Messi le hace un traje a Guardiola

“No hay sistema defensivo ni entrenador que le pare. Hay que limitarle de otra manera. Ayudas, cerrar pasillos, pero aún así no se puede. El talento no se defiende. Si está bien, Messi es imparable”. Lo sabía Guardiola, que no se cansó de repetirlo en una abarrotada sala de prensa del Camp Nou el día previo. Pero ni él, que le hizo gigante, supo pararlo.

Messi, al que se le intuía más excitado que nunca -muchos le acusan de ser la causa de la decisión de Guardiola de marcharse de Can Barça-, decidió cuándo y cómo quiso hincar el diente al Bayern esta noche. Y lo decidió exactamente cuando quedaban diez minutos de partido. Primero marcó con un latigazo con su bendita pierna izquierda desde la frontal del área.

Y tres minutos después creó una de esas jugadas que hacen debatir de nuevo, no si es el mejor de esta era, sino el mejor que nunca ha habido. La ‘Pulga’ agarró la pelota en la frontal y se encontró con Boateng, le trenzó las piernas y lo dejó tirado como un muñeco antes de plantarse ante el gigante Neuer y picársela por encima.

Termino así, de un plumazo, con la eliminatoria. Y con mucho más. La leyenda de Guardiola es ahora un poco más pequeña, porque esa grada que tanto lo venera y que lo creía invencible, lo vio esta noche vulnerable. Y todo por él. Por Messi.

No tuvo suficiente el argentino con esa doble exhibición, que quiso también participar en el tercero. Con un Bayern desesperado y volcado en el área de Ter Stegen, el argentino arrancó un contragolpe que culminó Neymar.

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Hasta que apareció Messi el Bayern aguantó. Y lo hizo, sobre todo, gracias a Neuer, que salvó un mano a mano en el minuto 10 a Luis Suárez , y a Xabi Alonso, que estuvo en todas. Por él pasó todo el juego, el propio y el contrario.

Guardiola urdió un plan de inicio, con una defensa de tres, con Rafinha, Boateng y Benatia, que cambió cuando se dio cuenta de que las bases de ese Barça que él creó, basado en presionar muy arriba y recuperar rápido la pelota, continúan ahí.

Demasiada valentía para un toro tan bravo, debió pensar Guardiola, que entonces cambió su dibujo inicial y retrasó a Bernat para formar una defensa de cuatro. Los bávaros robaron el balón al Barça por momentos en el primer acto y también tuvieron sus oportunidades- la más clara fue de Lewandowski, que jugó a pesar de las fractura en la mandibula y en la nariz que tiene- y que no alcanzó a una pelota que se paseó por el área de Ter Stegen.

Tras el descanso parecieron los alemanes tener la idea más clara. Dirigía Xabi Alonso y Thiago mandaba a uno y otro lado unos balones que traían de cabeza a una zaga azulgrana, que ahora sí temblaba.

El partido, trepidente en el primer acto, se volvió más pausado. Parecía entonces que ese empate a goles no era malo para nadie. Para casi nadie, porque fue entonces cuando apareció Messi para dejar claro que tanto en aquel glorioso Barça de Guardiola como en éste el que decide es él.

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