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Centenario

"No tenemos tiempo libre, solo respiros antes de volver al trabajo"

Las ensayistas Remedios Zafra (1973) y Azahara Palomeque (1986) reflexionan en '2124' sobre el ocio como invento capitalista, sobre la invasión de las pantallas y la conversión de la cultura de barrio en un producto para "guiris"

Una multitud rodea a un grupo de tres personas / MicroStockHub

Una multitud rodea a un grupo de tres personas

La tarea de vislumbrar qué seremos como sociedad dentro de 100 años se vuelve particularmente compleja si acotamos la misión a responder a una sola pregunta: ¿cómo nos entretendremos en 2124? La ciencia que sostendrá la vida dentro de un siglo avanza a un ritmo rápido pero perceptible; las creencias que cimentarán o derrumbarán las sociedades del futuro se mueven imparables pero parsimoniosamente; el ocio, sin embargo, se transforma a la misma velocidad que la tecnología que lo amplifica, lo multiplica y ¿lo neutraliza?

La tesis de Remedios Zafra (Zuheros, 1973) es esta última: ella duda de que el ocio, el tiempo libre, siga existiendo. Zafra, profesora de antropología y experta en cultura digital y la escritora Azahara Palomeque (El Sur, 1986) han reflexionado junto a Javier del Pino y su equipo sobre la crisis de atención que sufrimos actualmente y sobre los efectos, en el presente y en el futuro, de la supuesta sobreabundancia de ocio.

"Muchas personas en la actualidad vivimos con la sensación de estar privados del tiempo, y me parece terrorífico pensar que tanto los tiempos de disfrute individual como los momentos de disfrute colectivo puedan acabar siendo el privilegio de unos pocos que tengan dinero", reflexiona Zafra en una entrevista con Eva Cruz para el tercer episodio de 2124. La antropóloga defiende durante la conversación que cómo sea la sociedad dentro de un siglo dependerá en buena medida de cómo seamos capaces de forjar los vínculos comunitarios, porque "la insolidaridad se extiende cuando falla la comunidad".

"Se nos da tiempo libre para tomar aliento de cara a volver al trabajo"

Zafra sostiene que el concepto "tiempo libre" es "una creación de las formas neoliberales". En ese sentido, interpreta que "el tiempo libre se da a como dosis y bajo la idea de que después del trabajo tenemos tiempo libre, pero no es para nosotros, sino para tomar aliento de cara a volver al trabajo". "Es decir, es una idea vinculada a la productividad, no al convencimiento de que la persona necesita la libertad de disponer de su tiempo", defiende.

La antropóloga, que ha analizado en sus ensayos la relación entre el yo y el ciberespacio o la relación entre precariedad y trabajo creativo, recuerda que uno de los momentos más felices de su vida fue cuando la operaron por un desprendimiento de retina. "Estuve obligada a estar boca abajo en una especie de silla ortopédica y en ese tiempo estaba absolutamente concentrada en descansar, en escuchar los podcast que quería, en escuchar los documentales que quería, en hacer lo que quería como no lo había hecho en años", recuerda.

"En ese momento, hice esas cosas que son muy importantes para las personas porque llenan el corazón y son curiosamente las cosas que siempre vamos aplazando", ha recordado Zafra, que analiza con precisión esa frase hecha de "cuando tenga tiempo".

"Decimos cuando tenga tiempo quedaré con mis amigos, cuando tenga tiempo jugaré con mi sobrina, cuando tenga tiempo estaré unos días con mis padres... ese 'cuando tenga tiempo' significa 'cuando tenga tiempo de calidad', un tiempo que merezca la pena, un tiempo de calidad que merezca la pena y que me permita dedicarme a eso que realmente valoro y aprecio, porque ahora lo voy a hacer rápido y hacer rápidamente algo que tiene que ver con el placer es como no hacerlo", sostiene.

"Vamos de camino a un mundo donde los afectos se desmoronan"

Azahara Palomeque, en una conversación paralela, coincide con esa idea. Ella ha descubierto que ha perdido capacidad lectora: "Para mí leer era una manera de fundirme en una realidad alternativa, de estar sola con mis pensamientos; ahora, cojo un libro y no soy capaz de establecer esas barreras que me separan del mundo real; me siento continuamente interrumpida", confiesa.

Ella, escritora y poetisa, mantiene que la tecnología ha "destrozado" nuestras capacidades intelectuales y muestra su preocupación por el futuro de una sociedad incapaz de "leer con profundidad" y de "generar pensamiento". Pero le preocupa todavía más el efecto que esta incapacidad para la atención pueda tener sobre los afectos.

"Jorge Riechmann dijo una vez que una crisis de atención es una crisis de amor. También necesitamos la atención para poder interactuar con otros seres humanos. Para los cuidados necesitamos atención. Santiago Alba Rico, por ejemplo, habla de la amistad como un acto de atención. Vamos de camino a un mundo donde los afectos se desmoronan porque no vamos a tener amistad o amor, un mundo en el que las relaciones van a ser completamente superficiales", aventura.

La escritora, poco esperanzada con el futuro, señala que "todo está ya mediado por las pantallas" y por el ocio que encontramos en ellas, como las series, que consumimos una detrás de otra en un bucle adictivo del que apenas podemos escapar. Palomeque encuentra un pequeño motivo de esperanza en las experiencias colectivas, aunque con un pero.

"España es una cultura muy gregaria, los vínculos familiares se suelen mantener bastante firmes y mucha gente de la misma familia vive en la misma ciudad. Esto es una alegría para los tiempos que corren, porque va en contra de la alienación de las pantallas, de la pérdida de atención, de la pérdida de afectos. El problema que yo veo es que en España eso se está utilizando para vendérselo al turista", analiza.

E03 | ¿Cómo nos entretendremos dentro de 100 años?

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Pone como ejemplo lo que ha ocurrido con los patios de su ciudad, Córdoba. "Era una fiesta vecinal que consistía en ir a ver el patio de mi vecino, tomarme unos vinos, y se creó este sentimiento comunitario, que unió al barrio. Ahora lo declaran Patrimonio Mundial de la UNESCO y yo no he visto un solo patio, porque hay unas colas enormes en mi propio barrio y me parece absurdo esperar una cola para ver el patio de mi vecino. Es un peligro que se cojan las tradiciones y los afectos familiares, la cultura de barrio, y se le ponga un envoltorio para vendérsela a los guiris".

 
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