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'The New York Times' alerta sobre Vox: "La bestia ya no duerme"

El periodista Martín Caparrós reflexiona sobre el ascenso del partido de ultraderecha tras su irrupción en el parlamento andaluz

El presidente de VOX, Santiago Abascal / Eduardo Briones Europa Press

Madrid

El ascenso de la ultraderecha ya es un fenómeno global del que España parecía estar a salvo. "La bestia, que se había despertado en muchos sitios, aquí seguía durmiendo", señala Martín Caparrós en su artículo de The New York Times. "Ahora se empezará a discutir quién la despertó, cómo, por qué. Se puede pensar en esa paradoja: esta nueva internacional nacionalista. Se puede pensar, también, en otro nacionalismo: el catalán. Queda dicho: hace cuatro o cinco años, un partido de centroderecha, representante de la gran burguesía barcelonesa, que había gobernado décadas sin mentar ninguna independencia, pasaba por un mal momento: recortaba salud, educación y otros derechos, y sus ciudadanos se lo reprochaban en la calle; por otro lado, muchos de sus mandos enfrentaban juicios por corrupción. Así que recurrieron al Viejo Truco de la Patria: salieron a revolear banderas. Con su primer eslogan, Espanya ens roba —España nos roba—, constituyeron el Sujeto España como el enemigo a derrotar y se lanzaron", continúa el texto.

Caparrós explica cómo, mientras "la independencia catalana parece más lejana", "cierto patrioterismo español empezó a revolear su propia bandera so pretexto de defender la unidad amenazada. La bestia nacionalista se desperezaba y gritaba “A por ellos”.

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El periodista lamenta que nuestro país tampoco se libre del avance de la ultraderecha: "La bestia está despierta: la extrema derecha ha irrumpido en España. La votaron muchos que no dijeron que lo harían —y por eso las encuestas, una vez más, no supieron preverlo—. Un voto vergonzante es, de algún modo, un voto más auténtico: votar eso que no te atreves a decir supone una decisión más íntima, más intensa".

Además hay un tirón de orejas para el resto de partidos: "Su programa, además, incluye ciertas medidas que pueden ser justas y populares, de esas que ahora se llaman populistas: que se pueda estudiar en español en toda España, por ejemplo, o que la sanidad pública no varíe en cada autonomía así todos los españoles tienen derecho a la misma atención. Que los grandes partidos no las hayan propuesto solo prueba su inepcia". Pero también detalla las claves del éxito de Vox: "Su gran valor, su diferencia —y seguramente su sex appeal principal— está en su reivindicación nacionalista: la palabra España les chorrea de los labios, su defensa ante la amenaza separatista es su bandera, la extirpación del chancro inmigrante su misión más proclamada. Proponen construir un muro à la Trump en Ceuta y Melilla y sacaron más votos en las zonas donde viven más inmigrantes: aprovechan este miedo actual de los más pobres locales ante los más pobres visitantes. Y no dejan de lado sus tradiciones bélicas: gritan contra las leyes que pretenden revisar los crímenes de la dictadura franquista y defienden al ejército y otras fuerzas armadas. Son machos que patrocinan la caza y las corridas; se lanzan en cruzada —cruzada es la palabra— contra las leyes que intentan contener la violencia de género. Y están, faltaba más, contra el aborto y el matrimonio igualitario; creen, con Bergoglio, que la homosexualidad es una moda y que hay que defender “la familia natural”.

El artículo lanza una advertencia al riesgo de que lo que ha pasado en Andalucía se traslade al resto de España: "El miedo avanza. No hay, en este momento, buenas razones para pensar que ese 11 por ciento andaluz no podría replicarse en las elecciones generales cada vez más cercanas".

Finalmente, propone una solución para frenar el aumento de populismos de extrema derecha: "Es el momento de inventar respuestas. En los últimos meses, cuando el fantasma de Vox empezó a amenazar, se discutían dos posiciones: si hablar mucho de él para frenarlo o poco para no agrandarlo. Fue un debate inútil: el fantasma se ha hecho carne y hueso y casi 400.000 votos. Ahora se trata, como siempre, de encontrar una propuesta que atraiga a millones, que consiga que del agotamiento de la política tradicional no crezcan monstruos sino opciones para inventar vidas mejores. No parece, por ahora, que lo estemos logrando", sentencia.

 
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