Reserva interior

Madrid

La monumental manifestación de Barcelona en favor de los refugiados es un hecho muy sobresaliente. Un cuarto de millón de personas en la calle no es una cifra que se reúna con facilidad, y menos para defender una causa que, en un grado o en otro, incomoda; de las que requieren mente abierta y generosidad porque el primer impulso de instinto defensivo es retraerse.

Porque, en definitiva, ese de los refugiados es asunto que la mayoría apoya con convicción más aparente que real y con gran reserva interior. Y por eso, por la reserva interior, estamos permitiendo que nuestro gobierno incumpla escandalosamente sus compromisos en esta materia. Y por eso, por la reserva interior, se extiende el veneno xenófobo como una plaga – Trump, Marine Le Pen, ahora en Holanda -, en fin, cabeza visible de una gran masa de ciudadanos enfermos de insensibilidad que nos hemos acostumbrado a convivir con las imágenes y las informaciones de las mayores crueldades e injusticias y que damos por suficiente la expresión de buenos sentimientos sin avanzar ni un centímetro en los compromisos.

Es muy satisfactorio que nuestro país no haya incubado la xenofobia que en otros países ha provocado la crisis económica. Pero no nos deberíamos dar por satisfechos con eso. Barcelona nos lo recordó el sábado. Barcelona que en esa manifestación se convirtió en la vanguardia cívica de Europa.