Jugar con fuego
Ahora vuelve el debate sobre el mecanismo de elección de la cúpula judicial, con el PP dando un salto mortal y huyendo de su responsabilidad
Madrid
Hemos llegado a un punto en el que para no matar la esperanza tenemos que pensar que de cada desastre surge una oportunidad, una catarsis, y que quizás esta vez políticos y jueces sean conscientes de que del vendaval contra la democracia que viene de dentro y de fuera de España sólo nos salvarán instituciones democráticas fuertes e impecables.
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No parece, porque la asunción de responsabilidades que el PP ha hecho hasta el momento del episodio Cosidó-Marchena consiste en clausurar el chat de Whatsapp en el que su todavía portavoz en el Senado dijo, como los niños, lo que escucha en casa: que en el Tribunal Supremo lo tenían todo controlado. Tienen muchos juicios de corrupción pendientes todavía de vista y recursos, no vaya a ser.
En fin, que el paisaje después de la batalla no puede ser más desolador. Salen todos tocados: los políticos del pacto, el PP, pero también el Gobierno, debilitado aún más si no puede renovar la cúpula judicial. Y también sale tocada la magistratura porque sólo un Whatsapp pornográfico ha desbaratado el enredo. A Marchena le honra el paso atrás, ¿pero podía hacer otra cosa tras el "lo tenemos controlado desde atrás"?
Ahora vuelve el debate sobre el mecanismo de elección de la cúpula judicial, con el PP dando un salto mortal y huyendo de su responsabilidad, presentando un proyecto de reforma que ellos mismos descartaron cuando gobernaban. Y con el aullido antipolítica, el peligroso aullido antipolítica más alto que nunca. Como si hubiera alternativa a los partidos en una democracia, como si las asociaciones de jueces fueran neutrales por naturaleza. La vampirización de las instituciones y la perversión de las reglas tienen nombre y apellidos. Como diría Cospedal, que cada palo aguante su vela.