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SOFÁ SONORO | REPORTAJE

El invierno del verano del amor

Este mes se cumplen cincuenta años de ‘Surrealistic pillow’, el gran álbum de Jefferson Airplane

Los miembros de Jefferson Airplane durante una actuación televisiva / GETTY

Madrid

El maldito verano del amor comenzó en invierno. En el templado invierno californiano. Si 2016 empezó con muertes y acabo siendo un pequeño genocidio musical, 1967 arrancó con dos álbumes que inundaron aquel año de color, libertad y ganas de vivir nuevas experiencias. En un año mitificado en el imaginario colectivo de los melómanos, el debut de los Doors -a principios de enero- y el segundo trabajo de Jefferson Airplane -a comienzos de febrero- sembraron la semilla de lo que se conocería como el Verano del Amor.

Portada del segundo álbum de Jefferson Airplane / JEFFESON AIRPLANE

El primer trabajo de la banda de Jim Morrison cambió el foco de atención de la costa este de EEUU a la soleada California. Light my fire se instaló en las radios, fue saltando de una emisora local a la siguiente hasta que resultó difícil sintonizar la radio y no escuchar a aquel chico que cantaba en The End: "padre quiero matarte, madre quiero follarte". La invasión de los Doors fue de tal calibre que Frank Sinatra llegó a reventar la radio del coche de una patada cansado de aquella música que apenas entendía. Pero todo el cambio que se apuntaba en aquel disco se confirmó unas semanas después con Surrealistic Pillow, la segunda entrega de Jefferson Airplane, la primera con Grace Slick en el grupo.

Jefferson Airplane había apuntado maneras un año antes, pero rompió la baraja con este álbum poniendo a San Francisco en el mapa musical de América, un hueco por el que también entrarían Grateful Dead, Santana, la Creedence o Janis Joplin. Aquel disco de portada rosa no tenía intención de hacer prisioneros y para ello contaba con una serie de canciones poderosas, originales y diferentes, que invitaban al viaje, a abrir las mentes, a entender el mundo de otra manera. Surrealistic Pillow no fue el primer álbum de psicodelia, pero sí fue el primero en asaltar las listas de éxitos con canciones como Somebody to love o White Rabbit, el tema inspirado en los relatos de Lewis Carroll con el que Slick llegó a la banda. Aquellas dos canciones eran una revolución en sí mismas, unas composiciones que abrían las puertas de una nueva dimensión y un nuevo escenario. Música lisérgica con letras que hablan abiertamente de las drogas y los viajes mentales. Pero aquel disco era más que sus dos grandes éxitos, ambos en puestos nobles de las listas, era en realidad un gran conjunto parido por personas muy diferentes que en un punto de sus vidas se encontraron en una misma habitación, en un estudio de Sunset Boulevard (Los Ángeles), y que salieron de allí con una obra inmensa que tuvo como "consejero espiritual" a Jerry García, líder de Grateful Dead.

Actuación en junio de 1967 en el Fantasy Fair and Magic Mountain Music Festival / PAUL KANTER

El álbum, que vendió rápidamente un millón de copias, ha envejecido con una enorme elegancia manteniendo intacta su energía transgresora, como la propia Slick -ahora pintora- que intentó colarse en La Casa Blanca y poner LSD en la bebida del presidente Nixon, aquel presidente tan malo que ahora parece incluso bueno frente al actual inquilino del Despacho Oval. Y transgresor es la palabra que mejor define a un álbum que muestra sus intenciones desde el inicio, con la enorme She has funny cats, y que desata la locura con el segundo corte, el inolvidable Somebody to love. Y entre canciones veloces como 3/5 of a mille in 10 seconds se cuelan baladas maravillosas como Today antes de cerrar a lo grande con White Rabbit y Plastic Fantastic Lover. Cuando el disco acaba y vuelve el silencio, uno sigue en shock, de viaje. Un shock que debió ser más poderoso en 1967 cuando el álbum llegó a las tiendas y se convirtió en rumor, un rumor que apuntaba que algo estaba pasando en la ciudad y que no tardó en confirmarse. Aquel disco, editado hace medio siglo, fue parte importante de la banda sonora de aquel año mágico que disfrutó de los trabajos de los Beatles (Stg Pepper), los Rolling Stones (The satanic majestie request), Cream (Disraeli gears), Pink Floyd (The piper at the gates of dawn), Jimi Hendrix (Are You Experienced?), el debut de la Velvet Underground o el maravilloso Sell out de los Who. Pocos años han tenido una colecta así, tan variada, experimental -en el mejor sentido de la palabra- y memorable. Una gran añada la de aquel verano del amor que comenzó en invierno.

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