El debate sobre la prisión permanente
Estoy en contra de la prisión permanente por revisable que sea. No tendrá utilidad para erradicar los crímenes más horrendos
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El brutal asesinato del pequeño Gabriel hace especialmente difícil defender la derogación de la prisión permanente revisable pero yo defiendo esa derogación. En todo caso, me parece importante afinar el debate para acortar las espectativas. Derogar, mantener o endurecer la prisión permanente revisable es una decisión muy importante, pero no tiene gran cosa que ver con la eficacia en la erradicación de los delitos más abominables. Es una decisión más relacionada con nuestra necesidad de fantasear con la idea de que, a través del castigo, podemos controlar lo que nos horroriza.
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Los que defienden la prisión permanente y su endurecimiento quieren defender la cadena perpetua sin decirlo. Añaden la cola de revisable para demostrar su buena voluntad pero se engañan y se contradicen porque al revisar una condena puede pasar lo que les escandaliza y quieren evitar: que una interpretación equivocada de la conducta o de la mente de un recluso ponga en libertad a alguien que vuelva a delinquir.
En todo caso, estar a favor o en contra de esta posibilidad no debería plantearse como un debate de buenos y malos demócratas, y mucho menos de buenos y malos, porque ambas posturas están jugándose en el filo de una navaja moral muy delicada y en los terrenos más impenetrables del espíritu humano.
Yo estoy en contra de la prisión permanente por revisable que sea porque creo en los principios que inspiraron el mandato constitucional y su profundo sentido humano de esperanza y reinserción. Si eso es ingenuo, mucho más ingenuo es creer que la delincuencia tiene algo que ver con la insuficiencia normativa. El poder disuasorio preventivo del endurecimiento de las penas, incluyendo la pena de muerte, ha sido siempre imperceptible.
Una cosa más; he observado que muchos de los ciudadanos que, bajo la emoción de los recientes sucesos, claman por la prisión permanente, creen que se trata de implantarla, ignorando que está en vigor desde el 26 de marzo de 2015. Es decir, los crímenes horrendos que últimamente han espantado a la sociedad se han cometido estando vigente esta ley que ahora se quiere endurecer. Sepan, por tanto, que sirve para castigar y, si eso es lo que se desea, bien; pero que no se hagan ilusiones: no tendrá utilidad alguna para erradicar los crímenes más horrendos.
El debate sobre la prisión permanente
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