La Champions y Marcelo devuelven la felicidad al Real Madrid frente al Manchester City

El Real Madrid llegaba al partido de 'Champions' como un paciente que en mitad de la terapia debía demostrar su enjundia frente al rival, en principio, más duro de su grupo. Ante las dudas, Mourinho optó por su 'yo' más visceral a la hora de hacer la alineación. Borró a Özil y Modric del equipo para dar entrada a su batallón de confianza, Xabi Alonso, Essien y Khedira, que en algunos momentos apareció en la media punta.

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Tampoco saltó Sergio Ramos al verde del Bernabéu, quien señalado por Mourinho tras la derrota de Sevilla dejó su sitio a Varane. Los jugadores blancos salieron con efervescencia y efusividad, como queriendo decir a su entrenador que el problema no es de actitud. En apenas diez minutos y con la gente aún preguntándose la alineación, Ronaldo e Higuaín dispusieron de sendas ocasiones bien desbaratadas por Joe Hart.

La idea de Mourinho era sin duda dar el balón a los 'citizens' y a partir de ahí robar con rapidez gracias a la presión de Khedira y Essien, tan generosos como superiores a la medular de Mancini. Sólo Yaya Touré brillaba de vez en cuando en los azules cuando su defensa era capaz de superar la línea de presión blanca.

Esta vez Mourinho tenía claramente equipo, quizás lo que no tenía era un rival al uso. El Manchester City, denso y en ocasiones inapetente, tiende a hacer los partidos pasivos y adormilados pero en cambio no te permite distracciones. Esa languidez infectó poco a poco al Madrid, que dejó de visitar a Hart con tanta frecuencia y se convirtió en un actor más del guion elaborado por Mancini. Que por cierto, dejó bien claro cuando introdujo al terreno de juego al lateral Kolarov por el talentoso Nasri, con molestias.

El primer tiempo acabó con la impresión de que el Madrid era superior, pero con la duda latente de saber si el Madrid sería capaz de recuperar la prestancia del principio.

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El Madrid, Mancini, y las suertes contrarias

De nuevo el equipo de Mourinho, esta vez desde el intermedio, salió con la idea de espantar los fantasmas. Con tesón, fuerza, e intención, el Madrid empezó a rodear el área de Hart aunque sin demasiada idea de cómo hacerlo. Casi siempre con disparos lejanos a manos de Di Maria y Marcelo, los locales gozaron de sus mejores opciones hasta que el City despertó de su letargo.

Yaya Touré enganchó un balón en la medular, y como si de un tractor trucado se tratara, empezó a avanzar sobre el césped y los rivales sin preguntar, hasta que llegado el momento dejó a Dzeko -que había entrado por Silva- solo para que batiera a Casillas y llevara la penumbra al Bernabéu. El gol incendió el partido y al Real Madrid, que de repente encontró el libro de estilo que le dio la Liga el año pasado.

En ese libro dice que en el Madrid la improvisación la pone Marcelo. El brasileño, un habitual de llevar el caos al área rival, fusiló a Hart y devolvió la sonrisa al estadio. Con Modric, Özil y Benzema el Madrid planteó un partido a tumba abierta, como solía hacerlo el año pasado. Pero aún le quedaba tela al partido, cuando el Madrid emprendía su recuperación anímica, Kolarov hacía el segundo del City en una falta lateral.

Otra vez el Madrid debía restablecer de alguna forma su fragilidad anímica, y de nuevo se centró en sus virtudes para hacerlo. Benzema, algo desparecido en Liga, engatilló un balón difícil desde la frontal y batió a Hart, casi no dio tiempo el francés a que el Real Madrid volviera a dudar de sí mismo.

La terapia continuaba en el Bernabéu, y había que acabarla por donde empezó a verse la tristeza. Cristiano Ronaldo recuperó el protagonismo futbolístico con una genial finta y un fuerte disparo que descoló a todos. Mourinho en la banda se restregaba de alegría en la hierba mientras todo el estadio veía como, por lo menos, en los últimos minutos del partido y con los jugadores que el entrenador dejó en el banco, el Madrid del año pasado volvía a su ser y recuperaba la felicidad.

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