Ni referéndum ni inteligencia política
El 1 de octubre no hubo un referéndum en Cataluña. No hubo censo, ni garantías. Pero el 1 de octubre fue también un error histórico del gobierno de España, porque no hubo referéndum pero sí hubo urnas, papeletas y votaciones
Ni referéndum ni inteligencia política
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Buenos días. Es 1 de octubre. Hace un año estábamos en Barcelona y España se enfrentaba a la crisis política más grave que habíamos vivido en muchas décadas.
Un año después algunas cosas siguen estando claras.
El 1 de octubre no hubo un referéndum en Cataluña. No hubo censo, ni garantías, se votó en urnas y con papeletas confiadas a voluntarios, ni los observadores internacionales contratados por la Generalitat pudieron certificar que aquello fuera un referéndum. No existe por tanto ningún mandato derivado de aquel resultado, que ignoró además la mitad de los catalanes.
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Pero el 1 de octubre fue también un error histórico del gobierno de España. Así lo dijimos aquel día y así se puede seguir diciendo hoy. Porque no hubo referéndum pero sí hubo urnas, papeletas y votaciones tras haber empeñado casi su palabra y todos los medios habidos y por haber en que no los habría.
Pero el error verdadero fueron las cargas policiales contra ciudadanos que hacían cola ante colegios. Un error en sí mismo, no se golpea a personas indefensas, un error porque esa herida durará mucho tiempo en una parte importante de Cataluña y un error porque dañó como ninguna otra cosa la imagen de España en el mundo entero.
Un año después no podemos aspirar a soluciones mágicas ni rápidas. Queda el juicio y quedan unos dirigentes catalanes perdidos en el laberinto de sus propias contradicciones. Pero queda también la esperanza de que funcione la tímida senda que se ha iniciado con el nuevo gobierno Sánchez: intentar restaurar la confianza institucional en las comisiones bilaterales y multilaterales en las que se habla de cosas muy concretas que afectan al día a día de los catalanes. Exigir que el Parlament funcione para que se escuche a todos los catalanes. Bajar la inflamación, los discursos irreales y no caer en las provocaciones. En ninguna provocación.