La cólera
Dice Emmanuel Macron que las democracias europeas deben escuchar la cólera del pueblo para evitar que caigan en brazos de los populismos autoritarios. Ese aviso de la cólera debería obligar a reflexionar a Mariano Rajoy
La cólera
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Madrid
Dice Emmanuel Macron que las democracias europeas deben escuchar la cólera del pueblo para evitar que caigan en brazos de los populismos autoritarios. En los países desarrollados la cólera no suele estallar de una día para otro. Con rentas per cápita por encima de los 20.000 dólares, nadie quiere grandes sobresaltos políticos de la noche a la mañana. Pero la cólera se acumula poco a poco cuando no se atisban horizontes y la política se instala en la posverdad.
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Ese aviso de la cólera debería obligar a reflexionar a Mariano Rajoy. La presidenta de la Comunidad de Madrid sigue huyendo de su máster y no ha encontrado ya mejor manera de hacerlo que renunciar a un título que tiene bajo sospecha. No se sabe muy bien a qué renuncia Cifuentes, lo que sí se sabe es el hartazgo, la cólera que provoca una manera de actuar tan repetida en el PP: primero negar la evidencia, después de esparcir basura alrededor, y por último, quizás al borde de perder el poder, entonces ya sí dejarla caer. Y por el camino se llevan por delante lo que sea menester, la dignidad y el respeto a instituciones como la Presidencia regional o la universidad pública y la propia credibilidad de los políticos. Cuando los politicos no son creíbles, cualquier populista puede serlo.
Ayer el Fondo Monetario Internacional incrementó la previsión de crecimiento de la economía española pero advirtió de que el mercado de trabajo sigue siendo muy desigual, que se lo digan a parados de larga duración y precarios, y advirtió también de nuestra deuda pública. Ayer también el Tribunal Constitucional le dijo al Gobierno que no puede vetar las iniciativas de la oposición en el Congreso como si tuviera mayoría absoluta porque no la tiene. Ayer, en fin, Europa escuchó atentamente a un presidente de la república francesa que ganó las elecciones, sin un partido detrás, por el descrédito de los partidos en su país.
Avisos de la cólera no faltan. Sólo faltas oídos dispuestos a escucharla.