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Conflicto árabe-israelí

Medio siglo de ocupación

Desde hace medio siglo, la ONU ha instado a Israel a retirarse de los territorios ocupados pero la ocupación se ha profundizado y no se han podido encontrar las bases para la resolución de este conflicto

Palestinos cruzan a Jerusalén para acudir al rezo del viernes. / ATEF SAFADI (EFE)

Palestinos cruzan a Jerusalén para acudir al rezo del viernes.

Jerusalén

El 5 de junio de 1967, estalla la guerra de los Seis Días entre Israel y varios países árabes. En pocos días Israel se hace con el control de los territorios palestinos, es decir Cisjordania, Gaza, la parte árabe de Jerusalén, los altos del Golán sirios y la península egipcia del Sinai.

Los israelíes celebran esta fecha como la "reunificación" de Jerusalén, 19 años después de la creación de su Estado, en 1948. Para la comunidad internacional, que nunca ha reconocido la soberanía de Israel sobre estos territorios, 1967 marca el inicio de la ocupación. Desde hace medio siglo, Naciones Unidas han instado a Israel a retirarse de los territorios ocupados pero la ocupación se ha profundizado y no se han podido encontrar las bases para la resolución de este conflicto.

La ocupación israelí se traduce de mil maneras en las existencias cotidianas de los palestinos. Ir a un hospital, a trabajar, acudir a un funeral, rezar en Jerusalén, visitar a la familia y otras tareas simples se convierten en una carrera de obstáculos.

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“Tengo un DNI palestino y un pasaporte palestino. Cada mes tengo que pedir un permiso a Israel para ir a Jerusalén. Hoy tengo uno pero mañana tal vez no”, explicaba este lunes a la SER Nabil Shaath, consejero del presidente palestino Mahmud Abbas para Asuntos Exteriores que ha participado desde hace décadas en negociaciones de paz con Israel.

La ocupación también se refleja en el muro que Israel ha construido en torno a Cisjordania desde 2004, decenas de retenes militares, incursiones militares, enfrentamientos prácticamente diarios, colonias israelíes en constante expansión y un sentimiento crónico de falta de libertad.

“Es muy difícil resumir con palabras la ocupación. Por ejemplo, una familia de Belén, es decir que vive a siete kilómetros de Jerusalén puede pasar décadas sin poner un pie en Jerusalén, una ciudad que forma parte de la historia y de la vida de los palestinos. ¿Cómo se puede consentir?”, se preguntaba el diputado palestino Fayez Saqqa.

“La ocupación es una agonía, una falta de todo, un miedo terrible hacia el futuro, un sentimiento de injusticia permanente, una opresión insoportable. Esta no es sólo una ocupación militar es un régimen de apartheid. Porque yo por ejemplo no soy un ciudadano, no soy tratado como ser humano. Israel decide si yo puedo viajar o no, por ejemplo, pese a que soy un líder palestino. Pero ellos no tienen respeto por nadie y sólo nos ven como gente que debería irse de Palestina definitivamente”, agrega Shaath.

Estos 50 años de ocupación están también inundados de muertos de ambas partes. Decenas de israelíes han fallecido en atentados suicida durante la segunda Intifada o en los últimos tres años apuñalados o atropellados por palestinos. En el lado palestino, los muertos se cuentan por millares, sobre todo en la franja de Gaza, escenario de tres ofensivas militares israelíes desde 2008.

La ocupación además es sinónimo de expansión de los asentamientos israelíes en Cisjordania y Jerusalén-Este. Según cifras de la ONG israelí B’Tselem, hay alrededor de 350.000 colonos en Cisjordania y unos 250.000 en Jerusalén-Este que viven junto a unos tres millones de palestinos. Para el derecho internacional, todas las colonias son ilegales y en los últimos años han sido consideradas uno de los grandes obstáculos para lograr un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos.

“Yo no me considero obstáculo para nada y tengo la absoluta convicción de que estoy viviendo en Israel. Esto es Israel”, afirma Daniel Goldzweig, colono del asentamiento de Tel Tzion, en Cisjordania.

Hace más de tres años que todas las conversaciones de paz entre israelíes y palestinos están paralizadas. En este tiempo, ha habido más construcción de colonias, el gobierno israelí se ha radicalizado, las autoridades palestinas parecen aún más divididas entre la Autoridad Palestina de Abbas y el movimiento islamista Hamas, que tiene el control de la franja de Gaza.

Las autoridades palestinas han optado por llevar la ocupación Israelí al ámbito internacional para que se obligue a Israel a cumplir con las resoluciones internacionales y se le haga responsable de presuntos crímenes cometidos contra los palestinos.

Por su parte, Israel se dice dispuesto a negociaciones bilaterales con los palestinos.

En este momento, el presidente estadounidense Donald Trump, que acaba de visitar la región, se dice dispuesto a lograr lo que sus antecesores no lograron: un verdadero acuerdo de paz, y desea reunir a las partes cuanto antes en torno a la misma mesa.

Una encuesta publicada recientemente por la televisión israelí mostró que el 47% de los israelíes apoya aún una solución de dos Estados, uno israelí y otro palestino, con base en las fronteras de 1967, el 39% se opone y el 14% no sabe.

La ocupación también ha minado y dividido a la sociedad israelí. “La gente no quiere saber pero está muy cerca de casa. Por eso se elevan muros de negación. Desde el inicio de la segunda Intifada (2000), hay una separación extrema, pero por ambas partes. El único israelí que conocen muchos palestinos es un colono o un soldado y el único palestino que los israelíes jóvenes conocen es un terrorista que sale en el telediario”, opina Yehuda Shaul, fundador de la ONG israelí anti ocupación Breaking The Silence (Rompiendo el silencio).

Por su parte, los palestinos están hoy resignados, empobrecidos y divididos. La economía palestina se encuentra hundida, la corrupción castiga a sus instituciones, no se logran organizar elecciones y hay una falta de líderes políticos fuertes.

“El plan israelí es hacer partir al mayor número posible de palestinos para dar nuestras tierras, nuestras casas y nuestros recursos naturales a colonos venidos de todo el mundo. Lo que está pasando aquí es una cuestión de supervivencia”, afirma Shaath.

 
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