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La ultraderecha se convierte en Alternativa

El partido ultraderechista de Alternativa para Alemania (AfD) se sitúa entre el 10 y el 13% en intención de voto en las encuestas previas

Los líderes del partido AfD. / Getty Images

Berlín

Nadie duda de que la ultraderecha volverá al Parlamento alemán por primera vez en la historia de la República Federal de Alemania. A partir de este domingo, se conocerá, además, si su discurso anti inmigración, anti Islam y anti Europa, ha conseguido cuajar en los electores hasta el punto de alzarse como la tercera fuerza más votada. Cuatro años después de su fundación, Alternativa para Alemania (AfD) se sitúa entre el 10 y el 13% en intención de voto, lo que supone que unos 70 miembros de la formación ocuparán escaño en el Bundestag.

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Ideológicamente a la derecha de la Unión Social Cristiana (CSU) los sociosbávaros de la Unión Cristiano Demócrata (CDU) de Merkel, han conseguido marcar la agenda política de la campaña electoral, ser omnipresentes en los medios de comunicación, boicotear los mítines de la CDU.

El éxito de AfD reside en que han sabido aglutinar el descontento de buena parte de la sociedad germana y elaborar un discurso convincente para distintos grupos. A diferencia de lo que podría pensarse, sus votantes no son necesariamente las clases bajas o medias, sino también muchos alemanes acomodados y con estudios superiores. Todos tienen en común el miedo a perder sus señas de identidad, su statu quo, su Estado del bienestar, o que culpan a la política tradicional de frustrar sus expectativas vitales.

“Su entrada en el Bundestag va a suponer un golpe muy fuerte para los partidos tradicionales. Que un partido con esa agenda logre en cuatro años duplicar su caudal electoral, demuestra que están perdiendo de vista temas, preocupaciones de la sociedad. Creo que ellos son quienes han dado el espacio para que exista AfD”. Así lo ve Franco Delle Donne, experto en comunicación política, quien junto al periodista Andreu Jérez, han escrito el primer libro en español sobre este partido, Factor AfD. El retorno de la ultraderecha a Alemania.

El debate parlamentario, asegura Delle Donne, se va a dificultar notablemente, porque AfD intentará poner el foco de atención en sus temas. Si además logran ser líderes de la oposición, disfrutarán de una serie de beneficios conforme al reglamento de la cámara (primer derecho de réplica, participación y asunción de la presidencia en una serie de comisiones, como la de presupuestos), lo que significa amplificar su discurso al mayor nivel.

A la cabeza de AfD se encuentran un sorprendente dúo: Alexander Gauland (76 años), y Alice Weidel (38). Mientras el primero se ha despachado con elogios a los soldados alemanes durante la II Guerra Mundial, a Weidel se le ha descubierto que tenía una señora de la limpieza siria a la que pagaba en negro, además de un correo electrónico de contenido xenófobo.

En su ideario político incluyen propuestas tan insólitas como la creación de centros de solicitud de asilo en África para evitar que los refugiados pisen Europa, revocar el rescate a Grecia o sacar del euro a los países más débiles. También apuesta por el servicio militar obligatorio o la intervención estatal en la radio y la televisión pública.

El resto de fuerzas observa horrorizado este panorama y en el país hay un encendido debate sobre cómo lidiar con los recién llegados. “Nunca trabajaré con AfD”, ha aclarado la canciller Angela Merkel en una reciente entrevista, mientras que el líder del SPD, Martin Schulz, asegura que la entrada de la ultraderecha en la Cámara Baja “sería una vergüenza para Alemania”. Hasta el Comité Internacional de Auschwitz se ha mostrado “conmocionado”.

Pero la posición de víctima en la que colocan a AfD los partidos tradicionales les refuerza ante sus electores. Delle Donne asegura que “han conseguido instalar el discurso de que la política tradicional no te representa y que ellos son la única alternativa, y se han legitimado a partir de que la políticia tradicional cultiva el consenso llevado al extremo. Posiblemente cuatro años más de Gran Coalición supone un debilitamiento de la percepción democrática”. Un debilitamiento que ha aprovechado AfD con gran habilidad para colarse en la vida política alemana.

 
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