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MasterChef Junior, con otros ojos

Una mañana de la semana pasada, a la hora del desayuno, mientras mirábamos si en los ingredientes de unas galletas había huevo o frutos secos, Mario, de la clase de 5 años, dijo: “En MasterChef Junior dicen que los cacahuetes no son frutos secos, así que si estas galletas tienen cacahuetes, Carla sí que los puede comer”.

Me quedé asombrada de que MasterChef Junior tuviera un público de tan corta edad ya que, en mi opinión, aunque en el programa han participado niños, se trata de un espacio dirigido a adultos. Y ya no solo por la hora de emisión (a partir de las 22.15) sino también por la dinámica general del concurso. Me entró la curiosidad de saber qué era para ellos y ellas Master Chef Junior y quise investigar...

Esto fue lo que dijeron:

  • “Es una cosa que echan en la televisión en la que hay niños que cocinan para un señor mayor”.
  • “También hay uno joven y una señora”.
  • “Los señores prueban la comida para saber cuál es la más buena”.
  • "El que gana es el que mejor cocina”.
  • “Lo pasan bien. Cuando les echan lloran porque no se quieren ir. Pero no pasa nada: luego les regalan una tablet”.

Después de estar hablando un rato me di cuenta de que, en general, les ha gustado. Es un concurso que demuestra que los niños y niñas también pueden participar en las labores domésticas (la cocina, en este caso) o que, si van con cuidado, son capaces de usar utensilios que a priori parecen peligrosos.

También manifiesta que la cocina es una actividad motivadora para los más jóvenes ya que requiere emplear habilidades que están trabajando diariamente: psicomotricidad fina, creatividad, matemáticas, desarrollo de los sentidos u organización espacial y temporal. Y además apuesta por romper con los tópicos “las mujeres son las que cocinan” o “los grandes chefs son hombres”.

Creo, sin embargo, que un programa dirigido a niños tendría que trasmitir otros valores y tener un mayor contenido pedagógico. En mi opinión, el tiempo que se les da para cocinar es insuficiente, el enfoque es más competitivo que de aprendizaje y disfrute, hay demasiada diferencia de edad entre los concursantes y no se trabaja la educación alimentaria ni el reciclaje.

En varias ocasiones, durante el programa, a los concursantes se les ve agobiados, incluso superados, por el tiempo. Podemos comprobarlo en sus caras, sus suspiros, incluso en comentarios:

  • “Lo que no soporto de MasterChef es el reloj porque cada minuto que pasa te va poniendo más presión”.
  • “No soporto ver el reloj que corre todo el tiempo”.

Es obvio que tienen que tener un tipo limitado pero aquel que se adapte a su edad y no como si fuesen profesionales ya que, en el momento en el que actúan con tanta presión, dejan de disfrutar de lo que están haciendo.

Cuando realizas cualquier actividad en un tiempo menor al que necesitas, el resultado es que el producto no sale bien, y eso mismo les ocurría a algunos niños y niñas: comidas crudas o mal presentadas, platos que se les caían y a veces se les rompían...

En la prueba del zumo de naranja también era muy importante el tiempo (tenían que hacer la mayor cantidad de zumo en un tiempo determinado, y ganaba el concursante que mayor cantidad hiciera) pero esa sí me ha parecido adecuada.

También es verdad que les ayudaban a organizarse, recordándoles cada poco rato cuántos minutos les quedaban para finalizar la prueba o cuándo debían empezar a emplatar para que ninguno se quedara sin terminar.

Los niños deben aprender a jugar, competir y perder, y en esto no hay nada malo. Pero me parece un error que el programa se convierta en una competición continua. La presión hace que dejen de disfrutarlo. Por mucho que se trate de un concurso y de que, evidentemente, alguien tenga que ganar, no entiendo que el proceso de eliminación empiece en el primer capítulo.

Se podría mantener el sistema de puntos para que puedan llegar a prueba final, hacer que esta valga más y que, finalmente, gane aquel que tenga más puntos. De esta manera todos tendrían las mismas oportunidades y su continuidad ya no dependería de si un plato les ha salido bien o mal.

La mayoría de las pruebas han sido individuales y en las pocas que ha habido grupales (o por parejas) no se les ha visto trabajar en equipo. Se les debería haber dado tiempo para organizarse y poder repartirse las tareas. Además el papel de capitán que asumen (y que se les transmite a) los aspirantes es más de mandar que de coordinar, que es lo que realmente necesitaría un equipo.

  • “No quiero que nadie te pase por encima”.
  • “Yo tengo carácter para mandar. Les voy a tener a todos firmes y se van a cagar conmigo”.
  • “Acepto sugerencias, no voy a ser un capitán malo, pero no quiero que mi equipo decida por mí. No voy a sentirme intimidado en ningún momento”.

¿No hubiesen obtenido mejores resultados si se hubiesen organizado según las tareas que a cada uno se le da mejor desempeñar (o que les apetecía hacer), en vez de tener la idea de capitán mandamás?

Cualquiera que haya visto un capitulo durante un rato se da cuenta de que entre algunos de los concursantes hay muchas diferencia de edad. Aimar y Noa, los más pequeños, le dan un toque simpático al programa y quizás por eso les hayan dejado entrar, pero seguramente no tenían ninguna oportunidad de ganar desde el momento en que fueron seleccionados.

No tienen desarrolladas las mismas capacidades  que el resto de los concursantes, simplemente, por su momento madurativo. Noa salió del programa en el primer capítulo y a Aimar, aunque es más resuelto y cocina muy bien, se le ve que le cuesta controlar el tiempo o que se le caen las cosas por hacerlo rápido, y en las pruebas de equipo no participa como un concursante más: le dan tareas que no están relacionadas con el objetivo, como espiar a los del otro grupo o ir a distraerles. Incluso, en alguna ocasión, alguno de sus compañeros lo ha llegado a mencionar:

  • “Aimar venía todo el rato y no sabía qué mandarle porque es un revoltoso de los más pequeños”.

Hemos visto un intento forzado de promover una alimentación sana y la importancia del reciclaje durante todo el programa. Les dicen lo que tiene que llevar cada comida para ser equilibrada pero en ningún momento les informan de lo que realmente es significativo para ellos: para qué es bueno cada alimento y cómo influye en el cuerpo.

Y está muy bien que mencionen la importancia del reciclaje del vidrio pero lo hacen de una forma muy superficial. Quizás alguna de las pruebas en equipo podría haber sido relacionada con el reciclaje. Pero también considero un buen ejemplo el hecho de que un programa que ha tenido tanta audiencia, y que está relacionado con la comida, mencione que la comida que no se usa, se dona.

En conclusión, creo que es un programa que ha gustado a los niños y que tiene cosas positivas. Ha abierto los ojos de bastantes personas, demostrando que ellos también pueden cocinar. Pero también pienso que habría que darle una vuelta a muchos de los aspectos que he comentado. La vida de los adultos ya es suficientemente estresante y competitiva como para que se lo trasmitamos desde pequeños.

¿Queremos que los futuros jefes de empresa cumplan el rol que desempeñaban los "pequeños capitanes"? ¿Queremos crear futuros trabajadores extremadamente competitivos? "La televisión, sobre todo si es pública, es una herramienta con gran poder e influencia. Un programa visto y protagonizado por niños no puede estar hecho solo para vender o entretener. El factor moral es imprescindible".


* Imagen de cabecera: cortesía del Colegio Siglo XXI. Fotos: cortesía de MasterChef.

 
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