Tribunales | Actualidad
JUICIO DEL CASO NÓOS

El día más largo de la infanta

Una periodista de la Cadena SER, en la sala de vistas a un metro de la hermana del rey

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Palma de Mallorca

Separados por tres imputados, la infanta e Iñaki Urdangarin han afrontado de distinta forma la puesta en escena en el primer día de juicio del caso Nóos.

En una esquina de la última fila, Cristina de Borbón, inmóvil. Ni siquiera se ha inmutado cuando al principio, pomposamente, la llamaban Cristina Federica de Borbón y Grecia. No se le movió el rictus. Más de diez horas en la misma posición con las manos entre las piernas y sin mover los pies ni un milímetro. Solo se la ha visto algo emocionada, comprimiendo los labios y con ojos brillantes cuando le han leído los cargos.

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Su mirada en todo momento se ha dirigido al frente, hacia el tribunal, con la foto de su hermano, el rey, al fondo y solo la ha ladeado ligeramente al lado izquierdo donde estaban sus abogados. A la derecha, donde estaban las acusaciones y los 15 periodistas acreditados, ni ha hecho ademán de mirar.

Sus abogados le aconsejaron "tranquilidad y serenidad" y lo ha cumplido a rajatabla. En contraste con su marido. A Urdangarin se le ha visto más nervioso, cruzando y descruzando piernas, tocándose la cara o frotándose las manos. En el vestuario de los acusados ha predominado el color gris oscuro. La infanta, con pelo suelto, vestía chaqueta negra y pantalón gris marengo. Su esposo con chaqueta oscura y pantalón también gris. Casi a juego el matrimonio.

Conversaciones con Diego Torres

El cuñado del rey ha mantenido frecuentes intercambios de palabras en tono cordial y amistoso con quien fuera su socio, Diego Torres, y con quien compartía banquillo. Torres llevaba la voz cantante, Urdangarin asentía. Han sido sus respectivas esposas las que se han ignorado por completo pese a estar una detrás de la otra. Por la tarde, tras el receso de la comida, a la Infanta se la ha visto más seria, muy descolocada en tiempos muertos sin nadie con quien hablar salvo su vecino de banquillo, Salvador Trinxet, y Mario Pascual Vives que se ha acercado a ella para darle conversación.

El día más largo para la infanta ha tenido bostezos, advertencias a los abogados charlatanes que cuchicheaban y alguna que otra cabezadita. 36 personas podían entrar como público pero solo han acudido a la cita 20. Solo tres han aguantado hasta el final.

 
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