Las palabras de Pedro Sánchez en La Sexta han incendiado el PSOE. Entre los socialistas afines a la nueva mayoría del partido acusan al ex secretario general del PSOE de «deslealtad» con su partido y de priorizar sus intereses personales con una estrategia que consideran que les debilita frente a Podemos. En sus guiños a los militantes del PSOE situados más a la izquierda y en posiciones más nacionalistas, como los de Valencia, Euskadi o Cataluña, Sánchez provocó un profundo malestar, especialmente, al verbailizar su deseo de que el PSOE trabaje «codo con codo» con Podemos y también con sus declaraciones de que España es una nación de naciones, saltándose el perímetro de la declaración de Granada tantas veces invocada por quien fuera secretario general del PSOE. Según esas fuentes, con su denuncia de que no le dejaron formar un gobierno de izquierdas, describió una confabulación empresarial y mediática, solo alimenta el discurso de Pablo Iglesias y libera al líder de Podemos de la culpa de no facilitar un acuerdo con los socialistas, que es el argumento que él mismo ha defendido desde que fracasaron las negociaciones en marzo pasado y uno de los que uitilizó Antonio Hernando en la tribuna para justificar la asbtención en la sesión de investidura. Otra de las arremetidas más hirientes para los socialistas es la que apunta directamente a la línea de flotación del discurso socialista en la nueva legislatura: «El país está sin oposición porque el PSOE se ha quedado en tierra de nadie». Para distintos dirigentes consultados, esta manera de destrozar el argumentario de su partido es más dañiña incluso que los insultos de Gabriel Rufián en la tribuna. «Ha sido secretario general hasta hace un mes», se lamentan, al tiempo que critican que no utilizara el foco televisivo para defender al PSOE de los ataques recibidos. Algunos de los miembros de la Ejecutiva de Sánchez admiten que no lo reconocieron en ese nuevo registro y piensan que puede volverse en su contra si quiere liderar el partido en el futuro. Otros, en cambio, sostienen que no le han dejado otra salida después de descabalgarle de los mandos del partido y no haberle dejado que continúe en el Congreso, al situarle en la delicada posición de elegir entre la abstención y la ruptura de la disciplina de voto.