Una vida viviendo la vida de otros
La profesión del actor contada por intérpretes como Juan Echanove, Asunción Balaguer, Julia Gutiérrez Caba, Lluis Homar y José Sacristán que han dedicado toda su vida a este oficio
"Es una forma de vivir. Para mí es como si no supiera imaginarme otra manera de vivir. Ha sido una forma de pasearme por la vida", me dice Lluis, 56 años. "Esta profesión me ha dado un ojo con el que ver el mundo, un punto de vista. Me ha dado una personalidad, una razón de existir y, sobre todo, me ha dado un carácter", confiesa Juan, 52 años. Asunción, camino ya de los 88 años, con una gran sonrisa imperturbable afirma "Estoy contentísima. No me podía imaginar que a mis años podría disfrutar del cariño de la gente, de mis compañeros... y que encima me premien"
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Muy sereno, José, a sus 75 años recuerda: "En principio no sabía que era esto que yo sentía y que a mí me pasaba. Me ocurrió cuando vi la primera película en el cine de mi pueblo. Quedé fascinado por aquello. Yo creía que el indio era un indio y que el que moría se moría, pero era una fascinación". Y a sus 80 años de edad, Julia suspira: "Para mí lo ha significado todo. He dejado gran parte de mi vida dedicada a esta profesión y porque era de lo que vivía".
Son nombres, divorciados de su apellido aún pueden consentir escribirse en minúscula. Con los apellidos al lado, la mayúscula debería ser obligada para referirnos a algunos de los más célebres actores y actrices que ha dado nuestra cultura. Lluis Homar, Juan Echanove, Asunción Balaguer, José Sacristán y Julia Gutiérrez Caba han conseguido convertir en excelencia el bello oficio de vivir la vida de otros. El oficio de actor; porque como ellos mismos repiten -casi sin darse cuenta- son sólo actores, pero a eso han entregado toda su vida. Llevan toda una vida viviendo la vida de otros para goce y deleite de varias generaciones de público. "No hablas más que con una actriz... eso sí, con una actriz que no ha hecho otra cosa en su vida más que eso", dice Julia Gutiérrez Caba más avergonzada que halagada cuando le menciono su amplia y premiada carrera.
Una carrera que, en el caso de los cinco, comenzó cuando apenas abrían su cuerpo a la llegada de la adolescencia. Una carrera salpicada de altibajos, de gentes, de compañeros, de amigos, de alegrías, de sinsabores, de éxitos, de fracasos... "Se aprende de los fracasos", reflexiona Lluis Homar. "Siempre digo que yo he crecido a partir de las cosas que no me han salido bien. Esto es lo que me ha hecho evolucionar", comenta el catalán que en 2011 recibió el Goya por su papel en 'Eva'.
"A los siete años estaba en un grupo de teatro infantil de Barcelona. A los 13 en un grupo de teatro juvenil y a los 14 mi sueño ya era dedicarme a esto, aunque nunca pensara que este sueño podría hacerse realidad". Su sueño, como es fácil de adivinar, se ha terminó por hacer realidad y eso que sus padres no eran aún más escépticos que él. "Ni ellos lo creían ni yo tampoco. Hubo un momento, con 15 años, en el que yo estaba con cuatro compañías de aficionados, representaba tres ó cuatro obras distintas... y les decía: yo iré al Instituto del Teatro y mi madre respondía: Sí, sí... tu vas a ir a la Universidad", recuerda Lluis. Y claro... empezó a estudiar Derecho, unos estudios que quedaron abandonados cuando en el camino de este catalán se cruzó un concepto, una forma de entender la cultura en la Barcelona de finales de los 70: el Teatre Lliure.
"Justo el primer año de universidad me ofrecieron formar parte del Teatre Lliure. Me pusieron una condición: puedes estar aquí, pero si lo compaginas con tus estudios. Yo lo acepté... pero cuando ya pasó el primer año, me di cuenta que esto de ser actor era un oficio que tenía que aprender, que era como otra carrera".
Algo similar le ocurrió a Juan Echanove, que comparte generación con Lluis. A Juan le picó el gusanillo de la interpretación siendo un niño, ya en el colegio se prestaba a representar obritas o montajes de poca importancia. De adolescente se echó a la calle, a disfrutar con el teatro de aficionados: "Lo normal era empezar en grupos de teatro independientes, de aficionados. Yo tuve la suerte, por un azar, de que me vieran trabajar en una compañía semi-profesional en el teatro Real Coliseo Carlos III de El Escorial y me ofrecieran un contrato. A partir de ahí, decidí matricularme en la Escuela de Arte Dramático, pero no paré de trabajar".
Julia Gutíerrez Caba, prácticamente, estaba predestinada a ser actriz al nacer en una de las grandes sagas de actores que ha parido España y cuyos orígenes se remontan al siglo XIX. De sus inicios recuerda un doble sentimiento: "Veía con una serenidad lo que era dedicarse a esto, porque lo estaba viviendo cada día en casa. Por otra parte también tenía muchos temores porque yo no me veía con las suficientes condiciones como para afrontar este oficio. Me parecía que no iba a estar a la altura, me encontraba como torpe". Pese a que puede provocar una sonrisa o sensación de incredulidad, Julia afirma muy seria que, en sus comienzos, no estaba segura de poseer el talento suficiente para esta profesión. Su inseguridad queda muy bien reflejada en una anécdota que cuenta al hablar de la primera vez que pisó un escenario de manera profesional, allá por el año 1948: "Tenía mucho temor a pisar el escenario. La primera vez que salí -con16 años-, pensaba que iba a suceder algo malo. Sólo tenía que entrar al escenario por una puerta con un muñeco en brazos, decir una frase y salir por otra. Pensaba que pasaría algo... y pasó: se fue la luz". Ahora lo recuerda riendo, pero en esos momentos no lo pasó nada bien. Y eso que, en los años cuarenta, cincuenta, sesenta... la vida y la profesión de actor en nuestro país, era de todo menos sencilla. En absoluto se parecía a lo que llegaba de Hollywood por aquel entonces.
"En aquella época el actor pasaba muchas necesidades, cobraba muy poco, se viajaba muchísimo... El día que no se trabajaba, no se cobraba. Prácticamente lo que ganabas lo gastabas en las pensiones donde te quedabas cuando hacías teatro por ahí. Recuerdo que Paco [Asunción y Paco Rabal estuvieron casados desde 1951 hasta la muerte de éste en 2001], cuando hacía 'Edipo' y éramos novios, compraba los cigarrillos de dos en dos y envidiaba a la gente que podía fumar tabaco rubio". Asunción Balaguer cuenta esto con un punto de nostalgia, pero no de tristeza. "Era duro, pero ¿sabes qué? Teníamos tanta ilusión y tantas ganas de ser alguien y de tener trabajo..."
El que lo tuvo más complicado en sus inicios fue José Sacristán, a la difícil situación económica y social de la España de posguerra y a la precaria vida del actor, que en aquellas fechas algunos llamaban de manera despectiva como cómicos, Sacristán le añadía la obligación de tener que aportar su granito de arena a la economía familiar. "Yo no quería ser actor de teatro. Yo quería ser actor de cine y salir en los cromos. Empecé en el teatro de aficionados porque era la forma habitual de comenzar. Mientras, simultaneaba mi trabajo en el taller porque a los 13 años empecé a trabajar de mecánico tornero, había que ayudar en casa". No deja de ser paradójico, dada su más que confesada ideología de izquierdas, que lo que llevase al actor madrileño a dejar el taller y convertirse en actor profesional fuera la mili: "Tuve la suerte de que me tocó la mili en África y ahí tuve tiempo para leer y ponerme al día. A la vuelta le dije a mi padre que no volvía al taller y que ya me las apañaría para aportar mi parte correspondiente a la economía familiar. Esto era en el año 60 más o menos. Ahí tuve la suerte de que José Luis Alonso me metiera de meritorio en el Teatro Infante Isabel donde conocí a mi querido amigo y hermano Alfredo Landa, que estaba allí".
La amistad y el entorno
La conversación con cada uno de ellos para realizar este reportaje está salpicada de nombres, de ilustres actores, directores y productores. Y es que esta es otra de las señas de identidad de esta profesión: la camaradería, la amistad.
"Echo de menos la cafetería del teatro María Guerrero. Era un sitio donde nos reuníamos muchos actores, era un manantial de conocimiento actoral y de la vida. Creo que mi universidad o mi escuela de arte dramático fue aquella cafetería. En aquella cafetería, con aquellas mesas circulares y esos sillones... se cocía la ilusión de todos los que empezábamos a dedicarnos a esta profesión. Lo echo mucho de menos", me cuenta Juan Echanove, un apasionado del teatro. Un hombre que vive su profesión. "Más que enamorado estoy entusiasmado con la profesión que tengo. Poder dar vida a un personaje y enfrentarse a una verdad para ser representada son de las cosas más maravillosas que le pueden ocurrir a una persona en la vida".
Lluis Homar también admite que es muy complicado para un actor separar su vida personal de su vida profesional. "En el Teatre Lliure entregaba mi vida. Entraba a las 10 de la mañana y salía a la una de la madrugada: ensayábamos, representábamos... éramos una cooperativa. Incluso mis relaciones de pareja estaban dentro de ese mundo". Eso sí, desde que fue padre, con 43 años, quiso dar un giro a su relación con la profesión: "Cada vez me gusta más que la parte de mi vida que le dedico a mi profesión sea plena, pero que haya momentos de desconexión. Cada vez más tengo necesidad de esto. No porque haya disminuido el amor a lo que hago, sino porque se trata de otro tipo de enfoque".
"Yo he ido como un perro faldero toda la vida detrás de Fernán Gómez", admite José Sacristán. "Gracias a la intermediación de mi amiga Emma Cohen, que hizo de celestina, pues he conseguido ser un amigo de Fernando, tenerle muy cerca y seguir sus pasos y sus consejos. Por supuesto, nunca su talento".
Amistad y aprender de quienes se tiene cerca son dos de las ideas que más se deslizan en la charla con estos actores y actrices cuando analizan las décadas dedicadas a su profesión.
"Tiene mucha importancia aprender de la gente con la que trabajas. Ahora hay muchas escuelas que enseñan cosas que quizá, ahora, requieran a los actores como cantar, saltar, luchar... Pero es la práctica lo que te va dando la base. Salir al escenario y sentir a la gente. Para mí, la base de la profesión es el teatro. En cine y televisión, modificas la técnica... pero si tienes la base que te da el teatro es más fácil", asegura Julia. Echanove, en la misma línea, valora mucho la veteranía: "hay una cosa en mi profesión que tengo muy clara: la veteranía es un grado. Un grado de verdad".
La experiencia es la que le lleva a José Sacristán a no preocuparse cuando el trabajo escasea o cuando quienes te llamaban cada día se han olvidado de ti: "Esto forma parte de este negocio. Bette Davis publicó un anuncio en el periódico: 'actriz con dos Oscar busca trabajo' Esto forma parte de la naturaleza de este oficio", comenta con gracia Sacristán, un tipo que maneja la ironía a la perfección. "Yo lo vivo como algo que aprendí de mi amigo y maestro Fernán Gómez: hay que estar entrenado para no perder el equilibrio cuando las cosas van pendulares. Esto es así. Siempre ha sido así."
A Lluis Homar, la experiencia y la veteranía le han servido para huir de las verdades absolutas, tan presentes en nuestra sociedad y, cómo no, en una profesión que es reflejo de ésta: "Creo que hay que huir de las verdades absolutas: que si la escuela, que si el método es la verdad... Ahí estamos perdiendo algo por el camino. Son muchas las maneras de aprender, de crecer... La verdad se puede mostrar de muchas formas. Me gusta tener una visión amplia, una mente abierta y a veces, las escuelas sí que son un poco reductoras. Si yo pudiera montar una escuela sería muy ecléctica y muy amplia".
Lluis habla con conocimiento de causa. Sabe lo que es formarse aprendiendo de sus maestros sobre un escenario. De joven acudía, sin estar matriculado y simplemente para escuchar, al Instituto del Teatro de Barcelona. Conforme fue creciendo y familiarizándose con este oficio en el Teatre Lliure, Lluis confiesa que sintió que debía dar un paso más en su formación: "hubo un momento en el que me di cuenta que no era suficiente. Quería aprender cosas a nivel físico, de técnicas de interpretación... Empecé a hacer cursos con Gandolfo, con John Strasberg... Pedí una beca y estuve un año en Estados Unidos estudiando con Uta Hagen y preparándome muy a fondo... Todo es necesario: la práctica y la formación. Afortunadamente, hay una parte del actor que es innata, que nace. Pero otra parte se hace".
La fama y sus peligro
Los que desconozcan este mundillo y esta profesión caerán en el común error de asociarla a la fama, al dinero, a las juergas... Y sí, es cierto que hay actores y actrices que se ganan muy bien la vida. No necesitan ser los que más trabajan -ni los que mejor trabajan- para ser los que más cobran y mejor viven. Pese a esto, la realidad de la gran mayoría de los actores es vivir de una profesión que les apasiona y por la que, no pocas veces, hipotecan su bienestar económico.
Sin embargo, en la sociedad de las telecomunicaciones, de las redes sociales, de la televisión, de lo efímero... los peligros que acechan a un actor no nacen del estómago, sino de la cabeza y del ego: "Peligros hay muchos. A Irene le hemos aconsejado que no se deje deslumbrar por la profesión. Nosotros no nos hemos deslumbrado porque hemos vivido esta profesión muy desde el principio, muy a ras de tierra...", me dice Julia Gutíerrez Caba que aconsejan ella y su hermano Emilio a su sobrina-nieta Irene Escolar, también actriz.
José Sacristan aconseja prudencia a quienes se sientan atraídos por los focos: "Que tengan cuidado porque [la fama] es un espejismo. La televisión es un escaparate peligrosísimo, te proporciona en un solo día más espectadores que, posiblemente, todos los que tuvo en su carrera José María Rodero o Manolo Dicenta. La gente, si te aplaude está muy bien... pero esa misma cantidad de gente cagándose en tu padre... es mucha gente. Cuidado con eso. Que disfruten de la notoriedad en la medida en que las cosas vayan a favor, pero cuidado porque esto es una carrera de largo recorrido. No hay que dejarse atrapar por espejismo que luego dejan juguetes rotos".
Y Juan Echanove, incapaz de dejar el teatro ni siquiera cuando millones de personas lo siguen por televisión en la serie 'Cuéntame cómo pasó', incide en el concepto "conocer" que proporciona la fama a cualquier actor que, de la noche a la mañana, da el salto a la alfombra roja: "Sí, lo conocen, pero muy superficialmente: de la misma manera que lo conocen en dos meses, lo olvidan en otros dos. Lo que deben entender las personas que inician una andadura profesional en la interpretación es que hay que vivir intensamente el presente porque el presente no dura para siempre".
Echanove que resalta la importancia del trabajo diario y constante para el actor y su actitud de agradecimiento: "Esto es una labor diaria, hay que ser muy perfeccionista y cuando se trabaja día a día y se es muy perfeccionista, no queda tiempo para chorradas.Cuando el éxito te sonría, cuando el público te dé su apoyo, tienes que agradecerlo con una enorme humildad. No me refiero a agradecerlo a alguien en concreto, sino a mostrar una actitud de agradecimiento porque la realidad en la que vive el 90% de los compañeros es, realmente, una realidad precaria".
El actor como símbolo de lucha social
"En estos tiempos que corren, escuchar las cosas que decía Cervantes entonces, sobrecoge", sostiene José Sacristán, que bien sabe lo que es unir su carrera a los textos del dramaturgo alcalaíno. Sacristán considera, además, que el actor debe ofrecer un plus como ciudadano dado que con su trabajo llega a los corazones y a las cabezas de otros muchos vecinos: "Nos sentimos contentos no sólo como actores, sino como ciudadanos. Creemos que hay un valor añadido de haber cumplido con lo que se debe decir y proponer hoy encima de un escenario".
"Yo me siento orgulloso de mi profesión. Ser abanderado del compromiso social está muy bien", afirma Homar: "Nuestro trabajo, además de alimentar nuestro ego, es algo de servicio. Y para ofrecer este servicio hay que conocerse a uno mismo, a los demás... El actor, cuando más persona, cuanto más evolucionemos como personas, mejor es el teatro que podemos ofrecer".
Para Julia, el valor del actor y su papel en la sociedad es claro: "El actor es una figura indispensable para transmitir textos que van enseñando a la gente a conocer y transformar una sociedad. El teatro siempre ha hecho una crítica de la sociedad y sus comportamientos".
Echanove convierte al actor en escudero de la cultura: "El actor tiene que luchar por la protección y el cuidado de la Cultura como bien de primera necesidad, no como un lujo". Y es que, él teme que, conforme los ciudadanos se alejen de la cultura, éstos queden convertidos en meras marionetas a merced de políticos y poderosos. "Estamos perdiendo la batalla de la cultura, no sólo en el teatro. Perdida esta batalla, nos van a colar todos los goles por la escuadra."
Las tres letras de unas siglas endemoniadas se han convertido en la principal batalla de aquellos que viven del mundo de la interpretación. La subida del IVA cultural al 21% abre una herida en el corazón económico del sector. "Si tú eres productor de una obra de teatro, como lo soy yo, y resulta que el que se lleva un 21% de lo ingresado es Hacienda, así que Hacienda es el máximo accionista de la obra y es el único que no pone un duro para hacer la función.", se queja Echanove que produce y protagoniza la obra de teatro 'Conversaciones con mamá'.
Sacristán reconoce que hay que hacer autocrítica, que quizá hay que mirar un poco más a los géneros alternativos o ideas nuevas, pues las políticas culturales no han dado los resultados esperados. Eso sí, hay un frente de lucha claro para él: "convencer a esta gente de que no es lo mismo ver un Ibsen que comprarse un abrigo de visón, joder".
Y ante el apuñalamiento por la espalda que ha supuesto la subida el IVA -provocando el cierre de teatros, la bajada de asistencia del público tanto a cine como a teatros, la queja de todos los estamentos culturales, de la industria...- quizá la reflexión de Asunción Balaguer es la que más tranquilo deje al personal: "Wert se irá un día... y nosotros [el oficio de actor] seguiremos en pie".
Lluis, Juan, Asunción, Julia, José... todos ellos hablan de los grandes cambios de este oficio, del país y de la sociedad. Los cinco reconocen que, por mal que estén las cosas ahora, no son comparables a cómo estaba esta profesión unas décadas atrás, cuando ellos empezaban siendo unos adolescentes. Quizá tenga algo de conformista esta visión, quizá sea la opinión de quienes han visto reconocido su trabajo y su talento con el respeto y la admiración de público, crítica y colegas. O quizá, estén en lo cierto y hablen con la autoridad que otorga la experiencia.
En lo que también coinciden estos cinco monstruos de la interpretación es el amor hacia un oficio que les ha devuelto con creces todo lo que ellos le han dado... y esto no fue poco, porque ha sido su vida la que han dedicado por entera. "Esta profesión... que siga adelante. Que siga adelante porque la vida siempre te da sorpresas", me dice Asunción. Las sorpresas de la vida como las que hay en una obra de teatro, en una película o en una serie de televisión. Y es que, ellos han dedicado una vida a vivir la vida de otros, de los personajes a los que han interpretado a lo largo de tantas décadas de carrera. Vocación y arte, lo que emana de ellos. Pero no serán mis palabras las que mejor definan la grandeza de este oficio; mejor, sin duda, las del poeta y dramaturgo Federico García Lorca: "Vosotros, queridos actores, artistas por encima de todo. Artistas de pies a cabeza, puesto que por amor y vocación habéis subido al mundo fingido y doloroso de las tablas. Artistas por ocupación y preocupación. Desde el teatro más modesto al más encumbrado se debe escribir la palabra Arte en salas y camerinos".