La estrategia de la escalada
La crisis catalana se adentra en un terreno acelerado, inédito y, sobre todo, imprevisto
Madrid
Todo aquello que se veía venir ha venido de golpe y la política se ha vuelto una espiral, cada vez más tensa y acelerada, de acción-reacción, con tantas preguntas sobre cómo es posible que hayamos llegado hasta aquí como sobre dónde nos lleva la cuerda tan tensa y la peor crisis institucional que el país recuerda. La Generalitat se ha situado en la desobediencia –“preferimos decir que obedecemos al Parlament, nosotros ya hemos desconectado”, alegan dirigentes independentistas– y el Gobierno empieza a aplicar algunos de los escenarios que había previsto: los recursos judiciales, la fiscalía, los avisos a los alcaldes, el control de la caja, la guardia civil y las frases que Rajoy deja instaladas en la atmósfera, desde “sé lo que se espera de mí” a “nos van a obligar a lo que no queremos llegar”. Vivimos instalados en el punto álgido y, dando por hecha la victoria de Merkel el próximo 24, Europa comienza a preocuparse en serio por el desenlace del reto catalán y la agitación de los días, que duran como si fueran semanas.
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De la Diada hasta este domingo han pasado seis días y decenas de alertas en el móvil, que es como se miden ya las noticias de mayor impacto. Acción-reacción. Cada dos horas, un movimiento nuevo: el anuncio del referéndum, el aviso policial en sedes de periódicos, la cancelación del anuncio; la web del referéndum, el cierre de la web, la nueva web; el decreto de los alcaldes, la fiscalía; la carta a Montoro, el control de Montoro. La crisis institucional se agrava y el último intento es una carta, con copia al mismo rey, que el Gobierno desdeña porque quien propone dialogar se ha saltado la ley. Por largos que se hagan los días y alertas que quepan en el teléfono, cuanto menos falta para el 1 de octubre más se complica la solución.
El Govern mantiene el referéndum pese a que esté suspendido y no informa del censo ni de los centros de votación ni del papel de los funcionarios ni de qué pasará si son los propios mossos los que se ven en la obligación de impedir la consulta. El Govern cuenta con que como más dura sea la respuesta del Gobierno, mayor será la movilización. En este punto, en el que la política ha fracasado, la pugna es legal y a ver quién puede más, pero la clave es narrativa: cada uno intenta imponer su marco, su relato, su visión de lo que pasa y, en ese campo, el margen se ha reducido al conmigo o contra mí. O blanco o negro. Se agitan los días y se agita el tono, pese a los llamamientos conjuntos a que se preserve la calma. Los quince días que faltan serán determinantes.
La agitación de los días. Las broncas parlamentarias, los desafíos, los registros de la guardia civil. El acto suspendido en Madrid. Los efectos de este debate sobre todos los demás debates, paralizados hasta saber lo que pasa el 1 de octubre y después del 1 de octubre. Los mensajes de Puigdemont a sus vecinos para que cojan a los alcaldes y les pidan que les miren a los ojos y les pongan las urnas, las que el Constitucional ha dicho que no se pueden poner. La transición de Ada Colau desde las “paredes de cristal” que prometió en el ayuntamiento hasta sus reticencias a explicar el acuerdo para que se pueda votar en Barcelona, en una consulta que no reconoce como tal y a la que su partido llama a participar. Los días son tan acelerados que ha hecho saber el Gobierno, en plena espiral, que le basta con cinco para aplicar el 155 de la Constitución, el que dice el Govern que le aplican por la puerta de atrás. Corren mucho los tiempos, sin que nadie sepa exactamente hacia dónde.