"Los sirios quieren volver a su país. Aquí solo intentan buscar una vida digna"
'Hora 25' vuelve a Jordania tres años después para conocer la situación de las familias sirias que viven en los campos de refugiados tras cinco años de guerra en Siria
Madrid
‘Hora 25’ ha realizado una edición especial desde Jordania, uno de los países limítrofes con Siria que más refugiados ha recibido desde el inicio de la guerra, del que este martes se cumplen cinco años.
Cinco años de terror y cinco años de huida de centenares de miles de personas que se han visto obligadas a dejar sus hogares, sus vidas y cruzar fronteras a la desesperada. Las primeras que encontraron fueron las de Jordania, las del Líbano, las de Irak, las de Turquía, y en estos países les recibieron, a pesar de su tamaño, a pesar de su precariedad económica. El 10% de la población en Jordania son refugiados. Algunos viven en campos, la mayoría fuera de ellos, pero unos y otros luchan entre la resignación y el deseo de retornar. Saben que volver es imposible, pero saben también que la vida fuera de Siria se les complica si no pueden trabajar, si no tienen una vivienda digna y, sobre todo, si, como en Europa, les cerramos las fronteras.
En esta edición especial de 'Hora 25', dentro de una programación de la SER con motivo de este quinto aniversario, recorremos Jordania, Líbano, Turquía, Irak y Grecia para ofrecer una radiografía del éxodo sirio y el desamparo de la comunidad internacional a los refugiados.
Zaatari, el símbolo de la crisis
‘Hora 25’ regresa al campo de Zaatari para ver cómo han cambiado las cosas y cómo se organiza uno de los mayores campamentos de refugiados de la región. “Este campo es el símbolo de la crisis, es un gran campo, el más grande con 79.000 refugiados. Esperamos poder cerrarlo un día. Si la gente quiere”, explica Hovig Etyemezan, coordinador de ACNUR en el campamento.
Reportaje: La niñez en un campo de refugiados
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Pero Zaatari se parece cada día más a una ciudad. “Tratamos de dar una vida normal en una situación que no lo es”, relata Etyemezan. “Eso no significa que la gente se pueda quedar. Tratamos de hacer lo mejor para que la vida sea más digna, pero la idea es que la gente pueda regresar a sus países que es lo que la gente quiere”.
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¿Cómo se gestiona una ciudad así?
“Zaatari no es una ciudad normal. Hay 47 organizaciones trabajando aquí, también está el Gobierno de Jordania. Es un trabajo de equipo. Estamos juntos y los refugiados son el centro del trabajo”, apunta el coordinador de ACNUR.
En esa idea insiste Carmelo Angulo, presidente de UNICEF España. “La gente quiere volver, los niños piensan en poder volver. La mitad son niños. Entre todos hemos organizado una respuesta porque los niños merecen otra vida. Estamos ante el riesgo de una generación perdida, hay 8 millones de niños que no van a la escuela, 4 millones en campamentos y corremos para recuperar la educación de los niños, queremos quitarles la rabia y que visionen un mundo en paz”, señala Angulo.
La educación, el trabajo y la violencia
Unicef se ha esforzado en prestar una educación a todos los niños desde una perspectiva múltiple. Con más de 250 centros, quieren que se sientan seguros en un sitio donde aprender. “Hemos desarrollado un currículo especial, actividades psicosociales, apoyo para niños traumatizados… Si los sirios, los jordanos, los iraquíes, y los palestinos se juntan desde jóvenes, llegarán a tratarse como hermanos de mayores en una sociedad más tolerante”, explica Mateo Valenza, responsable de monitoreo y evaluación.
La adolescencia en el campo de refugiados de Zaatari
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A los problemas de los niños ante el riesgo de una generación perdida, se suma la incapacidad de Jordania para asumir y ayudar en esta ingente tarea. Por ejemplo, al ofrecer empleos. “Para absorber la fuerza laboral de los refugiados, debería generar medio millón de puestos del día a la mañana. La comunidad internacional tiene que proponer soluciones nuevas y compartir el problema con Jordania, que ha dado mucho a los refugiados y se siente solo”. Valenza expone que, según un estudio, el 50% de los padres sirios en los últimos nueves meses se quedó sin trabajo. “Si no hay ingresos, no hay dinero para el autobús para la escuela para los niños, o la posibilidad de comprar zapatos para el invierno, no hay dinero para las necesidades más básicas…”, asegura para remarcar que este bucle no tiene solución si Europa no abre sus puertas a las familias más vulnerables.
Otro de los retos de las organizaciones es manejar la violencia familiar. “En temas de violencia de género, hemos detectado casi todos los tipos de la clasificación internacional. Uno de los mayores problemas han sido los matrimonios precoces. No es una cuestión solo del desplazamiento sino cultural, y hay que tener en cuenta esta situación. La legislación en Siria –que permite matrimonio de jóvenes con 14 años o en Irak, a los 9 años- es diferente a otras zonas de Líbano”, cuenta Ana Belén Anguita, responsable de protección de ACNUR. Estas situaciones derivan en problemas de salud o de violencia en el matrimonio, pero también problemas legales, por ejemplo, de niños que nacen de una pareja que no está registrada como matrimonio en el país. “ACNUR ha trabajado con los jueces jordanos para legalizar a estos niños dentro de una legislación que no permite estos casos”, concluye.
Salir del campamento
Aunque la situación en Siria ha ido empeorando con los años, no todos quieren quedarse a vivir en el campamento. “Antes 150 personas regresaban cada día a Siria, ahora no. Tras años en Jordania no querían perder más tiempo y volvían”, señala Etyemezan. “Me decían que estaban muriendo aquí poco a poco y que querían regresar aunque muriesen”, añade.
Una de las grandes preocupaciones en el campamento son los adolescentes, esos chicos que tendrían que estar en la universidad y que ven como su futuro se pierde. “Hay una gran falta de recursos”, señala Angulo. “La comunidad internacional no está haciendo lo necesario y veremos las consecuencias”.
Etyemezan señala que hay una buena cooperación con el Ministerio de Educación de Jordania, pero reitera que faltan recursos. “Muchos han perdido años y tienen falta de nivel. Lo peor es la presión de la cooperación siria para que estudien pero no tenemos los recursos. Qué harán los jóvenes sino van a la Universidad. La comunidad internacional sino interviene con los jóvenes sirios para que estudien les quitan sus derechos”, añade. Angulo incide en la importancia de las chicas ya que si se las priva del acceso a la educación se las condena a casarse muy jóvenes, algo que ya está sucediendo.
La vida en Azraq
Azraq es otro de los campamentos de Jordania. La llegada a los campamentos supone un momento de alivio para muchas personas. “Llegan agotados”, explica Olga Sarrado, técnico de comunicaciones en el campamento. “Cuando voy al punto de recepción al menos se les ve tranquilos. Las niñas no recuerdan lo que es dormir tranquilos. Han pasado frío, calor… ahora se sienten seguros”, apunta. “Una familia ha pasado dos años desplazándose dentro de Siria hasta que ya no aguantan más. Buscan seguridad, tenían una vida normal. Podrían ser tus padres, podrías ser tú”, relata.
Visita al campo de refugiados de Azraq, un lugar casi vació con aspecto de cárcel
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Hace dos años de la apertura del campamento. “Las familias quieren tener una vida normal y es difícil. Hay 33.000 refugiados registrados y con las caravanas podríamos tener hasta 50.000”, explica Sarrado. Azraq es el único campo que admite a los nuevos refugiados. “Llega gente que estuvo en la ciudad pero que ya no tienen dinero para pagar el alquiler. Son otro tipo de perfil. Los que vienen de la guerra y los que se han arruinado desplazándose”.
Turquía y Lesbos
Otros de los países afectados por la migración siria es Turquía, Merce Rocastana trabaja en MSF Turquía. “Aquí hay 150.000 refugiados que llevan 4 años. Viven entre los dos campos que hay y en la ciudad de Kilis”, apunta. “Los servicios básicos están cubiertos en Turquía. Tienen asistencia sanitaria gratuita, educación, pero los servicios están colapsados porque la población refugiada es superior a la residente”.
Rocastana destaca el colapso del sistema y la falta de oportunidades para estas personas. “Cuando llevas años en esta situación ves muchos problemas de salud mental porque tienen lo básico pero nada más. Necesitan permisos para poder trabajar e integrarse en la sociedad”, explica la responsable de Médicos Sin Fronteras.
La situación en Lesbos es diferente. “Ya no llegan a Lesbos tantos como hace unos meses por el acuerdo pero seguirán llegando”, explica Anabel Montes, socorrista de Pro Activa. “El flujo es mucho menor. En un día pueden llegar o 1.000 personas o 250. El problema está en la dificultad para salir de la isla. Cuando llegan tienen que regularizarse, pasar por el campo a registrarse y si vienen de zonas de conflicto les es más fácil abandonar la isla e ir a Atenas para seguir su camino. Los demás tienen que hacer más papeles y esperar”.
<p>Ayuda a los niños refugiados y migrantes con Unicef</p>