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Extremadura en la Historia: El Pájaro de la Muerte

A caballo entre la realidad y la fantasía, el pájaro de la muerte sobrevuela las noches extremeñas en busca de alguien próximo a morir. El verdadero aspecto de este pájaro varía de un pueblo a otro

Pájaros de la muerte con Israel Espino / Israel Espino

Extremadura en la Historia: El Pájaro de la Muerte

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Para los habitantes de El Cerezal, en Las Hurdes, el Pájaro de la Muerte es de color ceniza. Es un pájaro muy esquivo, que se ve con poca frecuencia y se alimenta principalmente de higos. Este pajarraco, cuando canta, se cree que a veces habla y que su canto anuncia la muerte, y si llega a posarse sobre el tejado de alguna casa, es señal segura de que algún morador de esa vivienda dejará próximamente de existir.

En esta alquería también se le denomina La Guarriona, y aún hay paisanos, como Elías, que recuerda la noche en la que se la oyó no hace muchos años, en la era del Tío Miranda, en La Majailla, mientras los chavales jugaban al fútbol un atardecer de agosto. En la Era Grande había una parva recién trillada y como era costumbre, alguien de la familia se quedaba a dormir cerca para que nadie se la llevara. La parva era del Tío Manuel, el de la Quica, que de repente apareció corriendo con la manta al hombro, asustado y con el pánico en el rostro, mientras gritaba a los chavales que se fuesen corriendo todos para sus casas porque había escuchado a la guarriona. Esa noche, según cuentan, los chavales no durmieron y las madres rezaron.

Y es que La Guarriona a veces no se limita a posarse. A veces habla. Luciano, otro paisano, la escuchó en La Valdi La Loba mientras regaba de noche con su hermano Domingo. Tan clara era la voz que “le respondían y todo, pensado que era su madre llamándolos”. El susto llegó cuando de vuelta a casa su madre les aclaró que ella no les había llamado para nada. Desde entonces tienen claro que escucharon a La Guarriona.

En algunas alquerías del norte, los lugareños describían hace siglos al pájaro de la muerte como un ser provisto de grandes ojos y alas hermosas, con un pico afilado y torcido hacia abajo que solo se ve de noche, único momento en el que «el mensajero de la muerte» se decide a volar hasta algún pueblo donde a las pocas horas habrá un difunto. Transmitidos de padres a hijos, aún perviven relatos en los que el pajarraco habló con voz cavernosa a través de los ventanucos donde luego tendría lugar la tragedia.

Según las creencias celtas, las diosas de la guerra podían transformarse en cuervos o en cornejas y solían presentarse a los guerreros para anunciarles la muerte o para ofrecerles algún augurio antes de la batalla. Después, en forma de cuervo, devoraban sus cadáveres.

Más tarde, en época romana, ya se narraba en estas tierras el mito de Coronis, la amante de Apolo cuyo nombre significa “Corneja”. Coronis se enamora de otro, y un cuervo se lo chiva a Apolo, quien castiga al ave por divulgar mentiras, volviendo negros a todos los cuervos, que antes eran blancos. Sin embargo, al descubrir la verdad, Apolo mata a Coronis e instituye que los cuervos sean considerados aves sagradas, otorgándoles la capacidad de anunciar las muertes importantes.

Y aún hoy se considera el vuelo prolongado de esta ave sobre una zona o casa concreta del pueblo como anuncio de tragedia inmediata. Sobre todo, “cuando el guarro guarrea”, es decir, cuando sobrevuela una localidad o una casa en particular mientras emite su “canto” lúgubre de hecho, aún resuenan en nuestros pueblos retazos de sabiduría popular como esta que recuerda Justina Asensio Méndez, de Holguera: "Cuando el guarro guarrea carne barrunta; cuando el milano silba ya está difunta".

En un pueblo de las Hurdes se cree que Cuando pasa la lechuza de la ermita del Cristo a la Iglesia, o se prepara mucho aire cierzo, o llueve mucho o se lleva a alguno por delante, y Cuando se esconde en el desvan o el troje anuncia la muerte del que escucha su canto desde la cama, y el mochuelo que canta posado en el alero del tejado predice el fatal desenlace de algún miembro de la casa.

Y aún queda otro misterioso pájaro anunciador de óbitos que vive entre las ruinas. Se trata de ruinas sobre las cuales, al decir del vulgo, canta con frecuencia «la gallaraza», «la garandulla» o «la gorulla», una rapaz nocturna que también se la conoce con el nombre de «pájaru de la muerti». Y son muchos los que cuentan que el lúgubre canto de esta ave es auténtica premonición de muerte. Y si vas al molino, busca bien la madrugada; mira que al pie del molino ya canta la gallaraza.

 
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