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El PP reconoce que la corrupción le ha hecho más daño que los recortes

Los dirigentes territoriales del PP admiten que los escándalos que han salpicado a su formación han afectado a su imagen más que la gestión económica que se ha realizado, piensan que se reaccionó “mal y tarde” y dan por hecho que el domingo habrá “un voto de castigo” en las urnas. En la Moncloa esperan que no se repita para las generales y así triunfe el bipartidismo. Rajoy no habla de corrupción en la Plaza de Toros de Valencia

Mariano Rajoy, Alberto Fabra y Rita Barbera en el mitín de la plaza de toros de Valencia. / JOSE JORDAN (AFP)

Valencia

En el Partido Popular reconocen que la corrupción les ha hecho “un daño terrorífico”, más incluso que la gestión económica que han realizado, con todos sus recortes. También admiten que el caso Bárcenas es el que más les ha perjudicado porque aunque muchos escándalos han salpicado a sus siglas, son muchos los años viviendo en una constante montaña rusa por culpa del extesorero. Creen que lo suyo no lo supera ni lo de Rodrigo Rato y que les va a pasar factura.

Los dirigentes territoriales tienen claro que el próximo domingo habrá “un voto de castigo”. Muchos conservadores señalan que en esta cuestión su formación reaccionó “mal y tarde”. Además, creen que la sociedad no perdona y olvida. Y aún menos cuando partidos como Ciudadanos y Podemos se encargan de avivar la situación.

En la Moncloa esperan encajar ahora el golpe y haberlo superado ya para las generales. “Corregir el tiro ya para entonces”, dicen fuentes populares. En el PP todos defienden la teoría de Mariano Rajoy, convencidos de que las nuevas formaciones no se impondrán y el bipartidismo volverá a triunfar. “Estos partidos nos han venido muy bien para espabilarnos”, opina un líder regional del PP.

Además, nadie piensa que se vayan a producir cambios después del 24 de mayo. Solo si fuera una debacle y creen que Rajoy salvará los muebles diciendo que el PP es la fuerza política más votada. Los suyos comprenden que haga tanto hincapié en el discurso económico. “Debe reivindicarse después de unos años tan duros. Es su aval”, comentan mientras dan por hecho que será el candidato para las generales.

Dicen que sólo se abrirá el debate sucesorio si pierde en esta convocatoria. Entonces son muchos los que ven a Alberto Núñez Feijóo poniéndose al frente. Hay quien maliciosamente recuerda que hace unos días, cuando Rajoy estuvo en Vigo, el titular de la Xunta debía estar ya “haciendo prácticas” porque realizó un discurso “que parecía el de investidura, copando los informativos”. También gana enteros Soraya Sáenz de Santamaría por la gestión. Y de lo que algunos están muy pendientes es de ver qué ocurre el domingo con María Dolores de Cospedal porque si gana por mayoría absoluta, en tiempos tan difíciles, va a ser un éxito incontestable.

Ayer, Rajoy no habló de corrupción en la Plaza de Toros de Valencia. Allí donde un día, Francisco Correa y el Bigotes se movían por el escenario, donde hubo un mitin en el que Rajoy le dijo a Camps que estaría siempre junto a él, delante, detrás y a su lado y Costa les observaba desde primera fila y donde en las europeas, a Alfonso Rus todavía le ponían un cajón para que llegara al micrófono para hablar.

En una comunidad salpicada por los escándalos, con un montón de imputados, el presidente del Gobierno solo dijo que en su formación no son perfectos. Pero ni una sola referencia expresa a la honradez de los políticos, ni aprovechó para vender sus medidas de regeneración democrática, como algunos en su partido, le pedían.

La corrupción, queda demostrado, se ha convertido en el tema tabú de la campaña. Mejor no mentarlo para que no se les vuelva en contra. Por eso, Rajoy se dedicó a elogiar a sus candidatos. De Rita Barberá dijo que era “la mejor” y de Alberto Fabra, que nunca “se arrugó”.

En Valencia, el PP logró su foto. Los conservadores querían demostrar que podían, no llenar, sino reventar el coso y superar al PSOE. Y hora y media antes del mitin, estaba lleno a rebosar, con todos los militantes, bailando, como en una discoteca, al ritmo de Paquito el chocolatero, Torero y la Bomba. Según organización del PP, se habían acercado 15.000 personas pero, a diferencia de otras veces, no había pantallas para seguir los discursos desde la calle.

 
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