El Gobierno garantiza que la actuación judicial impedirá otro 9-N
En el Ejecutivo confían en que el Constitucional frene el referéndum del 1 de octubre en la fase preparatoria. "Ahora hay efectos jurídicos", resaltan
Aumentan las advertencias al Govern pero también a funcionarios y empresas
Los que rodean a Rajoy creen que, al final, habrá elecciones en Cataluña y que Domènech tiene "un gran futuro político por delante"
Madrid
En el Gobierno sostienen que no habrá referéndum. Afirman que no se repetirá la jornada del 9-N porque, a diferencia de entonces, ahora hay "efectos jurídicos". Así esperan frenar cada paso que den los independentistas. Su idea es centrarse en la fase preparatoria para que nunca se llegue a celebrar el 1-O.
En la Moncloa no descartan utilizar los mecanismos previstos en el artículo 155 de la Carta Magna, de manera que la administración central asuma algunas de las funciones de la Generalitat, pero creen que hay "medidas suficientes para evitarlo". La prueba de que por el momento no piensan recurrir a ello es que cuando se les pregunta cómo se activaría el procedimiento, aseguran que aún no manejan los tiempos.
Los que rodean a Mariano Rajoy explican que ya se han contemplado "todos los escenarios" y que están "preparados" para afrontar la peor situación. "Hay fórmulas", confiesan. Pero no quieren adelantar acontecimientos. Ni desvelar sus cartas. "Nada de dar pistas al enemigo", señala un diputado. Su plan se mantiene en secreto. Sólo moverán ficha a medida que lo vayan haciendo en Cataluña. "Pero que nadie lo dude: tenemos respuesta para un asunto tan grave como es este para nuestro país", comentan desde la dirección del Grupo Popular.
Aunque ya se sabe cuales serán algunas de las barreras que se interpondrán en el camino. Para empezar se apoyan en el Constitucional. Apuntan que ya hay pronunciamientos de sobra para que en la Generalitat sepan bien a lo que se atienen. "Un president inhabilitado dos años por desobediencia, ni más ni menos", destacan en el Comité de Dirección del PP.
Ayer, de hecho, el delegado de Gobierno en Cataluña, Enric Milló comentó que se puede lograr que el Govern se eche para atrás antes de la fecha. Pero también señaló que si, al final, se pulsa "el botón rojo", para Rajoy, los que estén al frente dejarán de ser automáticamente "interlocutores válidos" sin esperar a que lo digan los tribunales.
En cualquier caso no es lo único a lo que se aferran. Los colaboradores de Rajoy también van lanzando cada vez más advertencias. Por un lado, a los funcionarios, a los que se les insiste en que incumplir la ley tiene sus consecuencias. Por otro, a las empresas, a las que se les recuerda que se las podría imputar por sedición y malversación de caudales públicos. "Esta vez ya no sale gratis", dice un colaborador del jefe del Ejecutivo. No quieren hablar de medidas coercitivas. Aunque a veces hay quien saca a relucir la Ley de Seguridad Ciudadana y otras amenazas. Los populares saben que infundir miedo funciona. Pero para eso se reparten papeles. Esa estrategia la dejan más en manos del partido. Mientras que en el Gobierno prefieren "no provocar ni entrar en provocaciones".
Justicia, avisos... y queda el flanco político. El PP quiere contar con el respaldo de los partidos constitucionalistas. Los ministros están convencidos de que Rajoy y Pedro Sánchez "hablarán en breve del desafío soberanista". "Es lo lógico", comentan en vicepresidencia. Y confían en que, a pesar de su defensa de una España plurinacional, el líder socialista mantenga su rechazo a la consulta inconstitucional. Los contactos con el PSOE no han cesado en ningún momento y ahora los populares están pendientes de conversar tanto con la nueva portavoz, Margarita Robles, como con Patxi López, responsable de Política Federal.
Además, los conservadores insisten en que el "independentismo se desinfla" y están convencidos de que el desenlace de todo esto será la convocatoria anticipada de elecciones. Les parece que Esquerra y En Comú Podem sellaron su alianza en la pasada moción de censura y ven a Xavi Domènech "con mucho futuro poítico". "Más que el de Puigdemont", auguran algunos en las filas conservadoras.