Política | Actualidad
DESAFÍO SOBERANISTA

El nuevo fútbol

Tras las banderas y los plenos inexplicables, el procés entra en otra fase, también confusa

Vista de la concentración convocada en las inmediaciones del Parlamento de Cataluña, para seguir a través de una gran pantalla la comparecencia del presidente de la Generalitat / JOSE COELHO (EFE)

Madrid

El procés es el nuevo fútbol, que se presenta en cualquier conversación y ahora en la calle se pregunta tanto por el requerimiento a Puigdemont como por los tres goles de Messi con Argentina. El procés, que es una palabra ya castellanizada, tiene un toque más emocional que racional, envuelto en banderas, y a estas alturas se ha puesto a discutir del reglamento. Un nuevo fútbol pero político, un poco como el de siempre.

Después de la agitación del pleno del Parlament, el conflicto, que es otra manera de referirse al procés, parece estar explorando una fase de distensión a la que alguien le ha dado el nombre de desescalada, porque en el procés lo que más se ponen son nuevos nombres a las cosas, como si fuera Macondo. El caso es que al pleno convulso del martes en el Parlament le siguió otro más tranquilo en el Congreso y eso ha creado un clima desescalado, por decirlo a la manera moderna, que a lo mejor se debe al puente festivo o a lo mejor es sólo un espejismo.

Es raro el procés y si no fuera raro también decirlo se diría que se ha edificado sobre elementos muy españoles, como los plazos aplazados, las negociaciones secretas, las maniobras parlamentarias y, por encima de lo demás, una confusión retórica hecha de frases que lo mismo dicen que no dicen. Así hemos llegado donde hemos llegado, sea eso donde sea, y el procés ha quedado atrapado en una contradicción poética: ahora es Mariano Rajoy, precisamente Mariano Rajoy, quien le pide a alguien, en este caso a Carles Puigdemont, que le responda a una pregunta con un sí o con un no. Es Rajoy, que debe su supervivencia a las perífrasis verbales, quien pide a Puigdemont que no se enrede con las palabras, sobre las que se ha construido todo.

El partido sigue a la espera de saber cuál es la próxima improvisación, que ha sido otro clásico del procés. A la improvisación muchos la llaman estrategia, igual que los entrenadores que se las dan de algo, pero aquí no se conoce el siguiente paso tal como vimos todos en el pleno del martes. Aquí se juega a la quiniela. Lo único que se sabe, porque se ve, es que plantean el conflicto como los partidos, tratando de marcar un gol al rival. De momento, al menos, hay dos novedades: tras las manifestaciones en la calle y la exhibición sobre el tamaño de las banderas, la mirada ha vuelto a las instituciones. Y, por otra parte, el escenario parece más tranquilo. Más juego y menos fútbol de ataque. Quizá sea el puente festivo, quizá sea la última oportunidad.

 
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