¿Comer de gañote? No, gracias
Conversación real de hace unos días: —Perdona, nunca me acuerdo cómo te llamas... —Izaskun. —Oye, Izaskun, el otro día te leí. Dime una cosa, ¿tú a todos esos restaurantes vas de gañote, verdad? —No. —¿Y no crees que si lo intentaras podrías ir de gañote? Intenté disimular mi reacción pero la cara que quise poner fue más o menos así:
Aluciné un poco. Aluciné bastante, la verdad. Alguien a quien apenas conozco, que no recuerda ni mi nombre, preguntándome si no podría aprovechar mi situación de colaboradora en este blog para ir a comer gratis a todos los lugares a los que voy simplemente porque me gusta ir. Supongo que seré de otro planeta, pero jamás se me ocurriría preguntar tal cosa y, si por un casual sucediese, me daría pudor verbalizarlo. De otro planeta, lo que os digo. Así que entendí que me tocaba explicar por qué, en caso de que existiera la posibilidad de ir gratis, seguiría pagando porque me dieran de comer. Es, básicamente, por la misma razón por la que, pudiendo descargar películas gratis, prefiero verlas en Filmin. Lo resumo en cinco puntos:
1. Comer algo rico es una de las cosas que más feliz me hace en el mundo. Si como rico me pongo de buen humor; si lo que me dan de comer no está bueno, a veces incluso me enfado. Es simple. Eso no significa que siempre necesite festines oficiados por Babette. Últimamente, por ejemplo, los paraguayos que compro en la frutería me sacan una larga sonrisa.
2. Me gusta que me paguen de forma justa por mi trabajo. Entiendo que a los demás también. Creo que cuando empiezas a regalar tu trabajo corres el peligro de que la gente asuma que tiene derecho a que trabajes gratis para ellos. Es, de hecho, una práctica bastante extendida en la gastronomía. No estoy a favor: creo que ese gasto deberían asumirlo los medios para los que trabajan los críticos. Para mí se trata de una cuestión de respeto. If you pay peanuts, you get monkeys.
3. No de todos los restaurantes a los que voy salgo contenta. De hecho, uso Foursquare como herramienta para avisar a mis amigos de a qué sitios no volveré. Si pago y creo que el servicio no ha estado a la altura, siento libertad absoluta para contarlo. Si no pagara, probablemente no podría contar que se come peor de lo esperado. Y, ¿qué garantía tengo de que el que escribe es honesto si el restaurante le ha invitado?
4. Opino que hay que premiar el esfuerzo y el talento y en este caso con premiar me refiero a pagar la cuenta y, a ser posible, dejar propina. Y volver. Por eso siempre que puedo vuelvo, por ejemplo, a Nakeima o a Bolero. Son equipos jóvenes que están luchando muchísimo para sacar su proyecto adelante de forma honesta, explicando en su manera de hacer cómo conciben el mundo. A mí me parece muy valiente. Y encima cocinan que da gusto. Comer en Nakeima cuesta menos de la mitad de lo que cuesta una camiseta de Real Madrid; en Bolero, menos de lo que cuesta un menú del día. Es cuestión de prioridades.
5. Si no te lo puedes permitir y realmente te interesa, ahorra. Cuando consigas el dinero suficiente y puedas ir lo disfrutarás mucho más seguro. A mí me puede apetecer muchísimo que mi hogar esté diseñado por Niemeyer, Barragán o habitar el Taro de Tahiche, pero sé que, al menos en esta etapa de mi vida, es inalcanzable. Mientras hago montañita de monedas, me aguanto.
Bonustrack: recientemente hemos estado en Comala, el nuevo restaurante mexicano de Abraham García. Id. Id en cuanto podáis. Y no os perdáis los tacos de ropa vieja, los de huitlacoche con queso de Arzúa ni las albóndigas de rabo de toro con mole poblano. Dicen unos amigos que algo saben de esto, que tampoco hay que perderse los huevos con charales. Háganles caso.