Toca un ejercicio de responsabilidad en Cataluña

Un hombre tranquilo, el que no crispa, el acostumbrado al diálogo, el que nunca dispara un tuit que incendia la política, un hombre extraño para los tiempos que corren de tanta crispación y de tanta polarización, un hombre que parece un individuo extraño en medio de tanto griterío, ese hombre ganó las elecciones de ayer en Cataluña, y lo hizo con una diferencia tan importante sobre el segundo que no había precedentes en la historia de su partido. Este hombre es Salvador Illa y su partido, el Partit dels Socialistes de Catalunya.

Es un triunfo indiscutible y es Illa -ayer él ya manifestó su intención de hacerlo- a quien le corresponde formar gobierno, por mucho que un descolocado Puigdemont amagara con hacerlo con el apoyo de Esquerra, la gran derrotada en estos comicios, y con una abstención de los socialistas, señalando claramente el líder de Junts lo que podría pasar en Madrid si esta opción no se contempla. Pero es que los independentistas, sumando todas sus fuerzas, están muy lejos de poder obtener una mayoría absoluta. Por primera vez en décadas, los nacionalistas catalanes, transformados ahora en independentistas, no tienen la mayoría en el Parlament y, teniendo en cuenta que Puigdemont planteó estas elecciones como el 'todo o nada', está claro que se ha quedado en nada.

Así que ahora toca hacer un ejercicio de responsabilidad, esperando que todos los candidatos hayan entendido el mensaje de las urnas. La pérdida de hegemonía del independentismo y la elevada abstención en los comicios de ayer no demuestran otra cosa que el cansancio de una sociedad que ha visto en un caso, en el de los independentistas, que las promesas y las quimeras de sus líderes no se han traducido en nada, y en el caso de los no independentistas como se ha olvidado la gestión en aras de mantener un ideal no cumplido. Porque los líderes del procés ni han sido los líderes del independentismo, los líderes la independencia ni los líderes de un gobierno competente.

Y dos cosas más, la importante subida del PP que tiene muchas explicaciones, entre ellas la desaparición de Ciudadanos, pero que se beneficia también de los efectos de las políticas de Pedro Sánchez para Cataluña. Es evidente que la gestión de Sánchez para rebajar el conflicto en Cataluña ha tenido su efecto, y ha tenido su efecto allí donde debía tenerlo, en Cataluña, con lo que se demuestra que el debate inflamado fuera de esta comunidad es estéril. El resultado de ayer avala completamente la gestión de Pedro Sánchez, y de esto se beneficia también el Partido Popular, que va a participar de esta nueva etapa desinflamada en Cataluña.

Nada va a ser fácil a partir de ahora, pero nada se parece tampoco a lo que había antes de las elecciones de ayer. Y esto por sí mismo es una buena noticia para poder dejar atrás los años que más daño han hecho al pueblo de Cataluña.

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