El príncipe Enrique, nieto de la reina Isabel II, y Meghan Markle fueron declarados hoy marido y mujer por el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, en la capilla de San Jorge del castillo de Windsor, a las afueras de Londres. Los novios intercambiaron los votos matrimoniales y los anillos ante 600 personas, entre ellas varios miembros de la familia real británica y personalidades del mundo del espectáculo. La boda ha sido una mezcla de tradición y novedad. Con la presencia del reverendo Curry evocando a Martin Luther King y el coro de góspel de Karen Gibson entonando el clásico del soul «Stand by me», de Ben King, la novia ha querido rendir homenaje a sus raíces afroamericanas, de las que está orgullosa y a las que no quiere renunciar a pesar del título de duquesa de Sussex. Meghan también tenía previsto pronunciar un discurso en el banquete nupcial, algo reservado según la tradición exclusivamente a los varones. La nueva integrante de la familia real británica llega trayendo aires de cambio. Después de semanas tortuosas de preparativos, la boda resultó un existo rotundo. La química y calidez entre los contrayentes, intercambiando palabras, miradas y gestos de complicidad contrarrestaba con la rigidez de otros enlaces reales. Decenas de miles de personas vitorearon a los contrayentes en las calles de Windsor, aprovechando un día de sol espléndido, muy poco inglés. Markle, de 36 años, llevaba un elegante y sobrio vestido blanco con largo sujetado por una tiara, que ha sido diseñado por la británica Clare Waight Keller, de la casa francesa Givenchy. El anillo de Markle ha sido diseñado con oro de Gales por la joyería Cleve & Company. Enrique, por su parte, lleva una alianza de platino. El arzobispo de Canterbury ha casado a los ahora duques de Sussex después de que el primado de la Iglesia Episcopaliana de Estados Unidos, Michael Curry, pronunciara una apasionado discurso sobre el poder del amor para «ayudar y curar». «Hay poder en el amor. El amor puede ayudar y curar cuando nada más puede hacerlo», ha dicho el reverendo afroamericano, antes de hacer reír a la congregación al afirmar que «dos jóvenes se enamoran y todos nos presentamos» en la capilla. Markle llegó al templo en un antiguo Rolls-Royce Phantom IV, que la llevó desde el hotel Clividen, ubicado cerca de la ciudad de Windsor y donde pasó la noche con su madre, a Doria Loyce Ragland. La prometida de Enrique ha entrado a la capilla acompañada por diez niños que han hecho el papel de damas de honor y pajes, entre ellos el príncipe Jorge y la princesa Carlota, hijos de los duques de Cambridge, hasta que el príncipe Carlos, heredero al trono, la tomó del brazo para conducirla hasta el altar. La ceremonia ha sido oficiada por el deán de Windsor, el referendo David Conner, mientras que Welby los ha casado. El príncipe Enrique, sexto en la línea de sucesión a la corona, ha llegado a la capilla vestido con el uniforme del regimiento de caballería Blues & Royals del Ejército británico. Los príncipes Enrique y Guillermo han sido de los últimos miembros de la familia real británica en entrar en el templo religioso, antes de que lo hiciera la reina Isabel II, de 92 años, junto a su marido, el duque de Edimburgo, de 96 años. A sus 36 años, a Meghan Markel le sobran desparpajo y la naturalidad para posar, hablar en público. La actriz afroamericana, con solo 11 años, escribió a una empresa para que retiraran este anuncio machista. Ahí comprendió el impacto de las acciones individuales. De ahí a su declaración en la ONU: «Estoy orgullosa de ser mujer y feminista». Comprometida con su labor humanitaria y orgullosa siempre de sus orígenes. No hay duda de la gran complicidad con su madre, Doria Ragland, instructora de yoga y trabajadora social, a la que define como su principal refugio y mejor amiga. Nunca antes desde Diana de Gales un miembro de la familia real británica había despertado tanto interés. Hoy Meghan vuelve a conquistar los corazones del pueblo británico.