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RUGBY | SEIS NACIONES

Irlanda busca el trébol de cuatro hojas

Irlanda llega con opciones a la última jornada del torneo y se jugará el título en el campo de Francia, después de derrotar a Gales y caer contra Inglaterra

Del 'XV del trébol' actual te esperas silencio y trabajo. Nada de nombres que reclamen un estatus o figuras que pidan un aplauso cuando son cambiadas. Tampoco enciendes el televisor para ver a Irlanda y presenciar una colección de fases que desmonten a cualquier selección del planeta. No. Si Irlanda se ha convertido en candidata al título final es porque lo ha hecho anónimamente, sin que se hable de ella | Especial Seis Naciones 2014.

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Los celtas son historia del Seis Naciones, pero lo son porque pertenecen al selecto grupo de las cuatro fundadoras, no por méritos deportivos. Siempre ha existido un complejo de inferioridad irlandés, con la mirada hacia arriba para buscar a Escocia y ya no digamos a Gales o Inglaterra. Para colmo, con la incorporación de Francia se unió un nuevo 'abusón' al que odiar. Mucho resentimiento y frustración: difícil así levantar la cabeza o hinchar el pecho. Pero el momento llegó en 2009, con una selección tremenda. Después de 24 años se volvió a ganar el torneo y se hizo además con autoridad, añadiendo el Grand Slam -el segundo con el de 1948- y la Triple Corona.

Vuelta a un segundo plano

Éire no se lo creía, estaba por encima de todos. Los había barrido del mapa, solo existía ella. El equipo de rugby había hecho feliz a todo un país, rebosante de orgullo. Una 'final' ganada a Gales fuera, en el fortín del Millennium Stadium, y que decidió el campeonato por un estrecho 15-17. Un equipo al que le sobraba talento, pero también vanidad. En un intervalo muy corto de tiempo se había pasado de la nada al todo y eso no siempre se afronta con cabeza. La selección cohabitó con las nubes, en un olimpo al que no pertenecía, y su propia presunción la hizo caer. Tenían la capacidad pero no habían sabido cuidarla y mucho menos seguir evolucionando o trabajando.

Veinticuatro son muchos años para la hinchada irish

"Un título y qué..." -pensaron los demás países-. Con el Grand Slam sí, pero no dejaba de ser flor de un día. Un trofeo que al lado de las vitrinas inglesa, francesa o galesa pasaba desapercibido. Pero Irlanda no lo vio así. Se lanzó a festejar y motivos no le faltaban, pero se olvidó de los más importante: el rugby no se había acabado. Año tras año siempre vuelve e Irlanda no había pensado en el futuro.

Desde que se alzasen con el Grand Slam en 2009, los irish han visto como su peso ha ido cayendo, lenta pero progresivamente, dentro del rugby del viejo continente. Una selección poderosa, con un talento infinito, pero borrada de la hegemonía europea a base tackles. De los 'XV' titulares en el último partido del Seis Naciones hace cinco años, solo cinco continúan en el actual equipo.

Irlanda aprende la lección

O'Driscoll, D'Arcy, O'Connell, Heaslip y Kearney, con Best en ese banquillo, forman la vieja guardia que llegó a lo máximo en 2009, precipitándose después al abismo, incapaz de evolucionar al cambio del rugby. Curso a curso, el gigante irlandés fue menguando en la tabla clasificatoria. Segundo en 2010, tercero los dos años siguientes, hasta nadar en las profundidades con un quinto puesto en la última edición. Un quinto lugar representado en dos dolorosas derrotas ante escoceses e italianos, y solo por delante del polvorín que fue Francia y a la que ni siquiera pudo sacar más de un empate.

Entre medias se buscó motivación, algo a lo que agarrarse, una figura que devolviese la ilusión. Nada de eso llegó, nadie que supliera el paso atrás del veterano Ronan O'Gara. El momento de inflexión que se cruzó en el camino, de forma abrupta más que buscado, fue el Mundial de 2011. Un escaparate perfecto para resurgir. Y así fue, al menos hasta los partidos decisivos. Irlanda bordó el rugby, ese juego de apoyos y continuos movimientos a la mano que tanto les dio en el pasado, con una fase de grupos en la que hicieron saltar las alarmas tras vencer, nada más ni menos, que a toda una Australia. Los cuartos llegaron y con ellos una oportunidad única con una parte del cuadro "asequible", copada de naciones europeas y ningún "gallo" del hemisferio sur. Pero al primer cruce la realidad volvió a golpear la frágil columna vertebral irlandesa. Gales, que ya empezaba a mandar en Europa, tumbó a Irlanda devolviéndola al lugar que le correspondía.

Una derrota de la que emergió la semilla del 'XV del trébol' actual. Se había caído sí, pero también se habían sentado las bases de un nuevo proyecto. Por fin el conjunto celta había entendido la demanda del rugby moderno: descentralizar el juego en los tres cuartos y apostar por una delantera de garantías. Se apuntaló la primera línea con Healy, Best y Ross, mientras O'Connell y Heaslip reconstruían la segunda y tercera desde la juventud.

Renovarse o morir: el momento de llamar a la puerta

Una remodelación del juego clásico de Irlanda, en paralelo a la transformación del rugby europeo. En 2011 ya se empezó a gestar el embrión, pero quedaba mucho camino por recorrer, batacazos incluidos como el del último Seis Naciones. Todo hasta que la delantera se asentó como un bloque, como una apuesta definitiva por un 'ocho' fuerte, compacto y que demostró al equipo que los partidos se empiezan a ganar por el trabajo defensivo de la 'línea'. Una comitiva que difundía ejemplo pero que sobre todo señalaba un valor indispensable: humildad.

La misma que no tuvieron en 2009 cuando llegaron a lo más alto. Y que sin embargo puede ser el toque de atención para futuras distracciones. El momento de rectificar ha llegado. Ya no se espera nada de ellos, son los olvidados -salvo O'Driscoll, que pertenece a la élite- y tienen que ganarse de nuevo el respeto del rugby mundial. Van por buen camino, sin levantar la voz. Con un estilo simple, jugando al pie y apostando por el pick and go cuando la delantera rival está exhausta. En definitiva, planteando partidos duros, muy físicos, un rugby hasta la extenuación. Y ahí el corazón y la fuerza irlandesa sí pueden competir.

Con la incorporación de nuevas piezas en el pack de la melé como el segunda línea Toner y los flankers O'Mahony y Henry, Irlanda ha cerrado un bloque capaz de pugnar con delanteras tan fuertes como la de Nueva Zelanda o Gales. Atrás, los centros D'Arcy y O'Driscoll exigen balones y por fin han encontrado una pareja conjuntada y de nivel en la creación. El medio melé Murray y el apertura Sexton están en pleno idilio. Este último sí puede ser ese jugador brillante por encima de la media, aquel que honre la suciedad marcada en los pantalones de sus 'gordos' con drops, golpes de castigo y patadas profundas. Sexton está en un nivel de forma que asusta, leyendo el juego mejor que nunca y a sus 28 años ya no le tiembla la pierna como demostró recientemente ante los Red Dragons.

Johathan Sexton, sucesor de Ronan O'Gara

Ahora o nunca es el momento de volver a buscar un hueco en la historia del Seis Naciones a través del trabajo. Quizás Irlanda no tenga el rango de la campeona del mundo Inglaterra, ni la técnica de la virtuosa Gales, tampoco la exquisitez del rugby 'champagne' de Francia, pero ha recuperado el sentido del juego, su autoestima y está en disposición de buscar el trébol de cuatro hojas.

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