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No es ético, ni saludable, obligar a comer a los niños (en casa o en la escuela)

Julio Basulto (@JulioBasulto_DN)

Tengo la suerte de tener un amigo abogado, y muy bueno: Francisco José Ojuelos (@CriticaProcesal). La semana pasada, él y yo publicamos, en el blog “Comer o no comer” el texto “No quiero que obliguen a comer a mi hijo en la escuela. ¿Qué puedo hacer?”. No sabíamos qué acogida iba a tener, la verdad, así que nos asombró mucho constatar que en unas cuantas horas ya se había compartido casi 11.000 veces. Algo que nos alegra, desde luego, porque significa que no somos los únicos que consideran que obligar a un niño a comer algo que no le apetece, además de ser algo antiético y denigrante, resulta contraproducente.

Pero no todo son halagos, desde luego. En estos días hemos recibido algún que otro correo electrónico invitándonos a disolvernos en el océano por promover un delirante y descabellado libertinaje que conducirá a los niños al vicio, al desenfreno y a la inmoralidad. El recto camino a la perdición. En opinión de ciertos padres y determinadas madres, solo mediante una inflexible autoridad conseguiremos un objetivo, dicen, prioritario: someter al menor y quebrar su obstinación. Y, ¿qué mejor forma de hacerlo que aplastando sus gustos alimentarios y sus preferencias dietéticas? No hemos contestado, por supuesto. Opinamos, como Mark Twain, que “La palabra precisa tal vez sea efectiva, pero ninguna palabra jamás ha sido tan efectiva como un silencio preciso”.

Sea como fuere, seguimos pensando lo mismito. Así que he pensado en compartir en este blog, con permiso de Francisco José Ojuelos, el decálogo con el que cerramos nuestro texto, que resume nuestra opinión sobre esta cuestión. Aquí lo tienen:

  1. Las asociaciones sanitarias de referencia insisten en que los adultos deben respetar qué y cuánto comen los niños, siempre que pongan a su alcance alimentos saludables.
  2. Si existe una oferta de alimentos saludables, permitir a los niños que elijan qué alimentos comer y en cuánta cantidad, les ayuda a aprender a manejar su propio comportamiento alimentario.
  3. Presionar a los niños para que coman ciertos alimentos con el objetivo de que les gusten es contraproducente. Resulta mucho más útil predicar con el ejemplo.
  4. Es normal que los niños solo coman una parte de la comida que ellos mismos se han servido.
  5. Es posible que uno de los factores implicados en la actual epidemia de obesidad infantil (un problema sanitario de primer orden) sea presionar al niño para que coma.
  6. Obligar a comer a un niño, además de ser antiético y denigrante, puede generar aversiones dietéticas (que pueden perdurar en la edad adulta) y se ha relacionado con el riesgo de padecer trastornos del comportamiento alimentario, como anorexia o bulimia.
  7. Castigar a un niño que no come es vejatorio.
  8. Jurídicamente no existe amparo para el hecho de obligar a comer a un niño en un comedor escolar: en cuestiones de salud, el derecho intenta respaldar el criterio científico. Si lo anterior ya determinaría que hacerlo es contrario a derecho, dado que la Administración no puede actuar sin respaldo legal, la existencia de una normativa que parece prohibirlo expresamente despeja cualquier duda, a nuestro entender, de manera contundente.
  9. Lo expuesto en los puntos anteriores, y justificado en el apartado “bibliografía” de este texto, debería ser suficiente para que la escuela atienda, de manera verbal, la voluntad de padres o cuidadores de que no se obligue a comer a su hijo, o al menor a su cargo. Si la escuela no atiende a la solicitud verbal, se puede recurrir a un escrito en el que se recojan las conclusiones científicas y jurídicas detalladas en el presente texto.
  10. Si ni la solicitud verbal ni la escrita ante el Centro surten efecto, se ha de realizar una solicitud o reclamación en vía administrativa ante las autoridades educativas, tal y como se ha descrito anteriormente. En caso de duda, es recomendable consultar a un abogado.

No incluyo aquí la justificación bibliográfica que sustenta nuestras afirmaciones, pero la encontrarán al final de nuestro escrito.

 
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