Acuerdo para ubicar a 100.000 refugiados fuera de la Europa rica
ACNUR quiere impulsar 50.000 plazas en los Balcanes y financiar ayudas a 20.000 hogares griegos para que acepten refugiados mientras Tsipras promete cuatro centros para albergar a 30.000 personas
Bruselas
Es un proyecto con muchas incógnitas abiertas. Se desconoce cómo se van a repartir los refugiados ni cuándo se podrá comenzar a construir infraestructuras pero hay voluntad de permitir que el Alto Comisionado para los refugiados empiece a trabajar en los Balcanes para crear instalaciones seguras.
No hay plazos pero el acuerdo entre la canciller Angela Merkel y los gobiernos de la ruta que atraviesan los refugiados en su deseo de llegar a Alemania fija un techo de 50.000 personas que habrá que repartir entre Serbia, Bulgaria, Rumanía, Macedonia y Albania.
Si es un brindis al sol se verá en los próximos días pero, consciente de que muchas promesas han quedado pendientes una vez acordadas, el presidente de la Comisión ha incluido un compromiso de revisión coordinada: "Haremos una vigilancia semanal de los progresos".
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La vigilancia de la Comisión Europea tendrá una base voluntaria y para ella cada gobierno designará a una "oficial de enlace": el encargado de llamar por teléfono y explicar a dónde van los flujos si han llegado a su casa.
"El movimiento de los flujos salvajes ha terminado", ha dicho Jean-Claude Juncker que no ha justificado por qué ha elegido a Merkel como única representante de los gobiernos para explicar ante los periodistas qué ha pasado en la cita.
El resto ha hablado antes y, exponiendo ante los periodistas todas sus diferencias, han confirmado que la crisis que enfrenta a los gobiernos amenaza además del futuro de quienes esperan el asilo, también al proyecto europeo. "Sin un plan de acción rápida para aplicar en días o en semanas la Unión va a su desintegración", ha dicho Cerqs, el jefe del gobierno eslovaco que ha acusado a Croacia de dirigir los flujos hacia su territorio.
La desintegración o el final del proyecto común es la amenaza con la que, sutilmente, juega la diplomacia alemana como respuesta a la insolidaridad del resto de gobiernos que por primera vez ven aumentar la fragilidad de Angela Merkel. "Yo no les puedo confirmar haber dicho nada así en la reunión", ha respondido la canciller a la pregunta directa de un periodista. "Pero desde hace días mantengo que este tema supone una prueba de fuego para el proyecto europeo", ha continuado.
Juncker ha insistido también en esta idea: "Quienes pensaban que este era un problema que debían resolver en Alemania, en Suecia y Austria saben ahora que este es un tema para todos".
No es la expulsión con la que amenazaron al gobierno de Grecia después del referéndum sobre el euro pero, tras muchos días de esperar el reparto entre países miembros y el cierre de fronteras a los flujos, sí implica una cierta advertencia en una cita en la que la canciller Merkel ha estado arropada por Antonio Guterres. "Necesitamos al menos garantizar que el movimiento deja de ser caótico, condición básica para que la gente pueda moverse con seguridad y lejos de la influencia de las mafias", ha dicho el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados. Guterres ha reclamado "la substitución de este tipo de flujos por un movimiento regular de reubicación desde el país de entrada a todos los países UE". Éste era justamente el objetivo de todos los acuerdos suscritos desde julio por los 28 gobiernos de la Unión aunque no se han formalizado ante el temor a aumentar el efecto llamada y a que, con él, crecieran los movimientos de ultra derecha y anti sistema como el alemán Peguida. Un problema que en Francia tiene más gravedad para el gobierno Hollande ya que da alas a los votantes de la ultra nacionalista Marine Le Pen, candidata a la Presidencia y una de las principales razones por las que el gobierno de Manuel Valls ha condicionado cualquier reparto a la creación previa de centros de registro y espera.
Los HotSpots deberán incluir instalaciones para mantener encerrados a quienes carezcan del derecho al asilo aunque su primer objetivo es registrar y canalizar las llegadas de todos los que optando legalmente a este derecho deben ser repartidos por los países UE.
Su construcción divide y enfrenta a los gobiernos ante el temor que quienes los construyan se acaben convirtiendo en la única puerta legal para el acceso a la Unión Europea y que esto implique tener que gestionar durante años la recepción, instalación, mantenimiento e integración primera de quienes no tengan otro sitio donde esperar que termine la guerra.
"No estamos dispuestos a convertirnos en estados tampón", declaró este pasado sábado, Borisov, jefe del Gobierno de Bulgaria y miembro del Partido Popular Europeo también profundamente dividido ante esta crisis. Desde que estallaron las discrepancias entre gobiernos UE, la dirección del PPE ha intentado, por ejemplo, contemporizar con Orban, también invitado a la cita pero ya como "observador" porque tras cerrar sus fronteras no tiene refugiados que reconducir fuera.
"He dicho muchas veces mis recetas pero no han querido tenerlas en cuenta", ha explicado ante los periodistas. Su modelo, bloquear las entradas en Grecia empieza a sonar muy parecido al proyecto que Merkel ha puesto finalmente sobre la mesa.
"Grecia cumplirá sus promesas ha tiempo", ha afirmado Tsipras al anunciar que antes de terminar el año habría cuatro centros de retención para realizar los registros en cuatro islas de Grecia.
La capacidad de estos recintos ha sido un tema de discusión importante en la reunión celebrada en Bruselas. 50.000 plazas le ha exigido Merkel. Tsipras las ha rebajado hasta 30.000 y aceptado que a través del ACNUR de puedan financiar ayudas a los hogares griegos que deseen acoger refugiados fijando a este proyecto un techo de otros 20.000 aunque como la infraestructura de los Balcanes en este caso, no hay plazos fijos para realizar el esfuerzo.
Y es que visto con ojos griegos, la clave de todo este problema la tiene el gobierno de Erdogan, en Turquía. "Sabemos todos que no habrá solución mientras Turquía no entre en este paquete" ha dicho Tsipras que ha añadido, "esto es un pasillo pero tiene una entrada y esta puerta es Turquía".
Pero cumplir los requisitos que reclama Erdogan, entre otros una circulación libre de visados para sus ciudadanos, exige un pacto a 28 que no pudo cerrarse en la última Cumbre por lo que una parte importante, del paquete que intenta impulsar Merkel suena a papel mojado al afirmar el texto que habrá un "acuerdo para el retorno de inmigrantes sin derecho al asilo" con Erdogan, a cambio de "la liberalización de los visados".
Frontex es la otra pieza clave. La agencia europea de fronteras debe actuar para cortar los pasos ilegales usando unos recursos que no tiene, al menos todavía. Aunque para la mayoría lo importante es que empiece por evitar el caos en la frontera de Croacia y Eslovenia. Este país acepta finalmente 400 policías que constituirán el primer ejemplo de actuación exterior dentro de un país Schengen.
Sin fecha de momento quedan las actuaciones en los pasos que unen a la Unión con Macedonia, Albania o Serbia. Temas más complicados que nadie sabe cuándo ni cómo se podrán concretar aunque en la Comisión se da por hecho que el Plan de intenciones, negociado esta noche es el primer intento de poner orden desde que comenzaron las llegadas masivas con la propuesta clara de un cierre de todas las fronteras conflictivas entre la Unión y sus primeros vecinos exteriores.
Un giro respecto a los discursos de solidaridad que puede convertirse en conflictivo si se intentan además aplicar los retornos masivos a zonas como Afganistán, de donde vienen muchos de quienes sin ser sirios creen tener derecho a huir de los conflictos que amenazan sus vidas.
100.000 es la cifra redonda de una cita pensada para apoyar a Merkel en la que durante largas horas la canciller ha vuelto confirmar los problemas de su modelo de Europa solidaria. 100.000 podrían ser las aplazas para acoger o retener los flujos, en el camino que los lleva a Alemania, aunque lo único claro es que Grecia tendrá garantizadas 30.000 para final de año.
Tsipras muy crítico contra algunos gobiernos a los que no ha nombrado y contra el turco, al que desea ver en la próxima cita porque aunque el diseño, permite dibujar una futura gestión de las fronteras con la ayuda de Frontex, el cierre que se quiere lograr no se va a resolver enviando a 400 policías entre Croacia y Eslovenia.
Cerrar fronteras, crear centros en el largo camino hacia Alemania, y pactar con Afganistán acuerdos de retornos forzados. Son los tres objetivos que debieran marcar el final de los flujos salvajes.
Así lo espera Juncker. Aunque el único al que se ha visto realmente feliz en el encuentro ha sido a Víctor Orban, el cuestionado jefe del gobierno de Hungría para quien, aunque lenta, la Unión, empieza a seguir sus recetas.
Cerrar fronteras, necesita a Turquía, y un despliegue de Frontex que se debe aprobar a 28, o sea, que de momento lo único concreto es el envío de 400 policías entre Croacia y Eslovenia y la promesa griega de que habrá 30.000 plazas de retención o espera para final de año.
Un compromiso que podrá mejorar con la ayuda de Naciones Unidas aunque se desconoce si será suficiente para que el resto de los países de la Unión Europea acepte de verdad empezar el reparto hoy tan testimonial y restringido que casi parece congelado.
Merkel promete visados a Turquía a cambio de que acepten retornos de ilegales, pero no hay garantías de acuerdo a 28, ni tan siquiera se puede precisar el despliegue de Frontex pendiente también de reforzarse para garantizar barreras en Albania, Macedonia o Bulgaria, y entre Croacia y Eslovenia a donde se enviarán 400 policías. O sea que Tsipras ha realizado la promesa más clara: 30.000 plazas de retención antes de terminar el año y cuatro centros y el resto, hasta 100.000, la cifra mágica que quiere ofrecer Merkel para acoger a refugiados. Son los tres ejes de una reunión muy tensa en la que Merkel logra un compromiso para Grecia.