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CANCIONES CON HISTORIA

La canción del asesino de San Quintín

En 1968, Merle Haggard editó 'Sing me back home', un tema sobre la condena a muerte de un compañero de cárcel del músico

Merle Haggard junto a Bonnie Owens en una actuación en los años finales de los sesenta / Michael Ochs GETTY IMAGES

Madrid

El mejor retrato de la brutalidad de San Quintín en los años sesenta lo firmó Edward Búnker, delincuente, escritor y el Señor Azul en Reservoir Dog (Quentin Tarantino), el mejor disco lo editó Johnny Cash con su fabuloso directo desde el célebre presidio californiano y la mejor canción la escribió Merle Haggard y llegó a las tiendas en enero de 1968 alcanzando lo más alto de las listas de country.

A diferencia de muchos de aquellos músicos forajidos que ensalzaban la vida al margen de la ley, Haggard pasó una buena temporada entre rejas por robos, fugas y mal comportamiento, una carrera delictiva que comenzó cuando Merle tenía 11 años. Allí, en San Quintín, vio actuar a Johnny Cash en enero de 1959. Haggard tenía 20 años y aquel concierto reorientó su vida. Se hizo músico y plasmó en canciones de tintes vaqueros su visión del mundo oponiéndose a la guerra de Vietnam o relatando la vida del forajido. En una de sus estancias en San Quintín conoció a un preso llamado Jimmy Kendrick que terminó siendo el personaje de una de sus mejores canciones.

Un preso camina junto a una de las puerta de San Quintín / GETTY IMAGES

Kendric tenía un plan para fugarse de aquel agujero cavado en mitad de la nada e invitó a Merle a acompañarle. Cuando todo estaba dispuesto para la huida los dos internos entendieron que el plan funcionaría mejor si iba uno solo y que después de todo Haggard tampoco tenía tanto tiempo de condena. Salió dos años después cumpliendo un total de tres años en San Quintín. Kendrick finalmente escapó sin compañero y en su camino mató a un policía estatal. Fue capturado de nuevo poco después y condenado a pena de muerte. Regresó a San Quintín. En su última noche, cuando el guardia fue a buscar al condenado, Kendrick pidió un último deseo. Una canción de Merle. Los sentimientos cruzados de aquella noche y esa última canción inspiraron a Haggard para escribir Sing me back home, el tema que dio nombre a su cuarto álbum. Una canción que muestra las dos caras de su amigo y mezcla la rabia de un hombre violento con ese último paseo cuando uno sabe que camina hacia la muerte. “Aunque había cometido un asesinato brutal y el tipo era un criminal incorregible, ver a alguien hacer ese último camino deja un sentimiento que nunca olvidas”, relataba Haggard en los años setenta. “Lo sacaron al patio con un guarda delante y otro detrás, así se reconoce a los condenados a muerte, y lo llevaron a ver al cura antes de su ejecución. Esa fue una imagen poderosa que se quedó en mi cabeza”, añadió el músico.

Aquel cuarto disco consagró a Merle Haggard como uno de los mejores compositores del country, un artista que coló más de treinta álbumes en los diez primeros puestos de las listas de éxitos. Haggard se alejó de la cárcel y se dedicó a la música, ese mismo año de 1968 editó dos discos más, aunque siguió viviendo a su manera alejado de las normas y las leyes. Con los años firmó muchas más canciones, pero Sing me back home permaneció entre sus grandes composiciones. Un retrato crudo de su tiempo en prisión, unos años que marcaron a Haggard profundamente dejándole una huella que duró para siempre. Décadas después, en una entrevista, le preguntaron por aquellos años. “Vi cosas que no se pueden recordar, ni mucho menos hablar de ellas en público”. Esos recuerdos sí los retrató Edward Bunker en ‘La educación de un ladrón’, un libro repleto de detalles de la vida entre rejas pero menos evocador que los primeros versos de la canción de Haggard. “El guardia guíaba al prisionero a través del pasillo hacia su condena y yo me puse de pie para decirle adiós, como hicieron los demás. Y le escuché decirle justo cuando se acercaban a mi celda: Dejad que mi amigo el guitarrista cumpla mi petición, dejad que me cante de camino a casa esa canción que solía escuchar y que hace que mis viejas memorias vuelvan a vivir”. Así comienza la canción más conocida de San Quintin, una canción eterna sobre un asesino olvivado.

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