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"Las europeas sois tremendas. En cuanto llegáis, queréis vuestro kalashnikov"

Una periodista francesa interesada en la yihad 2.0 cuenta su encuentro con uno de los hombres de confianza del califa Abu Bakr al Baghdadi

Grupo de combatientes yihadistas en Irak(Reuters)

Madrid

¿Eres musulmana? ¿Qué piensas de los muyahidines? ¿Piensas venir a Siria? Fueron las tres preguntas que un miembro del Estado Islámico le lanzó a Melodie. Ni él era un yihadista más, ni ella una joven conversa. Él era Abu Bilel, uno de los hombres de confianza del califa Abu Bakr al Baghdadi y ella una periodista francesa interesada en la Yihad 2.0.

Cómo es estar 'En la piel del yihadista'

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Es uno de los tantos vídeos que circulan en la Red: un joven vestido con uniforme militar exhibe armamento mientras hace un llamamiento a abandonar la tierra de los infieles. Una periodista francesa compartió el enlace fingiendo ser una joven interesada en la Yihad. Poco después, empezaron las conversaciones marcadas por el estilo directo del protagonista del vídeo: “El capitalismo es la gangrena del mundo. Mientras nosotros arriesgamos la vida, vosotros os preocupáis todo el día por frivolidades. Si te quedas en medio de todos esos kuffar (infieles), arderás en el infierno”.

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El sentimiento de culpabilidad es vital para captar nuevos miembros: “Te dicen que si eres musulmán, y te quedas en tu país no sirve para nada. Te dicen que tienes que ir a Siria para que el Estado Islámico siga creciendo”. Así lo recuerda Anna Erelle (pseudónimo de la periodista) que añade otras estrategias: “la clave del reclutador es saber primero a quién tiene al otro lado de la pantalla. Saben que si tienen a un chico muy religioso, esa persona pensará más en hacer un trabajo de corte humanitario. Si se cruzan con alguien que quiere tomar las armas, le prometen dinero, mujeres y armamento”.

Su pretendiente le decía que Siria era “el paraíso" y un destino cercano para cualquier europeo. La ruta que le proponía vía Estambul y Urfa costaba apenas 300 euros. La joven francesa sólo tenía que cortar con su pasado y prepararse para una nueva vida junto a su futuro marido. Por su parte él le dejaba un consejo y una petición. Si era retenida en la frontera turca, tenía que utilizar una “excusa humanitaria”: debía decir que “trabajaba para Médicos Sin Fronteras o cualquier otra ONG”. La petición, en cambio, chocaba con el rechazo a Occidente que pregona el Estado Islámico. Abu Bilel quería su colonia favorita, Égoïste, de Chanel. Le prometió que no estaría sola, que conocería a "muchas hermanas belgas y francesas" que destacan por ser especialmente radicales. Llegó a decirle: "las europeas sois las más tremendas porque en cuanto llegáis, queréis tener vuestro kalashnikov y utilizarlo".

La joven no habló solamente con Abu Bilel, también lo hizo con otros jóvenes de menor rango en el escalafón. Todos los relatos coinciden en que al llegar separan a hombres y mujeres. Es entonces cuando “las mujeres, si quieren, pueden asistir a clases de tiro. La mayoría se casan y se dedican a los orfanatos, a atender a los heridos y los niños abandonados. Los chicos van a unas casas que se llaman madafas. Son unas casas de tránsito, donde los preparan para ser yihadistas. Allí, los experimentados pueden empezar a participar en las acciones y los debutantes tienen dos semanas de entrenamiento. Por las mañanas, hacen deporte y a mediodía tienen sesión para aprender a disparar y, lo que es más importante, aprender a montar y desmontar un kalashnikov. Más tarde, el reclutado decide qué puesto va a ocupar. Dentro de la estructura, los kamikazes son una categoría especial. Reciben un trato de favor”, recuerda la periodista. Entre esos yihadistas que chateaban con ella cuando terminaban los combates no faltaron los arrepentidos: "Hay un buen número de yihadistas que una vez que están allí quieren volver a casa. Tienen miedo, comprenden la realidad en la que acaban de entrar y la pesadilla en la que se va a convertir su vida, pero el Estado Islámico no les deja volver. Y si consiguen volver a su país, la estigmatización les da miedo y les preocupa ingresar en prisión”.

La joven Melodie nunca llegó a Siria, ni llegó a ver en persona a su futuro marido. Hoy, a la periodista francesa no le perdonan el engaño. Su trabajo – que tuvo gran repercusión en Francia – y su libro “En la piel de una yihadista” traducido al español por la Editorial Debate le sigue costando amenazas, la mayoría por escrito y vía Skype. Encontró a sus fuentes de información en la Red y es allí donde circulan ahora las dos fatuas que piden para ella una muerte lenta y dolorosa.

Marisol Rojas

Marisol Rojas

Trabaja en la Cadena Ser desde 2007. Empezó madrugando en Hoy por Hoy y ahora trasnocha en Hora 25....

 
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