segunda vez: "He intentado decírselo. Pero he pensado si tengo realmente derecho a romper esa dicha. Y en esa dicotomía me encuentro".
Para Aramayona también era complicado contárselo a sus dos hermanas. A una por su fragilidad, porque no quería que sus sostenibilidad se rompiese, y a otra debido a sus convicciones morales porque es religiosa. A su hermana monja, se sinceró, quería mirarla a los ojos y decirle: "Te quiero mucho. Ya sé que no estás de acuerdo. Pero te quiero. Esta es mi decisión".