Sin emoción no hay voto

Barcelona

"Estas elecciones no son la final, pero son una semifinal". Es miércoles y el Barça se estrena esa noche en Roma en la Liga de Campeones. Artur Mas llega a Badalona y un grupo de obreros, desde lo alto de un edificio a medio hacer, le gritan al verle: "¡Viva España!". En el balcón de enfrente le reciben en cambio una senyera y un par de esteladas. En el equipo del president hablan de la alineación que prepara Luis Enrique y uno de sus colaboradores más directos se arranca con metáforas futbolísticas: "El president está con ganas, hay partido por jugar y los otros salen con todo". Lo dice porque tras Merkel y Cameron está Barack Obama en las portadas por su llamada a una España "fuerte y unificada". "Nos atacarán por todas las vías que puedan -expone Mas a un auditorio reducido- pero no somos tontos. Nosotros, ilusión". Será su pauta hasta que se abran las urnas. Desdeña la adversidad aunque venga de la misma Casa Blanca y resume en tres palabras su idea sobre la independencia: "Todo son ventajas".

Tiene escrito Ramoneda que en política gana quien impone su relato y en Cataluña hace tiempo que una palabra lo envuelve todo, en especial el tiempo en las radios y las televisiones, las declaraciones públicas y hasta las conversaciones de bar. La palabra es 'procès', tan implantada que ha logrado relegar la tradicional división entre izquierda y derecha para que el eje político distinga entre los partidarios de la independencia y los defensores de que Cataluña siga formando parte de España. Hay muchos matices en esa división, porque mientras los independentistas se han agrupado en torno a la misma lista con la excepción de la CUP, los otros grupos tienen propuestas diferentes cada uno sobre la relación de Cataluña con España. Por eso se niegan a tomar estas elecciones como plebiscitarias, que es como las presenta Artur Mas, aunque en algunos actos de PP, PSC o Ciudadanos llamen a votar contra la independencia como si en efecto lo fueran. La campaña va señalando algunas contradicciones: Mas es el cuarto de la lista pese a que aspira a ser president y apela a que la "mayoría de la gente vote por el 'sí" pero piensa contar a esa gente por escaños y no por sus votos.

En sus reuniones de trabajo, el líder de un partido nacional describe la situación con estos números: en Cataluña hay unos dos millones de independentistas y están plenamente movilizados. Se vio en la Diada y se verá el próximo 27 de septiembre. Irán a votar. Después están unos dos millones y medio de catalanes que no son independentistas y que no están movilizados. Un 60% de ellos está resuelto a ir a votar, pero el resto o no sabe si irá o no sabe lo que hará cuando vaya. Lo tradicional es que las catalanas tengan unos diez puntos menos de participación que las generales. La gran bolsa de indecisos está en el área metropolitana de Barcelona, lo que explica el desembarco de los grandes partidos y la pugna de colores de las últimas horas por llamarlo cinturón rojo, naranja o morado.

"Los indecisos son más o menos el 30%, quizá más", a decir del antiguo responsable de un instituto de opinión. El 30% es el doble de indecisos que hay en Grecia para las elecciones de este domingo. "El escenario es muy difícil de pronosticar", añade este experto, "porque los independentistas van a expresar un voto emocional y eso les moviliza". ¿Qué deberían hacer los otros partidos para movilizar a quien piensa quedarse en casa? "Lograr que ellos también quieran dar un voto emocional", responde. Lo que está por ver es si llegan a tiempo. En el arranque de la campaña, el PSOE ha probado un discurso a lo Gordon Brown con Escocia -"os queremos", vino a decir Ángel Gabilondo a Barcelona- mientras el PP y el Gobierno han incidido en las consecuencias del "disparate" independentista. "Sólo tienen una inmoral campaña del miedo", replican en la lista de Junts pel Sí, preocupados porque se queden cortos y dependan de la CUP, donde agrada muy poco la figura de Artur Mas.

Los independentistas combinan mítines con coloquios de pequeño aforo para convencer de la viabilidad de lo que llaman "desconexión". Aquel miércoles en Badalona, Mas reunió a un grupo de jubilados para hablarles de las pensiones. Expuso los cálculos del Consejo para la Transición Nacional, que previó incluso los costes de un Ejército, y sostuvo que con la Agencia Tributaria Catalana -que el Constitucional acaba de dejar en suspenso- se recaudarían al año unos 50.000 millones. Mantener un Estado les costaría, según esa misma versión, 36.000, "por lo que habría dinero suficiente para pagar pensiones más altas e incluso sobrante, dinero cash con déficit cero", según explicó la profesora Elisenda Paluzie, que acompañó a Mas en sus explicaciones y que remató con un "Borrell miente". El exministro socialista acaba de publicar el libro 'Las cuentas y los cuentos de la independencia' con el que trata de desarmar el discurso de Artur Mas y que resulta de los más citados en los actos electorales.

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A pesar de negarle el carácter plebiscitario, el dilema entre el sí y el no se ha llevado la primera semana de la campaña. Apenas se habla de otras propuestas para un futuro gobierno, casi no hay titulares sobre los recortes o la educación ni siquiera el día en que arranca el colegio y la corrupción que sobrevoló la precampaña con el 3% ha asomado lo justo. Miembros de Junts pel Sí temen que aparezcan más revelaciones a pocas horas de que se vote, pero tienen ya ensayada la reacción: "Están intentando atacar el proceso". Sabe Mas que su futuro pasa por lo que Cataluña decida el 27, elecciones que en su candidatura abordan como una semifinal mientras que las listas rivales tratan de convertir en el final.