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CRÍTICA

'The Leftovers', emocionalmente demoledora

Imagen de una escena de 'The Leftovers'HBO

El silencio es el hilo conductor en el dolor de 'The Leftovers'. La desaparición, sin respuestas, de seres queridos como expresión suprema y cruel de la muerte. La violencia de la incomprensión. Egoísmo. Una catástrofe que ha conseguido sacar lo peor de cada individuo de la sociedad. El no retorno. Y, sin embargo, 'The leftovers' es una serie crudamente bella.

Esta semana llegó al final de su primera temporada 'The Leftovers' ('Ascensión'), producto de HBO que llega bajo la firma de Damon Lindelof -productor de 'Lost'- y Tom Perrotta, autor de la novela en la que se basa la serie. [En España puede verse tanto en VOS como doblada al castellano por CANAL+ Series]

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Diez episodios que han recibido mucho más calor de la crítica que del público. En EEUU, pese a que HBO ha anunciado la renovación de la serie por una segunda temporada, sus audiencia el día ha oscilado entre 1,5 y menos de 1,9 millones de espectadores. Datos bastante fríos incluso para tratarse de un canal de pago.

Si hay, ahora mismo, una serie que no pretende gustar a todos esa es 'The Leftovers'. Es más, HBO y sus productores son muy conscientes de que se trata de un producto capaz de seducir el paladar de unos pocos. No es una cuestión gourmet, ni de buen gusto. Tiene más que ver con conectar con el espectador, con despertarle emociones.

'The Leftovers' que encierra un sinfín de paradojas. Es una serie emocionalmente demoledora y, a la vez, solemnemente bella. El amor y el odio se entrecruzan como ramas de un mismo árbol. Como la vida y la muerte. Una serie en la que a los personajes les duele el seguir viviendo, donde no existen sonrisas alegres. Tan solo intentos de olvido.

En esa crudeza, si se produce la conexión con el espectador, éste sentirá en primera persona las emociones que nacen de los personajes. Si no, si no llega nunca a existir esa conexión, probablemente, el espectador se aburra con ella y deje de verla al cabo de 3 episodios.

Una catástrofe. Un hecho incomprensible y sin respuestas que no cambia al mundo, sino que cambia a sus habitantes, su alma. La manera de ser, de pensar, de ver el futuro y el pasado ha mutado. Todos han quedado bajo un halo de tristeza y culpa. La culpabilidad de no explicarse por qué ellos no han desaparecido. Sí lo hicieron 140 millones de personas (un 2% de la población). Se esfumaron como por arte de magia, delante de sus seres queridos, de sus compañeros de trabajo, de sus vecinos... En un instante y a los ojos de cualquiera, 140 millones de personas desaparecieron para no volver.

Tres años después de este fatídico suceso -que es donde se ubica la serie- han proliferado los grupos sectarios que prometen esperanza o una vida de recuerdo permanente de la catástrofe, millones de familias han quedado rotas o cojas pues alguno de sus miembros o bien ha desaparecido o bien ha huido al amparo de una secta. Los que han pretendido rehacer su vida han olvidado la sonrisa. Todo envuelvo en el silencio y en la tranquilidad del dolor permanente.

'The Leftovers' es una de esas obras maestras inconclusas creadas para su contemplación y admiración. Técnicamente roza la perfección. Estructuralmente es variada ajustándose minuciosamente a las necesidades del relato. El guion ha creado a unos personajes cuidadosamente perfilados. Bien sean protagonistas, secundarios o capitulares. Son trazos en el óleo lo que salen de las máquinas de esos guionistas.

Interpretativamente, Justin Theroux -protagonista- lo borda. Carga de significado cada frase que sale por su boca, emocionando como un buen actor de teatro, pero a través de una pantalla. La serie, en su conjunto, ofrece un nivel actoral muy elevado. De otra manera, 'The Leftovers' sería una serie fallida. Necesita actores que transmitan emociones con la palabra, con la mirada o con un gesto. Y los tiene.

Su productor arriesgaba a decir antes del estreno de esta serie que el espectador nunca sabrá por qué han desaparecido esos 140 millones de personas, que no sería necesario dotarle de una explicación. Esto bastaría para que muchos ni empezasen a ver la serie. Tras diez capítulos, lo de menos es por qué han desaparecido esos 140 millones de personas. Lo que engancha y encoge el corazón son los personajes que sí están.

Es poesía visual. Una obra narrativamente potentísima en la que tanto cuenta el guion como los silencios y la música. No se puede entender 'The Leftovers' separando sus elementos. Es un todo. Un todo perfecto y sin acabar, una de esas obras que abandonan su excelencia si son acabadas. 'The Leftovers', en su pausado ritmo, ni parece tener final ni tampoco comienzo.

Es, probablemente, la mejor serie del año. Pero nació solo para gustar a unos pocos.

 
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